Algunos conceptos se muestran cercanos no por teoría sino por experiencia; otros resultan silenciosos, incomprensibles, inertes o punzantes. Algo similar ocurre con la experiencia literaria, hay obras que remueven las fibras de nuestra parte más profunda, otras que pasan ligeras, algunas representan la franca incapacidad para asirlas, varias se vuelcan inciertas, otras tantas laten transgresoras y gritan su resistencia de cara a los embates de la realidad.
En cuanto a la hibridez se acerca con peculiaridad a un acto irreverente, tal como el propio concepto híbrido lo es. En este sentido, Néstor García Canclini acude al término desde ese enfoque en el libro Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad: “¿Cómo saber cuándo cambia una disciplina o un campo del conocimiento? Una manera de responder es: cuando algunos conceptos irrumpen con fuerza, desplazan a otros o exigen reformularlos.”[1] La fusión es el principio fundamental para aludir a la hibridez, es en la mezcla, en la unión de modos, temas o áreas que parecían lejanas donde se encuentra la base sobre la cual emerge lo híbrido.
En las letras mexicanas una obra se aprecia como antecedente directo de la literatura híbrida: el taller de creación colectiva a ocho manos propuesto en 2004 por la escritora Aura Estrada a sus colegas Gabriela Jáuregui, Laureana Toledo y Mónica de la Torre. La idea era la escritura de un breve texto, imagen u objeto –real o metafórico– proveniente de las calles donde habitaban: Nueva York, los Ángeles, Londres y la Ciudad de México, cuyo método de trabajo Estrada sintetiza de la siguiente manera a través de una carta que se lee al comienzo del artefacto literario:
Voy al meollo del asunto, que es muy simple: impulsar nuestra creatividad por medio del trabajo colectivo y de colección. Formar una colectiva de palabras bajo cualquiera de sus formas: la gráfica y sonora, la ficción y la no ficción, la poesía y la antipoesía y otras que vayan saliendo en el camino. El propósito a largo plazo es divertirnos productivamente y con un poco de seriedad.[2]
El resultado se materializó en el híbrido literario Taller de taquimecanografía, publicado por Tumbona en 2011 e integrado por cinco apartados en los cuales el lector oscila entre textos a máquina de escribir con distintas disposiciones, tipografías, imágenes, diapositivas, anuncios publicitarios, hojas que evocan los probablemente hoy en desuso ejercicios de mecanografía, etcétera, todo dispuesto en una especie de collage artístico-literario cuyo fundamento lúdico se aprecia paradigmático en principio por participar de varios procesos que rompen con la supremacía lineal de la lectura para penetrar en el universo de la experimentación.
Además, se adiciona la conjunción de voces y miradas que logran difuminar el sentido identitario de cada escritora, lo que desintegra la imagen autorial como eje predominante de la creación artística, permitiendo así que la conformación del colectivo halle una dimensión homogénea en la intención, pero particular en el mensaje. Evidentemente, las autoras van más allá de los conceptos taller, escritura o autor. Como Laura Freixas afirmara, a lo largo de la historia la mujer ha ocupado el sitio de objeto o inspiración del fenómeno literario, mientras el hombre ha sido su sujeto. Con la propuesta colectiva del taller de taquimecanógrafas se evidencia la necesidad de salir de los márgenes literarios para dar cuenta de la validez creativa femenina dispuesta en la zona experimental.
De tal manera, el artefacto narrativo se convierte en un híbrido concebido desde la denominada literatura en acción o performance literario, entendido como una voz radical de cara a los movimientos literarios configurados únicamente por escritores que, consciente o inconscientemente, excluyeron a escritoras: “En ese momento, recuerdo, Aura –aunque sin resentimiento– señalaba la atención desmedida que se daba a escritores masculinos. Grupos como el Crack, McOndo y todo eso. Hombres, hombres, hombres… El sentimiento era que las mujeres podían ofrecer grupos más radicales, menos comerciales, experimentales. Fue una especie de manifiesto en acción.”[3]
Desde este enfoque, la hibridación literaria lograda por las talleristas taquimecanógrafas se comprende a manera de manifiesto en acción por representar la ruptura con los formatos literarios convencionales sobre los cuales se concibe una mirada unívoca respecto al proceso creativo individual, cuya soberanía proviene de un falaz concepto de originalidad. Tal transgresión es un arrebato de libertad, es decir, un jardín repleto de pétalos irreverentes articulados como referente de las actuales apuestas vanguardistas del siglo XXI que, herederas del legado de los movimientos artísticos de ruptura del XX, interpretan favorablemente el sentido y las opciones que brinda la colectividad creativa.
Otras obras podemos añadir a este primer recorrido por la hibridación literaria, pero por ahora considero oportuno concluir con la afirmación que descubro en la literatura. Un sí sonoro más cercano de lo que creemos a la cotidianidad que nos circunda. Me resulta un jardín cuyos pétalos son origen de sentidos que anidan encuentros y desencuentros. Así, este espacio se inaugura con el pétalo de la afirmación por ser el principio para dialogar, crear puentes y compartir más que el goce literario, la vida misma.
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Elogio del poeta Gabirol
[1] García Canclini, Néstor. Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. (México: Random House Mondadori, 2009), I.
[2] Estrada, Aura et. al. Taller de Taquimecanografía. (Tumbona: México, 2011), 6.
[3] Guillermo Núñez. “Premio Aura Estrada”, La Tempestad https://www.latempestad.mx/premio-aura-estrada/
📗 @Vanessalondonol (Colombia, 1985) es maestra en Escritura Creativa por la Universidad de NY. Su trabajo ha sido publicado en medios como @malpensante, @VICEenEspanol y @AmerQuarterly. En 2017, obtuvo el Premio Aura Estrada y el Premio Nuevas Plumas de la FIL Guadalajara. pic.twitter.com/6aNeKVWwMg
— Editorial Almadía (@Almadia_Edit) May 21, 2021