Belle Époque

‘Belle Époque’, la comedia francesa que te regresa al cine

La cinta de Nicolas Bedos ofrece un viaje al pasado, con tres de las grandes leyendas del último medio siglo: Daniel Auteuil, Fanny Ardant y Pierre Arditi

El Tour de Cine Francés venía consolidándose cada año en México como la alternativa de comedia alejada de las banalidades que durante décadas ha impuesto Hollywood a las pantallas mexicanas. Por desgracia, la pandemia vino a romper esa continuidad y los estrenos previstos para 2020 se retrasaron. Pero para regresar el tiempo y recuperar lo perdido nada hay mejor que el cine: Belle Époque es eso. El segundo largometraje del comediante, actor y guionista Nicolas Bedos ofrece un viaje al pasado, con tres de las grandes leyendas del último medio siglo: Daniel Auteuil, Fanny Ardant y Pierre Arditi, en una audaz comedia que comparten con el joven y talentoso Guillaume Canet y la hermosísima Doria Tillier, suerte de relevo o espejo generacional.

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Belle Époque,
Cartel oficial de la cinta Belle Époque

El filme de los legendarios estudios Pathé y de Les Films du Kiosque se presentó en el Festival Internacional de Cine de Cannes en 2019 fuera de competencia y en México se estrenó comercialmente hasta este jueves 13 de mayo, distribuida por Nueva Era Films, que en la pasada década ha traído lo mejor del cine francés y quebequense contemporáneos, en particular comedias y dramas sociales.

La anécdota parece simple: Victor Drumond (Auteuil), un dibujante sesentón frustrado, con problemas laborales y conyugales con Marianne (Ardant), con quien se la pasa intercambiando pullas, conoce gracias a su hijo a Antoine (Canet), un empresario que literalmente montó un lujoso negocio para llevar a sus clientes adinerados a la época pasada que elijan, con la reconstrucción histórica fiel de aquellos años y la contratación de actores entrenados para ello (¿suena familiar?). Victor recurre a él para regresar al 16 de mayo de 1974, el día en que conoció a Marianne, sólo que la historia se complica por la atracción que siente por la actriz que interpreta a su esposa joven, Margot, encarnada en la bellísima y sexy Doria Tillier, pareja insumisa de Antoine y pareja en la vida real del director Nicolas Bedos.

Pero no se trata de un filme de nostalgia, como el que dedicó Woody Allen a la Belle Époque parisina, aunque la fotografía de Nicolas Bolduc sin duda te lleva a la corte de María Antonieta y al mayo francés del 74, con una banda sonora que no desentona con el momento al que Victor quiso regresar, pues incluye, entre otras, Me and Bobby McGee cantada por Janis Joplin, que fue compuesta en 1969 por Kris Kristofferson y Fred Luther Foster y grabada por La Bruja Cósmica en 1971 en su álbum Pearl; el tango de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera Por un cabeza –de 1935, que en cine se popularizó con la lección de baile de Al Pacino a Gabrielle Anwar en Perfume de Mujer (Martin Brest, 1992)– aunque el éxito de Baccara, Yes, Sir, I Can Boogie es de 1977, peccata minuta de error de continuidad.

Los franceses, que a lo largo de la historia de su cinematografía han consolidado como género la reflexión sobre el cine mismo (François Truffaut y Jean-Luc Godard son ejemplos extremos), vuelven con Belle Époque a esos dominios. Bedos, guionista también de esta comedia de enredos literal, juega con la ficción dentro de su filme y con la ficción que recrea para el espectador el cine mismo: el negocio de Antoine no es otro que el que inventaron y patentaron el 13 de febrero de 1895 otros franceses, los hermanos Louis y August Lumière, y que incluye un viaje en el tiempo en cada función.

Belle Époque,
Escena de la película Belle Époque

Bedos rinde homenaje a los estudios, al set de rodaje, a la producción, al diseño de arte y, por supuesto, a los actores, en particular a los extra, con la reconstrucción histórica fiel que implica cada montaje pagado por la burguesía en Belle Époque, a la par que muestra las frustraciones y veleidades de los ricos franceses, para quienes recrear los años previos a la Revolución Francesa a fin de representar a Marie Antoinette antes de que perdiera la cabeza no es un lujo, sino la necesidad de justificar su existencia infantil que les sustituye jugar a las muñecas. Sus caprichos protagonizan debilidades en ese escenario.

La paradoja es que en el negocio de Antoine la burguesía paga por recrear una bella época a su antojo, pero al final es el espectador común y corriente en la sala del teatro quien atestigua y disfruta el montaje, convertido en experiencia del arte cinematográfico, por el precio mínimo de una función.

El cineasta también se burla y critica desde la primera escena de las series banales y racistas de Hollywood y de la misma Francia, que han aprovechado los recursos del cine para atar al público pasivo al sillón de su casa o a la pantalla del celular o computadora, disuadiéndolo de acudir a los teatros y su atmósfera de luz.

No obstante, el homenaje de Bedos a la creación que implica hacer cine y que dio en el pasado obras maestras como 8 ½ (Federico Fellini, 1963) o La nuit américaine (François Truffaut, 1973) coincide con el homenaje también que viene haciendo la serie de Netflix Dix Pourcent (Diez por ciento), creada por Fanny Herrero y dirigida en sus primeras temporadas por el gran director Cédric Klapisch, en la que las grandes figuras del cine francés se interpretan a sí mismas, pero, sobre todo, destacan el papel que en el cine tienen las agencias de talento. También recuerda la maravillosa serie británica Extras (2005-2007), escrita, dirigida y protagonizada por los comediantes –como Nicolas Bedos– Ricky Gervais y Stephen Merchant, y centrada en reconocer el trabajo del actor extra de los set de rodajes.

Con apenas dos largometrajes en dos años, Bedos dejó de ser solo un cómico para convertirse en cineasta ganador del César con el primero (Monsieur et madame Adelman, 2017). En Cannes, Belle Époque fue bien recibida. Con Auteuil, Ardant, Arditi y Canet en el elenco, como carta de presentación, no era para menos.

Paul Guermonprez, en breve nota para TeleStar en la que valora Belle Époque como obra maestra de Bedos quizás de manera exagerada para algunos, cita al realizador cuando la presentó a la prensa:

“El título se regocija del sentimiento nostálgico, pero Belle Époque no es una apología del ‘Antes era mejor’. Amo la época en que vivo, no soy para nada nostálgico”, explica Bedos quizás en una velada crítica a Woody Allen y su Medianoche en París (2011), ganadora del Oscar a Mejor Guion Original.

“El punto de partida del filme es de un hombre enojado con su tiempo y con él mismo, que se encierra en una época que le fue favorable. Me parecía una idea patética, divertida e interesante. Metí muchas cosas personales en la película. Soy un cineasta ecléctico y estoy muy feliz de poder mezclar influencias tan variadas como las grandes comedias de Hollywood y el cine de autor francés”; agregó Bedos y también reveló que esta obra era un homenaje a Fanny Ardant, de quien estaba enamorado, “solo para pasar tiempo con ella”.

Después de un año de pandemia por la covid-19 y el cierre de cines, Belle Époque es así oxígeno en las salas que respiramos para darnos cuenta de lo importante que es ver una película en nuestras vidas y comprender el trabajo extraordinario de las decenas de personas que participan en una sola producción.

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