Iron Maiden funde metal del pasado futuro en México

La banda británica ha consumado otra visita pincelada con rock duro, sombreros de charro y peluches de Winnie Pooh, coronado todo con la pesadilla de omitir “The Number of the Beast” y “Run to the Hills”
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Sombreros de charro y peluches en la tocada ante 52 mil almas. Foto: Alfredo Campos Villeda.

Los sueños de grandeza más delirantes para el joven macedonio Alejandro de su padre, Filipo II, y de su mentor, Aristóteles, se quedan cortos si se piensa que acaso iban en el sentido básico de verlo como el mayor conquistador de la historia y no como el héroe de una canción, unos 2 mil 300 años después, interpretada en una lengua vulgar y coreada por 52 mil almas metaleras en un extraño país aún no descubierto por los navegantes europeos de entonces.

El cantante Bruce Dickinson se ha permitido una licencia y ha ajustado la forma inglesa Alexander The Great por una combinada con español, Alejandro The Great, para satisfacción de una legión de adoradores de Iron Maiden y su mascota, Eddie, que se dieron cita en el ex Foro Sol para una nueva cita con el rock puro que incluyó esa rola en un set list de altibajos con el que consumaron su parada como parte de la gira The Future Past.

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Bruce Dickinson oficia ante la multitud. Foto: Iron Maiden.

Y es que el universo de Iron Maiden, a diferencia de sus colegas de subgénero, abarca más que la oscuridad, los hechiceros, los seres malignos, el ruido y los demonios, aunque también incluya todos esos temas. Acá hay historia, mitología, literatura, ciencia ficción y hasta homenajes, como su preámbulo con la rola “Doctor Doctor” de UFO y “Blade Runner” de Vangelis, antes de pasar a un viaje en el tiempo con “Caught Somewhere in Time”.

Dickinson se ha ataviado como vagabundo de San Francisco, con una gabardina raída, la canosa cabellera sujeta y unos lentes oscuros de soldador que no le impiden recorrer el escenario, incansable, gestualizando y motivando con los brazos a la multitud que lo aclama y responde convencida a las instrucciones del oficiante, siempre sonriente y lleno de energía que conserva la voz para cumplir con dos horas de concierto.

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El líder de Iron Maiden en el ex Foro Sol. Foto: Ocesa.

Ahí está Steve Harris, el cerebro fundador de la británica Doncella de Hierro en 1975, con su bajo incomparable y sus tradicionales pantalones de pescador que lo identifican desde tiempos inmemoriales, acompañados por sus tres guitarristas, Dave Murray, Janick Gers y Adrian Smith, más el carismático baterista Nicko McBrian, uno de los consentidos de la afición mexicana que tiene la buena costumbre de ver a Iron Maiden en sus constantes visitas a México. “Nos vemos en dos años”, advierte Dickinson antes del encore.

Chelas a 180 varos, cero lluvia y boletaje agotado. “Stranger in a Strange Land”, “The Writing on the Wall”, “Days of Future Past”, “The Prisioner” y “Death of the Celts” consuman la primera mitad de la tocada, que deleitará el exigente paladar de la multitud conocedora con el arranque de la conclusión mediante “Can I Play with Madness”, “Heaven Can Wait” y la mencionada “Alexander the Great”, que deja el terreno listo para la clásica “Fear of the Dark”, que pone a cantar al ex Foro Sol a una voz y el remate obligado de Dickinson: “Scream for me, Mexico”, que adoptó desde la versión en vivo de esa rolota, evocadora de los cuentos de Hoffmann, para el legendario concierto en Río de Janeiro.

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Steve Harris, bajo y fundador de la Doncella de Hierro. Foto: Ocesa.

El cierre con la pieza homónima, “Iron Maiden”, hace soñar a los súbditos de la Doncella con un encore espectacular, porque esta vez la banda ha omitido en el set list básico algunas canciones indiscutibles en toda presentación, pero la sorpresa es mayor cuando vuelven con dos clásicas entre las tres de remate, “The Trooper” y “Wasted Years”, y nada más. Se ha hecho realidad la peor pesadilla de un fan de la banda: ni “The Number of the Beast” ni “Run to the Hills” ni “Two Minutes to Midnight”. Ya no se diga “The Clan’s Man”.

Y ni cómo soslayar el corto circuito provocado por la imagen de los músicos concentrados en su despliegue creativo e interpretativo de metal puro, con prendas de piel y mezclilla, playeras sin mangas y botas, tatuajes aquí y allá, combinados esta vez con sombreros de charro y, sujetos a la parte frontal de la batería, un par de ejemplares de peluche de Winnie Pooh, colados para figurar toda la noche en las pantallas gigantes detrás de Dickinson.

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La escala de La Bestia en Ciudad de México. Foto: Alfredo Campos Villeda.

La Bestia, la noche del miércoles, ha fundido metal del futuro pasado, pero incurriendo en omisión de pesadilla.

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