Uno aprende a dibujar a los individuos por misantropía.
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El ajedrez se inventó para que hablemos con nosotros mismos.
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Vivir, morir, nacer.
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El alma del individuo es un viajero que no puede salir de la playa rodeada por rocas.
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Una línea de blancura cruza toda la memoria, pese a que pocos puedan atisbarla.
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La sensación de pérdida nos visita sólo cuando esperamos alguna retribución de la experiencia.
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Hoy no he pensado en lo que perdí.
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Las palabras se juntan para decirnos que es indispensable juntarse para decir.
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Nos constituye la ausencia de tantos que nos caminaron por encima del cuerpo y la sombra.
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Los lobos nunca salen a pasear.
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El camino de piedras nunca suele ser la primera opción de ningún viajero.
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Opinar es el oficio más peligroso del mundo porque revela el pensamiento y la esperanza.
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Escribo de noche para mirarme con la menor nitidez posible.
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Sólo la garganta que carraspea es confiable.
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El temor auténtico siempre se experimenta por primera vez.
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Hay un arte de hacer, así como hay uno de no-hacer.
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Recordar es una medicina natural.
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Se sabe si se tuvo suerte décadas más tarde, justo después de que se olvida lo que eso significa.
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Uno debe asomarse a sí mismo tantas veces como sea necesario para comprobar que el abismo que nos obsequiaron al nacer se mantiene intacto.
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Nunca se sabe si somos muleta, bastón o la enfermedad que impide caminar.
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Borremos los pretextos que estorben a nuestro propósito de estorbar a otros.
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La noción del “tiempo perdido” es otra ilusión del tiempo.
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Seamos agradecidos con nuestros maestros y jamás mencionar que nos cruzamos en su camino.
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El brote de laberintos en el mundo atiende a la polinización de sentimientos confusos.
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Uno siempre es una propuesta, aunque se ignora para qué, por qué o con qué finalidad ―si es que alguna.
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La ilusión del autocontrol inicia como un trago de felicidad y cierra con un golpe de amargura.
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Perderse es un privilegio de los que caminan a solas.
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Dejemos que los jóvenes sueñen: es lo único que tendrán en esta vida.
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Debemos intervenir en la vida de los otros como quien manipula un mecanismo de relojería.
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Cada acto que realizamos implica cortar el cable rojo o el cable azul.
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Lamento mucho si Usted ha leído algo de lo que escribí, no fue mi intención herirlo.
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Si resulta inexplicable, entonces es real.
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Madrugar es una solución de ansiosos.
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Para hacer el ridículo, a menudo, no hace falta hacer nada.
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Sembrar un misterio es el mejor obsequio que puede hacerse a otra persona.
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La máxima rebeldía es la flotación libre, lejos de la obligada estructura que nos imponen desde el nacimiento. El ocio se le parece, aunque puede flotarse con la cercanía de máquinas que nunca se detienen. Esta flotación es un estado mental.
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Cualquier acción que se ejecute es “bajo nuestro propio riesgo”, es innecesario que nos lo recuerden.
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La pregunta: ¿nos escucharía aquel que fuimos?
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A la pregunta de quién eres, le respondí: “soy uno que recuerda”. Y no lo olvido.
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La verdadera palabra para designar a los fantasmas es la siguiente:________.
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No “conoces a una persona”, sino que entras en contacto con la totalidad de una psique.
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Uno puede suicidarse hasta que muere su madre.
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La lógica es la mejor trampa para cazar ratas.
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Ninguna moneda se sabe morralla.
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Quienes aspiran a “llegar muy lejos” ignoran que ese mismo camino se recorre de vuelta.
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Los individuos que admira una persona son las prótesis de esa persona.
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Lo que llaman “vida” es otro lapso.
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Las estrellas siempre están por encima de nuestra cabeza y no puedes mirarlas a los ojos.
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Las omisiones de otros serán los maderos que usarán para crucificarnos.
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También archivamos a las personas.
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Madrugar es una solución de ansiosos.
