Amores de infancia, de novela y de película

Al igual que Carlitos, yo también a los siete u ocho años experimenté esa sensación confusa que produce enamorarse en la infancia
Libros

El enamoramiento precoz acompaña nuestra niñez. Es un sentimiento que nace torpe, extraviado, y nos abre el camino hacia un incipiente deseo erótico. De esa experiencia infantil sobrevivirán quizás algunos recuerdos de amores inocentes que, como los objetos que atesoramos en la infancia, formarán parte de esa caja del tiempo que es la memoria.

La novela corta Las batallas en el desierto de José Emilio Pacheco (1939-2014) tiene como anécdota central la historia de un amor imposible de niñez: Carlitos se enamora de Mariana, madre de su amigo Jim, en la que los recuerdos de infancia del protagonista se entremezclan con la vida y las transformaciones sociales y políticas que experimentaba la Ciudad de México en la segunda mitad de los años cuarenta del siglo XX, durante el sexenio de Miguel Alemán.

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“Nunca pensé que la mamá de Jim fuera tan joven, tan elegante y sobre todo tan hermosa. No supe qué decirle. No puedo describir lo que sentí cuando ella me dio la mano. Me hubiera gustado quedarme ahí mirándola”, cuenta el niño tras conocer a la bella mujer.

La torpeza inicial que le produce el encuentro da paso a la obsesión y a una precoz conciencia de que sus sentimientos por ella formarán parte de su vida futura. “Voy a guardar intacto el recuerdo de este instante porque todo lo que existe ahora mismo nunca volverá a ser igual. Un día lo veré como la más remota prehistoria. Voy a conservarlo entero, porque hoy me enamoré de Mariana”.

amoresEn la película Mariana, Mariana (1986) de Alberto Isaac, los personajes de la novela de Pacheco cobran vida y somos testigos de la declaración de amor infantil. “Yo vine, perdóneme… yo vine a decirle que estoy enamorado de usted. A eso vine”, le confiesa Carlitos luego de escaparse de la escuela y llegar  hasta el departamento donde vive su amigo.

“Te entiendo muy bien, Carlitos… Ahora tú tiene que comprenderme a mí. Tú eres un niño, como Jim, y yo podría ser tu mamá. ¿Comprendes eso, Carlitos”, le responde Mariana con palabras que buscan no herir sus sentimientos, y lo besa apenas rozando la comisura de los labios.

Ese beso le provocará una carga emocional desconocida: deambulará sin rumbo por calles y parques de la colonia Roma, confundido y sin entender la sensación que lo trastorna.

Otra película que aborda el tema del enamoramiento infantil es La edad de la peseta (2006), dirigida por el cubano Pavel Giroud. Ambientada en la Cuba de 1958, poco antes del triunfo de la Revolución, cuenta la historia de Alicia y su hijo Samuel, un niño de diez años, que se van a vivir a La Habana con su abuela materna, Violeta, después del fracaso matrimonial.

Samuel tratará de adaptarse al ambiente del que será su nuevo hogar donde abundan los santos y tendrá que lidiar con su impositiva y férrea abuela, a quien no le gustan los niños. En medio de las discusiones y reproches entre madre e hija, el niño empezará a manifestar los conflictos originados por la separación de sus padres con actos de rebeldía: se escapa de la escuela y dará puntapiés al hombre que pretende a su madre.

Amores
José Emilio Pacheco, Sergio Pitol y Carlos Monsiváis. Foto: Ricardo Salazar, 1959.

Es en esos meses cuando Samuel descubrirá sus primeros impulsos sexuales y se enamorará de una bella modelo a la que conoce cuando acude a la casa de su abuela, que es fotógrafa, para encargarle una sesión de estudio.

A semejanza del personaje central de Batallas en el desierto, Samuel se obsesionará con hermosa joven. Volverá a verla cuando su abuela le pide que vaya a mostrarle las fotografías que solicitó. La modelo se da cuenta de la atracción que le provoca al niño. Al abrirle la puerta, le dice: “Dame las fotos y dime qué quieres”. “A ti”, le responde Samuel con una seguridad que la sorprende.

Cuando el niño está por irse, la modelo lo alcanza y le da un beso en la boca, como Mariana a Carlitos.

Amores
José Emilio Pacheco, Sergio Pitol y Carlos Monsiváis. Foto: José Muñúzuri, 2009.

La película Malena (2000), del director italiano Giuseppe Tornatore, entra en la categoría de filmes que cuentan un enamoramiento infantil, éste en una pequeña villa de Sicilia durante la segunda Guerra Mundial: a sus 12 años, el niño Renato Amoroso, junto con sus compañeros de clase, salen todas las tardes a las calles del poblado para observar a Malena, una bella joven interpretada por Monica Bellucci. Su admiración hace que la espíe y la siga hasta su casa.

Como los personajes de Carlitos y Samuel, yo también a los siete u ocho años experimenté esa sensación confusa que produce enamorarse en la infancia. Desde la puerta de la entrada de mi casa, acompañado de Goliat, nuestro querido perro de esa época, veía pasar frente a mí a una joven alta, de piel aceitunada y rasgos que hoy identifico como árabes.

Sentado en la banqueta, la veía con una emoción surgida de la inocencia. Nunca supe su nombre. Los juegos, los deberes escolares y las nuevas experiencias que demandaba la pubertad, alejaron su presencia. No tuve la suerte de Carlitos y Samuel. Nunca le declaré mi amor y sus labios no besaron los míos.

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