En ocasiones era una pequeña tina de lámina galvanizada; en otras, un canasto de mimbre o una cubeta. Era el recipiente que, adornado con un gran moño rojo, contenía variados productos comestibles: un paquete con chocolates, dos latas de sardina, dulces de caramelo macizo, sopa de pasta: su arcón navideño, coronado con un sobre de papel manila que contenía varios billetes: el aguinaldo que la empresa ferretera brindaba a choferes y macheteros.
—Que lo abra mi Ricachá —decidía el padre—. Ojalá tenga mano santa y el sobre tenga más dinero que la miseria del año pasado: son tacaños esos gachupines, todo el tiempo lo exprimen a uno en el trabajo y con esa cubeta quieren taparle el ojo al macho los recabrestos…
Los chiquillos volcaron el contenido del recipiente sobre la mesa del comedor y luego el padre repartió entre sus vástagos dulces y galletas. La madre separaba aquellos productos que agregaría a la despensa y guardaba los billetes que el padre le tendía:
—Esto para ti y lo demás para el pago del predial y la anualidad del terreno, guárdalos donde sólo tú sepas, pa luego darle lo suyo al fraccionador…
—También aparta para los gastos del Día de los Chamacos —decía la madre para no nombrar el Día de los Santos Reyes frente a los chiquillos, que siempre estaban atentos a la conversación de los adultos.
—¿Me fuefo fomef ofro mafafán, amá? —interrumpía el más chico de los hijos, con la boca repleta de caramelos.
—Éntrale, que para eso son. Pero nomás que tragues eso que andas masticando: eres un avorazado —recriminaba la mamá al tiempo que propinaba un manazo al goloso—. Y se van rapidito por unos bolillos y se los preparo con mermelada o crema de cacahuate.
—¿A mí me preparas una sardina con cebolla, jitomate y chile verde? Y tortillas calientitas. Porque como que ya hace hambre y no veo que le aticen a la comida…
—Pues manda a los chamacos por los refrescos, mientras caliento las cazuelas. Primero nos engatuzas con el arcón navideño y luego me carrereas con tu hambre.
—Órale pues: vayan de volada a la tienda y se vienen para echar taco. Echen los envases en una bolsa y no corran porque allá ustedes si se caen y hacen rompedero: se les aparece Judas…
El interés tiene pies, dicen, y en un dos por tres los chamacos fueron y volvieron. El padre se sentó a la mesa y comenzó a comer los tacos de sardina, cuyo penetrante aroma invadió la estancia y atrajo al perro, a quien el padre consentía arrojándole trozos de tortilla que el Dandy atrapaba al vuelo.
—Me van a dar una semana de vacaciones, Lore. Preparas a los chamacos y nos vamos al rancho a visitar a mi apá. Sirve que aprovecho y allá les enseño a montar caballos a estos recabrestos.
—Serán vacaciones pa ti: a mí se me carga el quehacer y al regreso pior; con tanta ropa sucia de éstos, nomás no me doy abasto. Mejor te vas con ellos y se olvidan de mí. Que eso sea mi descanso. Convídame un vaso de sidra.
—Zas. Y yo me preparo una cubita con su Coca-Cola y unos hielitos: poquito veneno no mata, vieja. Vamos decir salud, porque lleguemos con bien al fin de año. Ya falta menos.
También te puede interesar:
El país de los silencios
Más de 50 actividades en la Verbena Navideña capitalina.
“Juegos de feria, una Rueda de la Fortuna de 28 metros de altura, un bosque nevado y la proyección especial de ‘Pinocho’, de Guillermo del Toro, se podrán disfrutar…”https://t.co/LWthzs3KkF@GobCDMX
— Fusilerías (@fusilerias) December 23, 2022