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Para hacer el ridículo, a menudo, no hace falta hacer nada.
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Sembrar un misterio es el mejor obsequio que puede hacerse a otra persona.
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La máxima rebeldía es la flotación libre, lejos de la obligada estructura que nos imponen desde el nacimiento. El ocio se le parece, aunque puede flotarse con la cercanía de máquinas que nunca se detienen. Esta flotación es un estado mental.
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Cualquier acción que se ejecute es “bajo nuestro propio riesgo”, es innecesario que nos lo recuerden.
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La pregunta: ¿nos escucharía aquel que fuimos?
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A la pregunta de quién eres, le respondí: “soy uno que recuerda”. Y no lo olvido.
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La verdadera palabra para designar a los fantasmas es la siguiente: _______________.
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No “conoces a una persona”, entras en contacto con la totalidad de una psique.
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Uno puede suicidarse hasta que muere su madre.
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La lógica es la mejor trampa para cazar ratas.
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Ninguna moneda se sabe morralla.
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Quienes aspiran a “llegar muy lejos” ignoran que ese mismo camino se recorre de vuelta.
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Los individuos que admira una persona son las prótesis de esa persona.
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Lo que llaman “vida” es otro lapso.
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Las estrellas siempre están por encima de nuestra cabeza.
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El silencio es la montaña más elevada que pueda hallarse.
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Al intersectar con la vida de otras personas se generan vectores, y éstos, a su vez, se intersectan entre sí mismos y generan prisiones.
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La muerte, y no la imaginación, fue el obsequio de Dios a sus criaturas.
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Necesitamos las puertas falsas, tal y como el aire que respiramos.
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La corriente eléctrica es invisible tan sólo en tu cabeza.
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El uso de la palabra ‘suficiente’ es la manera más amable de distinguir a una persona de otra.
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Vivamos el fracaso tal y como intuimos que sucedería: plenamente.
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Paradójico que ninguna religión haya generado ritualidad para despedir a los ausentes vivos.
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Mi único consuelo es que no habrá ninguno para nadie.
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Nos ocurre la vida bajo una cascada de agua helada, pero se nos permite mover los brazos para simular que es un gozo.
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El que de verdad es sombrío, no necesita de ningún sol.
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Elegimos hacer lo que nos oculta.
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El talento puede medirse por el desagrado que suscita en individuos con habilidades semejantes.
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La escritura es un camino en el que lo pierdes todo y más.
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Arruinemos nuestra primera oportunidad lo antes posible para acceder a la segunda, por lo común luminosa y oracular.
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Lo que disfruto se fuga antes de poder tocarlo y a eso debo llamar ‘felicidad’.
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Huyan de quienes pronuncian “es que así ha sido siempre” y pretenden que esa sea la última palabra.
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La frase “comenzar de nuevo” ha matado a más que las drogas.
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Lo que nos revela el paso del tiempo es una inquebrantable voluntad de equivocarnos.
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Ninguna otra especie habría podido inventar la expresión “tontos útiles” para referirse a sus semejantes.
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Toda camada tiene algún cachorro que se pegó mal o poco a la teta de la madre, y entonces la buscará afanosamente.
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No se recuerdan los eventos tal como sucedieron, sino las sensaciones que produjeron en nosotros.
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Los hábitos revelan a los otros, así sea de manera imperfecta, la textura de nuestra vida interior.
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Sírvase de cualquier teoría en caso de aburrimiento.
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Tienes el “control de la situación” cuando ya no existe.
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Uno nace de la madre, pero termina por ignorar lo que hará el minuto siguiente.
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Recordamos por segmentos porque vivimos segmentados.
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Los individuos se desaniman al no comprender, como si pudieran hacerlo de algo.
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La infección en los ojos por leer aquello que no debemos se extiende al cerebro.
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Asociamos el acto de equivocarnos a la sensación de un bocado de polvo. No es polvo, es ceniza. Adivina quién ardió en llamas.
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A menudo sólo hay una solución: rehusarse a nacer.
