María Fernanda Cabrera vibra de emoción cuando relata su experiencia como danzante de Flor de Piña en la Guelaguetza y no duda al asegurar que el huipil de la celebración es su otra piel.
“Esperé tanto la llamada de selección que los días son eternos. Cuando por fin me llamaron, la emoción no se compara, estaba realizando mi sueño de bailar en la Guelaguetza: ya visualizaba el auditorio, las sonrisas, los gritos, los aplausos y la emoción del público”, relata Cabrera, quien ha participado tres veces desde 2008.
Su emoción refleja el sentimiento que genera a los jóvenes artistas saberse participantes en la Guelaguetza, uno de los eventos culturales más importantes de México, que llega este julio como brisa fresca para renovar los ánimos, despejando el denso ambiente de la política nacional y de la sobreexposición que se vive rumbo al proceso sucesorio de 2024.
Los participantes en las diversas delegaciones llevan dedicando gran parte de su tiempo, y en muchos casos de su vida, para dar lo mejor de sí. “Los seis meses de preparación se pasan volando, cada ensayo, cada tobillo inflamado o dolor de espalda te acercan más a julio y la emoción crece”, comenta María Fernanda.
Parte fundamental de los participantes es mostrar al mundo entero con orgullo la cultura de su pueblo. “Lo más importante es valorar y querer el huipil que llevas puesto, es tu otra piel”, dice emocionada María Fernanda. Y en efecto, la multiculturalidad de la Guelaguetza se aprecia a través de los 16 pueblos originarios que participan, cada uno con su basto folclor y tradiciones.
Este año el festejo ha arrancado bien: según datos de la Secretaría de Turismo estatal, llevan vendido más de 97 por ciento de los boletos, y la ocupación hotelera se espera en 82 por ciento con la visita de más de 129 mil turistas.
La alegre energía de los lunes del cerro y su octava genera un ambiente de festivo, único; los músicos y artistas sienten vibrar sus sentidos producto del júbilo y la emoción de la audiencia. Mejor no lo puede expresar María Fernanda: “avancé al ritmo de la música como tantas veces ensayé, pero ahora 11 mil personas te ven, escuchas hasta tu corazón en los oídos”.
Tanta alegría de nuestras tradiciones sólo se produce en fiestas como la Guelaguetza, construye un sentimiento de unidad y orgullo por Oaxaca y por México. Un momento, tal vez fugaz, de felicidad colectiva, por vernos unidos en un sueño de comunidad y fraternidad, opinan los participantes.
El sueño de la Guelaguetza se cumple para artistas como María Fernanda, que difunden la cultura con orgullo; para cientos de artesanos, que venden bellas figuras de barro negro; los restaurantes con la deliciosa gastronomía tradicional y, claro, los miles de asistentes que disfrutan una fiesta que celebra sus raíces y su ser.
Adiós a Paulina Solís
Este 2023, cuando cumple 65 años el popular baile Flor de Piña que representa a la región del Papaloapan en la Guelaguetza, su inventora, Paulina Solís, murió a los 98 años.
La maestra Paulina fue una mujer comprometida con la educación. En 1967 fundó la Escuela Primaria Apóstol de la Democracia; en 1970 creó la primera telesecundaria en la región de la cuenca del Papaloapan; para 1971 promovió la fundación del Centro de Educación Básica para Adultos que lleva el nombre del ex secretario de Educación oaxaqueño Víctor Bravo Ahuja.
En 1958 el entonces gobernador Alfonso Pérez Gasca encargó al municipio de Tuxtepec un baile que representara la región del Papaloapan y la creación de la coreografía recayó en la maestra Paulina.
El lunes 21 de mayo de 1958 se presentó por primera vez el baile Flor de Piña, generando desde entonces el aplauso y el cariño del público.
La maestra recibió diversos reconocimientos por el baile y por su incansable lucha por llevar educación a la zona del Papalopan en Oaxaca, como el premio Laurel de Oro, entregado por el Senado, o el billete de Lotería Nacional impulsado por el gobierno de Tuxtepec en 2021, encabezado por Irineo Molina.
Su partida deja un vacío muy grande en la cultura y las artes oaxaqueñas.
