Con el Chopo premian el rock, la calle y la banda*

Cuatro décadas de brega han motivado un reconocimiento mayor para el célebre tianguis como patrimonio cultural inmaterial de Ciudad de México
Van más de 40 años desde que el Tianguis del Chopo, hoy patrimonio cultural inmaterial, tomó las calles en complicidad con el rock y vendedores.
La banda no deja de visitar el tianguis. Foto: Javier Hernández Chelico.

Han transcurrido más de 40 años desde que el Tianguis del Chopo, hoy patrimonio cultural inmaterial de Ciudad de México, tomó las calles en complicidad con el rock, la banda y vendedores roqueros, ahora agrupados en una asociación civil. Después de deambular más de cinco años por diferentes puntos del entonces Distrito Federal llegaron a una zona ad hoc, una franja callejera habilitada como guarida, búnker, escaparate y, sobre todo, territorio libre.

Hablamos de la calle de Aldama entre Luna y Sol. En los 35 años ocupando cada sábado esa parte de la colonia Buenavista, el Chopo ha sido testigo, víctima, protagonista, aclamado, vituperado y anfitrión de grandes personajes de las letras, las artes visuales, teatrales, cinematográficas y, por supuesto, de la música y de quienes viven de ella y de quienes la disfrutan.

Lo anterior ha sido catalizado con sendos reconocimientos: en 1993, con motivo de la construcción de la Biblioteca Vasconcelos en terrenos de la ex estación de ferrocarriles Buenavista, se contempló la reubicación del mercado roquero por su cercanía con la megabiblioteca; no sucedió el cambio de domicilio y como consecuencia de las negociaciones llevadas por aquel  motivo se logró un premio inesperado: el delegado interino de Cuauhtémoc, Alfonso Suárez del Real, tramitó que el Chopo fuera considerado Patrimonio Sociocultural de la mencionada demarcación.

Y lo mejor sucedió apenas el pasado 22 de septiembre cuando el jefe de Gobierno, Martí Batres, entregó al cada día más famoso Tianguis Cultural del Chopo la certificación como patrimonio cultural inmaterial.

Van más de 40 años desde que el Tianguis del Chopo, hoy patrimonio cultural inmaterial, tomó las calles en complicidad con el rock y vendedores.
Personajes de toda talla lo han visitado. Foto: Foto: Javier Hernández Chelico
El Chopo: un poco de historia

Hay miles de historias alrededor del Tianguis del Chopo; las hay de todos colores, sabores y olores, pero todas con el hilo conductor llamado rock. Por cercana, empecemos con la mía: la primera ocasión, por ahí de 83-84, fui como simple visitante a un tianguis de discos y casetes en la banqueta de la calle Chopo de la colonia Santa María la Ribera. El paisaje era poblado por incipientes punk y chavos banda quienes se mezclaban con coleccionistas y músicos del rock subterráneo de aquel tiempo.

Después de algunos años hice mi segunda visita al ya entonces llamado Tianguis del Chopo instalado en Oyamel, colonia Santa María Insurgentes. Asistí como fotógrafo acompañando a José Luis Pluma, director entonces de la revista Conecte. En esa, mi primera visita como reportero, saludé de mano a Armando Molina, quien era conocido entre la grey rocanrolera por su trayectoria como periodista, músico y fundador del grupo La Máquina del Sonido; pero sobre todo era, es famoso porque fue uno de los organizadores del mítico Festival de Avándaro.

La creación y desarrollo del tianguis callejero como espacio de exhibición, venta y trueque pertenecen al colectivo rocanrolero

Era finales de 1987, principios de 1988 acaso, y desde esa ocasión supe que en terrenos choperos deambulaban personajes de la onda. Así inicié mi relación con el Tianguis del Chopo.

Pero hurguemos algo de la historia rescatada de libros, periódicos y sobre todo de la tradición oral esparcida en pasillos, puestos del tianguis y, sobre todo, en las chelerías existentes a finales del siglo pasado alrededor del Tianguis del Chopo ubicado desde 2008 en una zona legalmente permitida por las autoridades: Aldama, entre las calles de Sol y Luna, colonia Buenavista, aunque todos dicen que es la Guerrero. Y como vox populi es vox dei, pues pongamos Buenavista-Guerrero.

