El engaño del maniqueísmo

El precio de la simplificación, de asumir como ciertos los personajes “planos” sin contradicciones inherentes y paradojas, es la pobreza de la realidad
Ivette Estrada una de las raíces de la felicidad: gracias.

Tendemos a simplificar todo, como si el mundo convulso y paradójico nos resultara difícil de conceptualizar y aceptar. Y entonces, una de las estrategias es optar por claro oscuros sin cortapisas que nos ofrecen narrativas más sencillas, pero al unísono menos veraces del mundo.

Entonces todo pasa por una criba fundamentalista: buenos/malos, triunfadores/vencidos, amor/odio. Todo, hechos, ambientes, personas e historia se bifurcan y eliminan matices. La funcionalidad de esta operación sintética es limitar márgenes de conceptualización y discusión, aplanar ideas, desdeñar trasfondos. Es optar por la simpleza.

Sin embargo, pocas veces nos percatamos de las mentiras que el maniqueísmo automático conlleva. Entonces invisibilizamos aristas que pueden resultar relevantes y cambiar radicalmente nuestra percepción. En el afán de volver más comprensible y sencillo todo, nos adentramos en un mundo que no existe y dejamos de lado cuestionamientos cruciales y trascendentales como ¿quién escribe la historia, los triunfadores o los vencidos?

Si no somos capaces de hurgar en las lecturas entre líneas y modificar los juicios tajantes, reduciremos experiencias de vida y nuestra capacidad de construir, imaginar y pensar será muy limitada.

Si. El precio de la simplificación, de asumir como ciertos los personajes “planos” sin contradicciones inherentes y paradojas, es la pobreza de la realidad y la perpetuación de los mitos y prejuicios. También inhibe la capacidad de asombro, innovación y disfrute.

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Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Por ejemplo, la oxitocina, reconocida por potencializar las relaciones armónicas, no es solo la hormona del amor. También una hormona social porque según el ambiente puede desencadenar agresividad.

Científicos del Instituto de Ciencia Weizmann y del Instituto de Psiquiatría Max Planck descubrieron que también puede conducir a un comportamiento agresivo.

Lo descubrieron manipulando la oxitocina en el cerebro de ratones de laboratorio que vivían en condiciones casi naturales mediante un dispositivo instalado en sus cabezas.

Gracias a este dispositivo, pudieron comprobar que la estimulación reiterada de las neuronas de oxitocina puede tener efectos diferentes, tanto de comportamiento prosocial como agresivo, según el contexto social.

La oxitocina es una hormona neuromoduladora de los comportamientos sociales, sentimentales, patrones sexuales y la conducta parental. Su complejidad radica en el hecho de que sus neuromoduladores pueden unir corazones o inducir agresividad.

La nueva investigación enfatiza la influencia del medio ambiente en el estudio de los neuromoduladores sociales y proporciona nuevas ideas sobre cómo utilizar la oxitocina para tratar  el trastorno de ansiedad social y el autismo, hasta la esquizofrenia.

La oxitocina está involucrada en comportamientos sociales como hacer contacto visual o sentimientos de cercanía, pero no mejora la sociabilidad en todos los ámbitos. Sus efectos dependen tanto del contexto como de la personalidad. Si queremos comprender las complejidades del comportamiento, necesitamos estudiar la conducta en un entorno complejo.

Y así ocurre con todo: no podemos catalogar y discriminar al considerar unos pocos elementos perceptibles. Debemos ahondar en mayores datos y observación, debemos aprehender con todos los sentidos, incluso la intuición. La recompensa no es menor: una tajada de realidad.

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