Las mejores películas, las más entrañables, las que se quedan en nuestra memoria para siempre, son las que logran evocar las experiencias más profundas que nos unen como humanos. En eso el director japonés Hayao Miyazaki es un verdadero maestro y lo vuelve a demostrar en su más reciente, y tal vez última cinta, El niño y la garza (2023), ya disponible en plataformas digitales.
Estrenada el año pasado después de siete años de producción, es la segunda película de Miyazaki que gana el Óscar en la categoría de Mejor Película Animada: la primera fue la multipremiada El viaje de Chihiro (2001), que además ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín.
Ambas realizadas en los estudios Ghibli fundados en 1985 en Tokio, y cuyas secuencias llenas de color y fantasía no sólo plasman belleza en cada uno de sus dibujos hechos a mano, sino que hablan de los temas que marcan la vida de todos: el dolor, la muerte, el paso de la niñez a la adultez, el gozo de la conexión genuina con el otro, el mundo espiritual que no alcanza a percibir el ojo mundano, el reconocimiento de una conciencia en todo, el viaje interno de sanación, además de cuestionamientos tan serios como hasta cuándo nos daremos cuenta de la destructiva e irrespetuosa relación que hemos sostenido con la naturaleza.
En El niño y la garza hay una estética en los trazos del cielo y las nubes coloreadas con la luz del atardecer, del fuego que destruye, pero también protege y renueva, de los jardines mágicos con sus árboles, flores y mariposas, de los pericos mutantes, de las lágrimas y el mar. Miyazaki, ganador del León de Oro honorífico en el Festival de Venecia en 2005 por su trayectoria fílmica, reunió a los mejores dibujantes disponibles y supervisó que la obra fuera “perfecta”, ya que, según sus propias palabras, la hizo exclusivamente para que su nieto lo recordara.
El cineasta ha creado 12 largometrajes y al parecer esta será su última película. Lo cierto es que la irresistible adicción del director al cine le ha hecho anunciar en tres ocasiones previas su retiro, para regresar las mismas veces a su lápiz: “No hay nada más patético que decirle al mundo que te retiras debido a tu edad y regresar después”, confesó con humor Miyazaki, pero la muerte de su socio y amigo Isao Takahata y la venta de los estudios Ghibli a Nippon Television parecen indicar que esta vez su jubilación va en serio.
Recreada en la provincia japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, El niño y la garza, una especie de testamento fílmico, es quizá las más personal de las obras de Miyazaki, recogiendo muchas de sus obsesiones. El libro escrito en 1937 ¿Cómo viven ustedes?, de Genzaburō Yoshino, le dio pie al realizador para recrear sus difíciles días de guerra de la infancia y del lapso en que su madre fue hospitalizada.
El niño y la garza: bombardeo y sanación de Miyazaki
La cinta narra la historia de un niño de 12 años llamado Mahito que pierde a su madre durante un incendio causado por un bombardeo y luego se muda con su padre y su madrastra (hermana de su propia madre) al campo, y es ahí cuando su travesía de sanación inicia, guiado, protegido, pero también molestado, por una peculiar garza-duende parlante.
Y aunque se dice que el cine de Miyazaki no es para “todos”, el hecho es que esta cinta ha sido un éxito de entradas a escala mundial recaudando más de 129 millones de dólares y convirtiéndose en la película japonesa más taquillera de la historia. El director de clásicos del anime como Mi vecino Totoro (1988) o La princesa Mononoke (1997) inició su carrera como animador en 1960, colaborando en la creación de series emblemáticas de la generación X, como Heidi en 1974 y Marco, de los Apeninos a los Andes dos años más tarde.
Y aunque la belleza del cine de Miyazaki es innegable, también lo es que lo bello no sólo se encuentra en los momentos felices, sino también en la sangre de un noble pelícano moribundo, en las entrañas de un enorme pez marino o en el fuego que mata a la madre del protagonista, pero que al mismo tiempo le confiere su poder.
En la mitología sintoísta, Kagutsuchi es la deidad que representa la fuerza poderosa del fuego, vinculado a la creación y a la destrucción. Su significado trasciende la simple presencia del fuego, simbolizando la transformación, la renovación y el poder purificador, justo como sucede en El niño y la garza.
El viaje de Mahito lo lleva a los reinos de la vida y la muerte, al universo de un “dios” creador un tanto perverso que necesita heredar su legado, y de fuerzas y seres de todo tipo, que unas veces lo confrontan y otras lo ayudan, mientras observamos su necesidad de salvar a alguien y así redimir la muerte de su madre. Al final todo esto lo lleva a ser capaz de soltar el dolor de la pérdida, cerrar un ciclo y reconciliarse con su propia imperfección para asumir dónde se encuentra su lugar y, sobre todo, que “la realidad está en muchos mundos distintos al mismo tiempo”.
Se sabe que a sus 83 años, la vista de Miyazaki se ha deteriorado, lo que le dificulta la labor de ilustrador, pero su mirada profunda sólo nos dice que su visión se ha trasladado al interior, que hoy sin lugar a dudas es más clara que nunca.
THE BOY AND THE HERON’ releases on 4K UHD tomorrow.
This is the first-ever 4K physical release for a Studio Ghibli film. pic.twitter.com/41iBFv8WMj
— Studio Ghibli Pictures (@ghiblipicture) July 9, 2024