Afecto como adoctrinamiento

El afecto a menudo se ve con un sesgo positivo y como una cualidad literaria o estética, debe considerarse como mucho más que un mero subproducto entretenido de la empatía
Ivette Estrada una de las raíces de la felicidad: gracias.

El afecto es el nuevo caballo de troya: entra a la psique de quien piensa diferente y lo subyuga con su encanto. Se viste de héroe y de arte. Seduce sin que las barreras morales lo detengan. Las armas que esgrime son las emociones.

Emocionar a las audiencias no sólo es el rol del afecto y los héroes en el arte. También es una llave insospechada para adentrarnos en nuevas ideologías que la férrea estructura moral podría rechazar en otras circunstancias.

Estrategias como neuronas espejo, transparencia, efectos de choque o efectos alienantes, suelen usarse para estandarizar percepciones de ganancias o pérdidas en una comunidad. La narrativa se transforma en defensa o ataque. La ideología toma la heroicidad para exacerbar placer o angustia, enaltecer conductas o subyugarlas.

El arte entonces transporta y encarna valores. El afecto moldea credos y conductas. Su profundo impacto vuelve vulnerable a la audiencia.

En el artilugio de transformación se impone el héroe, a menudo visto como personajes ejemplares, profetas o idealistas dispuestos a sacrificarse por un objetivo. Tienen el poder afectivo de desafiar, cuestionar e incluso anular las ideologías existentes e inspirar al público con nuevas doctrinas.

Pero el héroe de nuestros tiempos es más seductor y creíble que el tradicional que se impuso antaño. Ahora deliberadamente tiene rasgos del antihéroe. Ahora exhibe defectos y errores que lo dotan de una dimensión más humana y creíble. Se disfraza de auténtico.

Ahora los héroes son capaces de desafiar y contradecir las moralidades existentes de sus audiencias, inspirarlas con ideologías específicas y usar el esplendor para sedar a las audiencias y convertirlas en espectadores pasivos y complacientes.

Si bien el afecto a menudo se ve con un sesgo positivo y como una cualidad literaria o estética, debe considerarse como mucho más que un mero subproducto entretenido de la empatía y la inmersión con las narrativas a través del espectador. Es una herramienta de alineación.

¿Qué queda después de una obra teatral, exhibición pictórica, película, pieza literaria o danza?, ¿qué sentimientos prevalecen y a qué nos impulsa? Aún en momentos de gran éxtasis y hedonismo debe prevalecer la leve suspicacia de que el afecto tiene misiones ocultas. Y nada ni nade se salva de las mascaradas del encanto.

El método para generar afecto es el reflejo de sensaciones ficticias, ya sea a través de la imaginación o de neuronas espejo. Ambas transportan al público al mundo narrativo. Las audiencias gradualmente llegan a aceptar el mundo narrativo como más real que la realidad e influye en el posicionamiento ideológico inicial de las audiencias y generalmente se conoce como efectos durmientes donde la moralidad a menudo está ausente.

Las narrativas ficticias pueden tener una influencia implícita persistente en la forma en que vemos el mundo, y durar más que los intentos explícitos para cambiar las creencias mediante afirmaciones y argumentos.

¿Qué queda después de una obra teatral, exhibición pictórica, película, pieza literaria o danza?, ¿qué sentimientos prevalecen y a qué nos impulsa? Aún en momentos de gran éxtasis y hedonismo debe prevalecer la leve suspicacia de que el afecto tiene misiones ocultas. Y nada ni nade se salva de las mascaradas del encanto.

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