Quizás la mejor carta de presentación de El prófugo (2020), el segundo largometraje de la cineasta, guionista y filósofa de formación Natalia Meta, sea haber sido seleccionado para la competencia oficial del Festival Internacional de Cine de Berlín y como suspirante de Argentina al Oscar internacional.
Inés (Érica Rivas), una actriz de doblaje y cantante de coro, comienza a tener experiencias anormales después de un viaje a México acompañada por su pareja ocasional, Leopoldo (Daniel Hendler), quien en apariencia se suicida al tirarse del balcón de su habitación de hotel después de una escena de celos, acoso y violencia, tras una pesadilla que tuvo ella en el avión en la que la azafata mataba a su novio.
A partir de esa experiencia traumática, una entidad se aloja en la garganta de la cuarentona, para quien la voz es fundamental en su vida. Una compañera de doblaje (Mirtha Busnelli) la convence de que se trata de “un prófugo”, suerte de fantasma que busca dejar el mundo sobrenatural y alojarse en el real.
Inés, como los espectadores de El prófugo, no tiene ya escapatoria, aunque se busque con ansia huir.
La película se inspira en la novela sobre el terror del también argentino C. E. Feiling, El mal menor (1996, FCE), cuyo primer capítulo, de hecho, se titula “Un prófugo”. Meta, licenciada en Filosofía por, la Universidad de Buenos Aires, retoma a esos personajes empeñados en salir del mundo de la irrealidad o de los sueños, que en la novela son nombrados “visitantes” —porque sólo son pasajeros (a diferencia de los malolientes prófugos)— y los reincorpora a la suerte de Inés desde la usurpación.
La adaptación del relato fantástico del malogrado Feiling (muerto a los 36 años en 1997 por leucemia), contado en primera persona por Inés, en la película se centra en los problemas en la voz allanada de la protagonista, interpretada por una actriz con amplio reconocimiento en el ámbito argentino y los festivales internacionales, Érica Rivas, con papeles en la comedia negra Relatos Salvajes (Damián Szifron, 2014), premiada en San Sebastián y La Habana y nominada al Oscar, y el thriller político La cordillera (Santiago Mitre, 2018), estrenada en el Festival de Cannes en la sección Una cierta mirada.
Filósofa y feminista, Meta tiene como punto de partida, más que la fantasía, la violencia que se ejerce hacia la mujer; el acoso por celos de Leopoldo a Inés, que al principio la inducen a las pesadillas que abrirán la puerta a “prófugos”, entidades que buscan dejar la irrealidad para usurpar a sus huéspedes.
El prófugo, en ese sentido del cine fantástico feminista, puede inscribirse en la línea de películas al estilo de las de la primera mujer ganadora de la Palma de Oro en Cannes, Julia Ducournau, con Titane (2021) o Grave (2015), en las que las protagonistas se convierten en máquinas o en antropófagas.
La irrealidad incluso pasa al terreno familiar, cuando Inés recibe sin aviso la visita de su madre, Marta (Cecilia Roth), que abona en la ambigüedad existencial. Además, conoce a un afinador de órganos, Alberto (Nahuel Pérez Biscayart), que viene a desconectar de plano a la mujer del mundo que conocía.
El filme de Meta, El prófugo, que se estrenó en la cartelera comercial y en el circuito de Cineteca Nacional el pasado 15 de febrero, se suma a la lista de obras sobre los usurpadores de cuerpos, ya un subgénero en la historia del cine y de la televisión, como la espléndida miniserie británica Behind Her Eyes (2021).
Pero también, al alojarse la entidad sobrenatural en la garganta de Inés, uno no puede sino recordar sin maledicencia el clásico del cine porno Deep Throat (Gerard Damiano, 1972), en el que una joven es incapaz de tener orgasmos hasta que un ginecólogo descubre que el clítoris lo tiene en la garganta. La protagonista, Linda Lovelace, se convirtió un icono de la industria del porno, aunque mucho tiempo después se conoció la historia de explotación, abuso y violencia que sufrió a manos de su pareja, Charles Traynor. Lovelace, quien murió hace 20 años, escribió su autobiografía, que en 2013 se convirtió en, Lovelace, dirigida por Rob Epstein y Jeffrey Friedman y encarnada por Amanda Seyfried.
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