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Si falleces al momento de estornudar, ¿vuelves? ¿O te retiras empujado por una mano de aire?
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Cada letra guarda un secreto que, a su vez, sólo puede ser expresado en las letras que lo resguardan del entusiasmo analfabeto.
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Los aeropuertos son entrañables al nutrir la ilusión de que las personas desaparezcan por una puerta y no vuelvas a encontrarlas.
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No es admirable crear un problema en donde no lo hay, aunque se requiere talento para que otros crean que es una “solución”.
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Una piedra sobre otra piedra es una piedra.
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La ruina personal se vive como un evento discreto, en el que nos arreglamos con fineza el nudo de la corbata frente a un espejo que nos confirma que nada sucede.
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Esperaba una señal del cielo sin saber qué es una señal, el cielo o la espera.
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Lo poco que somos expresado en un puño de polvo que cae de una mano sin interés por retenerlo.
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Disfruté ser un escritor. Ahora, sólo escribo.
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Ningún cepillo se esconde por voluntad propia en el taburete de los aromatizantes.
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La sinceridad es una descortesía, no importa en qué proporción.
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En el mundo no hace falta humildad, sino quienes la practiquen.
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Todas las historias de amor están entrelazadas porque la fuente y destino del sentimiento que las anima es el mismo.
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Si puede escribirse entonces nada de lo sucedido ocurrió de manera gratuita.
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A cierta edad apenas quedan energías para evitar que se disperse tu sombra.
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Quien se obstina en considerar que la amistad debe ser recíproca, no la conoce en su punto más alto.
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Las personas se atemorizan de atestiguar una convicción ajena. Ahora resultan inaccesibles y remotas, semejantes a un milagro.
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Nunca la expresión “hoy en día” había sonado como una desacreditación sin necesidad de análisis.
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Un escritor se preserva como un menor de edad, no importa si su camino es decidir la suerte del mundo.
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No alcanzan las tintas del mundo para siquiera esbozar la arqueología de un solo sentimiento humano.
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Las copas de los árboles se mecían con su canto. La visión era aterradora, lo mismo que aquella música, intolerable para cualquiera nacido en el mundo.
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No sólo importa el grano. La paja es necesaria para embotar el juicio de quienes creen que no existe el grano.
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Cualquier trivialidad dicha por uno que se retira de la solapa las moscas suena a tema relevante.
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Debe leerse en la adolescencia, más que en ninguna otra etapa de la vida, porque su generosidad nos permite entusiasmarnos con los errores de otros.
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El escritor aspira a lograr una línea, una sola, que suene como si hubiese sido creada en el primer amanecer del mundo.
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Es natural que la gran literatura no venda porque fue creada antes de que se inventara el comercio.
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Nuestra fascinación por la ceremonia del reinicio nos vuelve expertos en las ocasiones perdidas.
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Las cortinas que iluminan la estancia con el amor de un maestro holandés deben preservarse con la misma fineza.
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El arte es el espejo que Dios obsequió a los individuos nada más expulsados del Paraíso.
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La circunstancia aporta las letras para escribir la palabra “héroe”.
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Se celebra la fiesta del cumpleaños como una invitación a desaparecer.
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Los que presumen sus “lecturas de la realidad” apenas se entienden con la lengua que les permite balbucear su nombre.
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El tiempo del mundo aplasta cualquier reloj personal hasta dejarlo como un objeto irreconocible.
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El cinismo ejercido como un arte es una forma no reconocida de la valentía.
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El que maneja la ambigüedad con disimulo profesional puede realizar cualquier trabajo.
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El arte del buen vivir puede llevarte a elegir la muerte como única opción.
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Nadie te advierte que serás el remedo de ti mismo pasados los años.
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Para ser un impertinente debe ponerse atención a lo que hacen los otros con la intención de arruinarlo. No es un arte fácil.
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Lo que vive el escritor no lo vive el organismo biológico que lo hospeda.
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Cada día perfeccionamos explicaciones para asuntos sin resolver que la noche desanuda con la gentileza de un oleaje. Es hora de comenzar.