Van más de 40 años desde que el Tianguis del Chopo, hoy patrimonio cultural inmaterial, tomó las calles en complicidad con el rock y vendedores.
El tianguis cultural, lugar de encuentro para las tribus chilangas. Foto: Javier Hernández Chelico
El inicio

Mediodía del 4 de octubre de 1980. El Museo Universitario del Chopo inaugura dentro de sus instalaciones el primer Tianguis de Publicaciones Musicales y Discos. En ese momento nadie imaginaba el resultado que años después se daría: surgiría la única asociación de ambulantes que hasta nuestros días, otoño de 2023, se ha dedicado a propagar la cultura rocanrolera y diversas manifestaciones artísticas alternativas.

La idea del proyecto, que con el tiempo devino en el famoso Tianguis Cultural del Chopo, pertenece a los hermanos Pantoja, Antonio y Jorge, y contó con el apoyo de la entonces directora del Museo, Ángeles Mastretta. Pero la creación y desarrollo del tianguis callejero como espacio de exhibición, venta y trueque pertenecen al colectivo rocanrolero.

Después de permanecer en el museo un par de años el primer Tianguis de Publicaciones Musicales y Discos tuvo que salir a la calle por petición de los trabajadores de la UNAM, que se quejaron del tiradero que dejaban tantos visitantes; el incipiente tianguis inició así su vida errante y fue adquiriendo personalidad propia: su primera guarida fue la banqueta de la avenida Enrique González Martínez (antes Chopo) de la Santa María. Después de un tiempo las quejas, ahora de los vecinos, hicieron que la entonces delegación Cuauhtémoc los desalojara y en ese momento comenzó un largo peregrinaje.

Itinerante

Con sus bultos y la corta experiencia acumulada a cuestas los vendedores-truequistas se alejaron del Museo. Decidieron alquilar un espacio en un estacionamiento en las calles de Edison y Sadi Carnot; la renta, los daños del sismo del 85 y la poca comprensión de las autoridades a un proyecto tan sui generis obligó otro cambio de domicilio del incipiente mercado. Así llegaron al Casco de Santo Tomás, pero los porros de aquel tiempo espantaron a los roqueros; de allí, se marcharon a la Facultad de Arquitectura de la UNAM en donde, al igual que en el quiosco Morisco de Santa María la Ribera, las bajas ventas hicieron que la naciente directiva buscará una nueva opción. La encontraron por los rumbos de La Raza, en medio de una zona fabril.

Van más de 40 años desde que el Tianguis del Chopo, hoy patrimonio cultural inmaterial, tomó las calles en complicidad con el rock y vendedores.
Bandota y bandita llegan al espacio urbano del rock y algo más. Foto: Javier Hernández Chelico.
Oyamel

En el triángulo formado por Insurgentes, Eulalia Guzmán y Circuito Interior en la colonia Santa María Insurgentes está la calle Oyamel; allí quedó asentando el tianguis. La mencionada arteria está cercana a uno de los barrios más tristemente célebres de aquellos rumbos: El Nopal. Era la segunda mitad de los años 80 y en esos lares el tianguis adquirió más fuerza: empezó a llegar más banda de todos los rumbos de la ciudad; se distinguían ya las filas de chavos dirigiéndose al Chopo (el nombre ya se había impuesto por sí solo). Muchos nuevos locatarios surgieron, igual que mercancía y, en consecuencia, la propuesta se diversificó. Ya se ofertaba de todo: ropa, collares, calcomanías guitarras, llaveros, tatuajes, etcétera. Obvio, predominaban las grabaciones sonoras: disco, casetes, los novedosos laser disc y los vanguardistas cidís.

La idea del proyecto, que con el tiempo devino en el famoso Tianguis Cultural del Chopo, pertenece a los hermanos Pantoja, Antonio y Jorge

El primer sábado de febrero de 1988, malandrines de esos rumbos hicieron una visita al Chopo; llegaron con la intención de desvalijar a quien se dejara (locatario o visitante) y sucedió lo inevitable: se armó la gresca con resultados funestos.

