Durante mi etapa universitaria, el libro más sobaqueado por colegas esnobs era La insoportable levedad del ser, del checo Milan Kundera. Por esa razón, debido a una insufrible liviandad de carácter, pospuse por décadas la lectura de este libro. No me conmovió ni la adaptación cinematográfica que hizo Philip Kaufman (maestrazo por Los elegidos y el primer remake de La invasión de los usurpadores de cuerpos).
Autoalejado de los reflectores, nonagenario, el escritor no acudió la semana pasada a recibir el premio Franz Kafka, el más importante de su país, que le otorgaron en septiembre pasado. Según Kundera, lo que importa es la obra, no el escritor.