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Hay taquicardias que se viven con el corazón de otra persona.
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Una sobremesa larga revela con claridad a quienes tienen miedo de volver a la soledad de sus vidas.
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Un escritor puede erigirse en una amenaza si logra no serlo para sí mismo, en principio.
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Una lágrima es cualquier océano.
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El cerebro se agripa y aquí demasiados estornudan peligrosamente.
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El mundo está fisurado de tal modo que si no entras en un lugar entras en otro, y a nadie le importará.
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La parte más gozosa del envejecimiento es olvidarse de preguntar.
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Si te olvidas del abismo es porque ya caminas en el fondo.
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Las personas aman la palabra “oportunidad” sin saber que es la que produce más padecimientos nerviosos.
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La belleza es relativa hasta que en la primera cita confirmas los peligros de la fotogenia.
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Nos brotan las canas para advertir a nuestro interlocutor que debe esmerarse en mentirnos.
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Daría cursos de autoayuda a personas para quienes la única forma de ayudarse es la desaparición.
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Lograr una complicidad a toda prueba a lo largo del tiempo es más difícil que hallar el amor de tu vida.
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También se suelen necesitar lentes en el cerebro.
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No aportemos al mundo únicamente lo que nos sobra (eso sería mezquino), sino también lo que sobra a otros sin saberlo.
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Las selfis nos ilusionan con la posibilidad de mirar a la persona que aparece en ellas.
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Que cada uno se arroje a su destino luego de confirmar que no había ninguno para nadie.
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Olvidar es una disciplina artística porque recordar lo que se vive es un defecto de la memoria.
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La ley de la gravedad también es una hipótesis de trabajo.
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Hallar la felicidad, ganarse la vida, amar a otra persona, envejecer, es fácil. Agregue “con dignidad” a cada opción y entonces mida lo lejos que se encuentra de ello.
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Cada que presumen algo con mezquindad me digo en silencio que esa persona también morirá.
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Fue una generación de payasos que se rehusaron al uso del maquillaje: a rostro lavado, cada día, decenas de simpatías involuntarias.
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Mi padre tenía razón: no había demasiado que hacer porque nunca lo hay.
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El estado del mundo es tan delicado que ignoras lo que podría suceder si pagas el café con monedas o un billete.
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El mundo actual ocurre sobre una barra de jabón.
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Aplaudimos porque nos genera la sensación de que el mundo atiende a nuestros deseos y además los otros pueden percibirlo.
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No podemos elegir a nuestros interlocutores, pero sí determinar si los dejamos hablando solos.
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Nos seduce la forma, pero más aún la multiplicidad de la forma.
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Atisbar una idea de la “humillación” es imposible para quien la ejecuta como una actividad cotidiana. Se esconde a sus espaldas.
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Como cualquier otro miserable, anhelé lo mejor para mí y para todos los que llevo dentro —que no dejan de aparecer.
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Siempre hay un paredón en uno de tus flancos. Ahora lo sabes y lo puedes contar a otros.
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El presente es un camino de neblina y acantilados en el que todos avanzan ebrios. Nos vemos abajo.
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Verdades a precio de hueso humano.
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Quien tiene un destino de lector lo consumará, aunque le saquen los ojos.
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Mejor acuchillemos a la persona antes que recargarle el peso de una soledad.
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Ya era un viejo ridículo desde la adolescencia.
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Ese que llamas tu cuerpo es otra estación de paso.
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El Escritor no “escribe”, a la manera de las personas ordinarias: acuña combinaciones de palabras, que a la vez son conjuros de vida y experiencia, para las generaciones siguientes.
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No somos una especie que se distinga por saber lo que hará el minuto siguiente.
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No acaba uno con la nariz rota por escribir mal; al contrario, escribimos porque nos hemos roto la nariz y no tenemos ningún lugar al que ir.
(A Maksim Gorki, Yalta, 18 de enero de 1899). pic.twitter.com/EomXkR4gsG
— Lius Bagiruni (@Luis_Bugarini) November 1, 2022
