Siempre hay un comienzo. Un lugar más o menos arbitrario del largo recorrido entre un humedal y el mar, donde el cartógrafo clava la punta de su compás y dice: “aquí comienza el Amazonas”. El de Christopher Domínguez Michael, el biógrafo y crítico literario mexicano, sucedió con la lectura de la novela de aventuras clásica de Alejandro Dumas, El conde de Montecristo: “Me lo leyeron de niño. Siempre ha sido el preferido. Casi todo lo que me interesa de la historia y de la literatura está en esa novela de Dumas. La más perfecta de todas, por cierto, según dijo García Márquez”. Una aseveración nada extraña para alguien que dedica su vida a escribir sobre la vida de muchos otros: Vladímir Mayakovski, Svetlana Aleksiévich, Carlos Monsiváis, Kathy Acker o Aleksandr Solzhenitsyn.
Domínguez Michael tiene sesenta años y un ojo crítico con sus contemporáneos y con los autores que admira y desprecia intelectualmente. Ensayista y crítico de cabecera de El Universal y de la revista Letras Libres, amigo de Sergio González Rodríguez, Gabriel Orozco y muchos más, no cree en la decadencia y está convencido de que John Maxwell Coetzee, Mario Vargas Llosa, John Banville y Mariana Enríquez son los grandes novelistas de nuestro tiempo. Tiene una inteligencia directa, no rehúye de nada. Acostumbrado a trabajar con las palabras, las recita como si vinieran dadas por un ejercicio intelectual que tienen reflejo en su producción intelectual reunida en Maiakovski punk y otras figuras del siglo XXI, su último libro publicado por la editorial Taurus.
En sus seiscientas páginas, este hombre valeroso, que llama a las cosas por su nombre y que no conoce de adornos, polemiza, crítica, provoca al lector, al que deja en estado de shock. Al mismo tiempo, al cerrar Maiakovski punk y otras figuras del siglo XXI a uno le entran algo parecido a unas razonadas ganas de conocer al autor. Hoy se cumple ese deseo. Christopher Domínguez señala que sus pasiones son dos: releer y subrayar, y confiesa que en este momento de su vida está interesado en el siglo XIX francés y su crítica literaria, “nada de mayor importancia más allá de mi propia felicidad de lector y escritor —los críticos lo somos—. Estoy en los orígenes de la crítica literaria moderna, estudiándolos”.
La crítica literaria es apasionada y erudita
“La crítica literaria es literatura de segundo grado dedicada al examen de la propia literatura”, explica y continúa, “es subjetiva, es apasionada y erudita. Une al lector con el escritor y hace del crítico un mediador. Él mismo hace gran literatura, desde la unidad mínima —la reseña— hasta el tratado más anchuroso. En medio está el ensayo, que es la forma de expresión natural, que no la única, de la crítica literaria. El crítico tiene dos almas: por un lado, es un maestro de lecturas y, por otro, un depredador en la selva literaria”. Al escuchar al autor, es imposible no preguntar por la diferencia entre la crítica literaria y las reseñas de libros. “Lea usted las reseñas del joven Borges”, recomienda, “son reseñas breves y son crítica literaria ejemplar. No es la extensión la que define a la crítica ni a cualquier reseñista, crítico literario”.
De los críticos literarios, el mexicano es uno de los más convincentes, al menos en español. A diferencia de algunos de sus colegas, tiene buena prosa, y como ocurre con la buena crítica, es probable que no pocas de las novelas descritas por él sean más bellas o interesantes gracias a su pluma. Pero, condenado —como lo está cualquier especialista— a predicar qué debería ser un crítico literario y a qué tipo pertenece, Domínguez Michael habla de lo que sucede en México: “La crítica literaria, en cualquier literatura, es obra de pocos autores. En los países hispánicos lo es aún menos, porque nos faltó Ilustración. Pero no le pidan a un árbol que mire el bosque. En México, sin duda, como en el resto de América Latina, los críticos literarios profesionales —no necesariamente académicos— somos un puñado”.
–Claire Armitstead, editora de The Guardian, señala que el mayor problema de la crítica literaria es que no hay ninguna estructura profesional en ella, ¿qué opina al respecto?
–Habría que ver qué dijo exactamente la señora Armitstead. Pero no necesitamos de ninguna estructura profesional, la cual tienen los críticos (buenos y malos) que trabajan en la academia universitaria.
–¿Existen reglas para hacer una buena crítica literaria?
–La crítica no es un método, no tiene recetarios. Es obra de la sensibilidad inteligente, de las ganas de hacer legible un poema o una novela y compartir, con la mejor prosa posible, ese temperamento. Alexander Pope, por cierto, hizo crítica en verso.
Domínguez Michael lleva mucho tiempo trabajando y eso le permite llegar a mucha gente. Sostiene que es un crítico a la antigua, desde hace varios años declaró que sólo lee libros impresos y que el internet sólo lo utiliza para comprar libros. Cuando le pregunto cómo afecta el ciberespacio la labor del crítico él lo tiene claro: “la red permite que las cosas –incluidas las obras completas en 250 tomos de Voltaire– viajen más rápido. Ello no quiere decir que debamos consentir a quien lee poco y rápido. El Twitter es una desgracia para la civilización; me dan risa mis colegas que lo creyeron la puerta al imperio del aforismo. Pero gracias a los medios de hoy, tengo un poco más de lectores. No me quejo y no soy de los que piensan que nuestra época tiene el monopolio de todas las desgracias”, finaliza.
También te puede interesar:
“Inteligencia artificial” es la palabra de 2022 en Iberoamérica
Christopher Domínguez Michael y Luis Fernando Lara nos acercan a las aportaciones revolucionarias de Roland Barthes a la literatura y del español en el México independiente. 📕🖋️
⏯https://t.co/2So4dTuClV
⏯https://t.co/LQdyNsfg7J pic.twitter.com/ZPKyaIHWJH— El Colegio Nacional (@ColegioNal_mx) January 1, 2023