El joven Jean-Paul Belmondo, de 26 años, con discretas apariciones en filmes y obras de teatro, recibe la invitación de otro muchacho entusiasta para tener su primer protagónico en el cine. Su representante intenta disuadirlo. Le dice que nadie conoce al tal Jean-Luc Godard, director sin reputación, y que está a punto de cometer el que será “el peor error de su vida”.
Renuente de hecho al papel, porque ya estaba cansado de su breve paso por los sets fílmicos, el actor Jean-Paul Belmondo acaba convencido por el realizador después de varias charlas que partieron de un encuentro fortuito por los Campos Elíseos. Con un argumento de François Truffaut, asesoría de Claude Chabrol y guion del propio Godard, ¿qué podía salir mal?
Jean Michel Frodon nos cuenta en Le Monde, ayer, a propósito de la muerte del monstruo sagrado francés a los 88 años, esta decisión fundamental en la historia del cine mundial, pues no solo lanza a la fama al propio actor en su primer protagónico con otra gran figura que lo acompañará años después en otras producciones, la estadunidense Jean Seberg, sino que À bout de soufflé (Sin aliento, 1960) representa la irrupción de Godard como figura clave de la Nueva Ola y, en opinión de los expertos, en un nuevo modo, uno moderno y revolucionario, de hacer cine.
Dice Esteve Riambau en El cine francés, 1958-1998, editado por Paidós (1998): “La Nouvelle Vague no cambió el mundo, como habrían pretendido sus protagonistas, pero sí la percepción de la realidad a través del cine (…) El papel que Jean-Paul Belmondo interpretó en Sin aliento también propuso un nuevo héroe inconforme y desarraigado que compartía elementos importados de la tipología característica del cine negro con el retrato propio de la época”.
Domènec Font, en Paisajes de la modernidad: cine europeo 1960-1980 (Paidós, 2002), marca el momento: “El otro reflejo generacional de la Nouvelle Vague será Jean Paul-Belmondo incorporando al anarquista y desarraigado Michel Poiccard en Sin aliento (…) Esa figura de ladrón vagabundo, réplica descoyuntada de (Humphrey) Bogart, que avanza por motivos fortuitos en busca de Patricia (Seberg), la chica americana que vende el Herald Tribune en los Campos Elíseos; el héroe cotidiano sin atributos que desafía al destino, pero es traicionado con el oso de peluche en la cama, es la imagen nueva de Francia y del cine francés”.
De modo que no resulta extraño que el filme de Godard, argumenta Font, armado además con todo tipo de desenvolturas técnicas y estéticas, irrumpa como un vendaval en el acartonado cine de la época y su personaje acceda rápidamente al panteón de los héroes trágicos de su tiempo. Jean-Paul Belmondo retoma así su carrera desde la cúspide del triunfo del filme en un momento en que la competencia es feroz frente a la cámara: Jean Gabin, Pierre Mondy y Charles Aznavour; más adelante el genial Yves Montand y su amigo y eterno rival, Alain Delon. Entre sus coprotagonistas femeninas, actuó con la élite: la rubia Seberg, Jeanne Moreau, Catherine Deneuve, Jacqueline Bisset y se le escapó Sophia Loren porque se cayó el presupuesto para tenerla en Los tres mosqueteros de Phipippe de Broca.
Lo demás será una prolífica trayectoria con más de ochenta películas en sesenta años de carrera, que van de la Nouvelle Vague a la comedia y a la acción, amén de múltiples premios, de Cannes a Venecia sin escalas. Jean-Paul Belmondo (1933-2021), Bébel para sus amigos, el Héroe de la Nueva Ola, el Magnífico, el Hombre de Río, Pierre el Loco, s’en va. Francia y el mundo le rinden un homenaje unánime.
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— Lost In Film (@LostInFilm) September 7, 2021