El bolígrafo, 80 años: una travesía de Hungría a Argentina

La invención del periodista Ladislao José Biró comenzó viendo a niños jugar canicas, nos cuenta Faber-Castell
El invento patentado en Argentina cumple ocho décadas. Fotos: Faber-Castell
El invento patentado en Argentina cumple ocho décadas. Fotos: Faber-Castell

La empresa alemana Faber-Castell festejará el 10 de junio una de las creaciones más importantes del siglo pasado, el bolígrafo, la pluma, invento que tiene una apasionante historia que comenzó en Hungría, prosiguió en la antigua Yugoslavia y aterrizó en Argentina.

La creación del periodista húngaro después nacionalizado argentino László József Bíró tiene un punto importante en 1938, cuando el personaje hacía su registro en un hotel de la entonces Yugoslavia y para firmar utilizó un objeto inusual, pues no necesitaba recargar la tinta y sorprendió al ex presidente argentino Agustín Pedro Justo.

El político quedó tan impresionado con la novedad que invitó a József Bíró a su patria para poder perfeccionar y patentar su invento con toda la ayuda y apoyos necesarios.

Fue así que el reportero, quien cambió su nombre por Ladislao José Biró, aceptó la invitación de viajar en 1940, pues era judío y el pueblo hebreo experimentaba una fuerte persecución. Al llegar a Argentina comenzó a realizar pruebas en sus prototipos con diferentes tintas.

Primero intentó con las utilizadas por los periódicos, pues eran tintas de secado rápido, que evitaban manchas en las publicaciones diarias, pero resultaba ineficaz para los bolígrafos, pues se secaba antes de llegar a la punta. Incluso sintetizó una nueva tinta con la ayuda de Georg, su hermano, que era químico, pero la nueva fórmula tampoco parecía funcionar, pues se trababa.

Sin embargo, la empresa creada por Biró en Argentina con su hermano y su socio Juan Jorge Meyne en el garaje de su casa todavía tuvo que sobreponerse a la quiebra que les causaron las pocas ventas de las primeras producciones, pues las plumas regaban la tinta y echaban a perder los documentos de sus clientes, sin contar sus ropas. Ni ofreciéndolas con un vale gratito para la tintorería se logró la comercialización deseada.

Sin embargo, el inventor perseveró y logró su sueño.

La respuesta al problema llegó un día que el inventor observaba a unos niños jugar en la calle con canicas, pues éstas dejaban un trazado en líneas de agua cuando salían de algún charco. Fue así que se percató de que una punta esférica podría ser la solución. Y estaba en lo correcto.

La tinta indeleble se administraba de manera uniforme sobre el papel, permitía realizar copias en papel carbón y siempre tenía tinta en su interior, con lo que evitaba accidentes.

El diseño de las primeras plumas, como actualmente las conocemos, fue patentado el 10 de junio de 1943 en Buenos Aires y bautizado como Birome.

Faber-Castell es una de las empresas líderes en el mundo en productos de alta calidad para la escritura, el dibujo y la creatividad, así como en productos cosméticos. Fundada en 1761, la empresa está representada hoy en más de 120 países y cuenta con centros de producción propios en 10, así como con empresas de venta en 22.

 

 

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