Insuficiencia renal, sordera, depresión u obesidad mórbida afectaron a grandes músicos como Mozart, Beethoven y Rossini, quienes mostraron en sus obras las emociones que les provocaban las enfermedades, señalaron el crítico y promotor musical Gerardo Kleinburg, colaborador de la Coordinación de Difusión Cultural UNAM y Adolfo Martínez Palomo, integrante de El Colegio Nacional.
El compositor austriaco Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) tuvo que viajar en carruajes. “Desde entonces adquirió una serie de infecciones, entre ellas quizá un estreptococo que pudo ocasionarle fiebre reumática y la consecuente insuficiencia renal que le causó la muerte”, anotó Kleinburg, quien consideró que la afectación renal alteró su percepción y comportamiento.
“La vida de Mozart fue muy difícil desde el punto de vista de su salud, pues pasó la tercera parte de su vida en un carruaje en condiciones muy complicadas en lo sanitario, con una alimentación variada e insuficiente para un hombre muy trabajador”, añadió Martínez Palomo, médico y doctor en ciencias.
El compositor sobrevivió a la viruela, la cual dejó marcas en su cuerpo, pero gracias a los cuidados médicos no quedó ciego. Conservó su carácter inquieto y divertido, con su pasión por las cartas, el billar y un tipo de boliche antiguo, hasta que avanzó la insuficiencia renal que hizo estragos definitivos en su cuerpo y en su música.
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Kleinburg consideró que, en la etapa final de su vida, Mozart —quien vivió 35 años— exploró un mundo más oscuro que se muestra en sus últimas obras. “Tal vez en el Réquiem se puedan encontrar algunos datos de una cierta alteración cerebral”, destacó Martínez Palomo.
Aunque se ha especulado que tuvo un trastorno neurológico llamado Síndrome de Tourette, que consiste en tics motores y fónicos, el médico de El Colegio Nacional aclaró que no es seguro. “En la última etapa de su vida estaba consciente de que se estaba muriendo, tuvo una cierta perturbación mental pero nunca perdió el conocimiento”, señaló.
Beethoven
El genio alemán Ludwig van Beethoven (1770-1827) representa un conjunto de sufrimientos, el más conocido: sordera, la cual se convirtió en un síntoma que afectó su música, señalaron los ponentes quienes participaron en “El Aleph, festival de arte y ciencia” organizado por la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM.
“Tuvo una vida muy difícil desde que empezó con la sordera, pero no solo eso. Padeció un problema intestinal que lo recluyó en cama durante mucho tiempo, desde que era joven, y lo acompañó hasta su muerte. Él murió de una cirrosis hepática por el alcohol que ingería”, comentó Martínez Palomo.
Bethoveen fue triste y solitario, siempre en busca de una compañera, además de que repitió el alcoholismo de su padre que lo golpeaba y explotaba para que trabajara. Pero tuvo una voluntad férrea para componer y continuar su carrera.
“Genéticamente tenía predisposición al alcoholismo, pues su padre y su abuela habían sido alcohólicos, y su madre murió de tuberculosis”, anotó Kleinburg.
Martínez Palomo refirió que gracias a la sordera pudo hacer los últimos cuartetos y la Novena Sinfonía, pues estar totalmente recluido de las influencias externas le permitió hacer música diferente.
“A Beethoven lo que más le preocupaba de su sordera era que lo avergonzaba. Su sordera deviene en música de manera muy puntual: busca cada vez más acordes estridentes, recurre más al fortissimo como si quisiera producir en la orquesta sonidos que alcance a escuchar”, señaló Kleinburg.
Esos sonidos, ríspidos y extraños para la gente de su época, prácticamente ya no los escuchó, pero propuso el recorrido del teclado del piano por la evolución técnica del instrumento y para buscar las frecuencias que todavía alcanzaba a escuchar, comentó el crítico musical.