Ante la urgencia de seguridad para agremiados y visitantes, el Comité del Tianguis se dio a la tarea de buscar un mejor lugar. Así, localizó una pequeña franja donde no hay viviendas, localizada en la calle de Aldama, entre Sol y Luna, colonia Buenavista-Guerrero, atrás de la entonces estación de ferrocarriles de Buenavista. Dicho tramo de la calle Aldama es un área solitaria custodiada por dos altos muros: la acera oriente por la barda de una empresa de envíos y al poniente, por la pared de la termoeléctrica de la CFE.

Aldama

Ese mismo mes de 1988, el tianguis se ubicó en la referida zona. La tarea para instalarse y ser aceptados por la comunidad no fue fácil, se tuvieron que cambiar ciertos hábitos y costumbres entre los choperos (se prohibió echarse sus tragos durante la venta, asistir a vender crudo e ir a vender cuando se quisiera). Como paso inicial se constituyó un comité de representación y se consolidó el nombre legal al colectivo mercantil: Tianguis Cultural del Chopo, AC.

Igualmente, se nombraron dos comisiones: la primera, encargada de la representatividad y organización; la segunda, responsable de cultura y difusión; esta última otorgó prioridad a fomentar las buenas relaciones con vecinos y autoridades. En su estancia sobre esta vialidad, en una superficie de mil 800 metros cuadrados aproximadamente, el tianguis consolidó su oferta cultural con la creación de los siguientes espacios: un foro para la ejecución de música en vivo, dos galerías, módulos de información, una carpa cinematográfica y un espacio exclusivo para los punks. El Chopo vivió su mejor época cultural y económica durante más de 20 años en ese sitio.

Van más de 40 años desde que el Tianguis del Chopo, hoy patrimonio cultural inmaterial, tomó las calles en complicidad con el rock y vendedores.
Álex Lora, un consentido de la raza. Foto: Javier Hernández Chelico.
Actualidad

Radio Chopo, escenario que han pisado miles de bandas, sigue luchando por permanecer, no obstante la renuencia de algunos asociados y vecinos; es justo mencionar que en Radio Chopo han tocado, entre muchos otros, El Tri, Cecilia Toussaint, Alfonso André, Tex Tex, Las Ultrasónicas, Zoé, Javier Bátiz, Liranrol, Haragán, Enigma, Piro; igualmente, han tenido presencia grupos de ska, metal, punk, rocabilly, rocanrol, dark, trova, rupestre, reggae y progresivo. Pero lo destacable de este espacio es la oportunidad que ofrece a bandas noveles y a la presencia y prestigio que le da al Tianguis del Chopo el funcionamiento de este foro entre la comunidad cultural y musical del país.

Esos elementos, presencia y prestigio, son necesarios para la supervivencia del Chopo, más ahora, cuando las actividades culturales en el mercado roquero han disminuido notablemente por circunstancias diversas, una de las más fuertes fue la crisis provocada por el covid-19.

Por otra parte, en estos meses los choperos han enfrentado situaciones difíciles: la proliferación de vendedores ambulantes que no pertenecen al Chopo, pero tolerados por la alcaldía, los cuales han convertido el acceso sur –de la calle de Camelia hasta el Eje 1 Norte– donde sólo hay vendedores de ropa de paca, chucherías coreanas y sustancias vaciladoras. Ah, y no pertenecen a la agrupación legalmente reconocida como Tianguis Cultural del Chopo.

Música, arte y algo más en El Chopo. Foto: Javier Hernández Chelico
Música, arte y algo más en El Chopo. Foto: Javier Hernández Chelico

Algo más: en la calle de Aldama, entre Sol y Luna, se ha levantado la construcción de una unidad habitacional que abarca toda la manzana. ¿Qué pasará con los puestos del tianguis que cada sábado se instalan sobre esa banqueta? A pesar de todo lo anterior, el Tianguis Cultural del Chopo sigue siendo referencia obligada cuando se habla de conservación, propagación e historia de diferentes culturas juveniles surgidas desde mediados del siglo XX en nuestro país. Esta circunstancia ha convertido al Chopo en un fenómeno inédito: ser punto de reunión, por más de mil 500 sábados en su domicilio actual, para jóvenes de diferentes generaciones cercanas al rock y culturas circundantes.

*Parte de este texto se retomó de una colaboración del autor en el libro Historia y presente de un espacio cultural urbano.

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