A su vez, Martínez Palomo aseveró que le molestaba el tinnitus (sonido de un timbre en uno o ambos oídos) causado por la sordera; esto lo volvió más irascible y colérico.
El compositor italiano de ópera Gioachino Rosinni (1792-1868) fue un hombre desafortunado en el aspecto personal, a pesar de su exitosa y famosa carrera. Padecía obesidad mórbida y un gran apetito que le dio fama de gourmet, incluso con un recetario propio.
Al comentar la polémica entre si padecía trastorno bipolar o depresión profunda, los ponentes coincidieron en que Rossini manifestó esta última de manera crónica. “Tenía compañía, fama, dinero, amigos, pero estuvo prácticamente la mitad de su vida sin hacer nada”, dijo Martínez Palomo.
Kleinburg puntualizó el trastorno bipolar porque en su música hay una obsesión por los patrones musicales, mientras que Martínez Palomo comentó que prevaleció la depresión.
Rossini también padeció uretrosis (con la necesidad de usar una cánula para poder orinar), gonorrea y cáncer de recto. Su enfermedad depresiva trajo un silencio que los ponentes consideraron trágico en la historia de la ópera.
Más ciencia que ficción
En El Aleph, Moshé Shoham, profesor emérito del Instituto Tecnológico de Israel, ofreció la conferencia magistral “En el horizonte de la robótica médica” y expresó que la robótica médica es una realidad con amplio potencial que funciona en diversos países desarrollados, está en pleno desarrollo y cuenta con al menos diez prototipos de robots que suplen, y mejoran las labores médicas de cirugía, los cuales comienzan a popularizarse en el mundo.
Los más populares funcionan de manera remota y básicamente siguen los movimientos de las manos del cirujano, quien físicamente está lejos del paciente y en el futuro podrá ubicarse incluso en otro país, explicó el también cofundador y socio de la empresa Mazor Robotics Ltd.
“Estos equipos, como nuestro Sistema Da Vinci, son una forma de operar que puede dar soluciones a distancia, y ya se utilizan de forma comercial en varios países desarrollados”, señaló el ingeniero.
Otros robots asisten a los médicos y les indican dónde operar antes de realizar cualquier incisión o estar cerca de alguna zona delicada, como nervios de la columna vertebral, vasos sanguíneos del cerebro o regiones cercanas a un tumor. “Con estas tecnologías en el futuro podemos primero ver, luego planear y después hacer”, todo de una forma muy estudiada y precavida, señaló.
Detalló que varios de los robots desarrollados en su compañía fueron transferidos al mercado, funcionan a nivel comercial, y aunque hay otros que aún son prototipos, estarán listos en los próximos años. Funcionan en tres campos: cirugía, rehabilitación y dispositivos dentro del cuerpo.
Por ejemplo, Mako sirve para reemplazar parcial o totalmente la rodilla y también ayuda con problemas de cadera. Mazor, del tamaño de una lata de refresco, es pequeño para ponerlo en la columna vertebral y corregir la hernia discal, que se atiende de manera convencional al colocar dos tornillos entre dos vértebras que se fusionaron.
“A veces quedan los tornillos chuecos después de una cirugía y se dañan los nervios en el 10 por ciento de los casos, pudiendo causar parálisis”. En cambio, con una imagen previa del sitio afectado se elige la zona a intervenir y el pequeño robot pone el tornillo de forma precisa, acotó.
Estos robots de nueva generación son menos invasivos, porque hacen incisiones pequeñas y usan menos radiación. “Hasta ahora este modelo Mako se ha utilizado en 50 mil casos en varios países”, comentó.
Los más modernos son en miniatura y están hechos para colocarse dentro del cuerpo humano. Hasta ahora se han probado en modelos animales y en laboratorio. Semejantes a diminutos insectos pueden recorrer el intestino o drenar el organismo de una persona con hidrocefalia, concluyó.
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— Sala de Prensa UNAM (@SalaPrensaUNAM) June 1, 2021