José Agustín, como otros de su especie tipo Etgar Keret, nunca dejó de ser un adolescente inquieto, rebelde, roquero por pertenencia generacional y con ese ánimo juvenil, vigoroso y aventurero ha escapado por la ventana, igual que su personaje principal en De perfil, esta vez para no volver. Ha muerto el gran precursor de la Literatura de la Onda a los 79 años y sus deudos literarios, cosa poco vista, rinden homenaje unánime y agradecen su influencia.
¿Que a él no le gustaba eso y renegaba de la etiqueta? Pues sí, el de Acapulco refutaba el concepto y se entusiasmaba, en contraste, con todo lo que implicaba disidencia, cierta anarquía lo seducía y desde aquella obra citada lo deja firme con el tuteo del héroe a sus padres. Cofunda por eso, pese a su resistencia lingüística, una corriente que reúne a Gustavo Sainz, Parménides García Saldaña, Héctor Manjarrez, José Joaquín Blanco y algunos nombres más. La etiqueta ayuda a clasificar y al estudio histórico de la tradición literaria. Ni modo.
Porque sí hay puntos que unen la obra de esos chicos de entre 18 y veintitantos años que están naciendo a la vida adulta en medio de una efervescencia mundial, los años sesenta, con las movilizaciones estudiantiles en Europa y México, con la explosión del rock con una variante nueva, una que va más allá de Elvis Presley y el blues, con los Beatles y los Stones por delante, además de la profusión de la televisión y la cultura pop. Los ingredientes estaban ahí.
Esa prosa a un tiempo desenfadada y vertiginosa, furiosa y llena de barbarismos, retrata un argot capitalino que después va a influir decididamente a narradores vigentes de nuestras letras, como Xavier Velasco, Guillermo Arriaga, Enrique Serna y Juan Villoro, quienes han expresado pesar por la muerte de su héroe, a quien no escatiman ningún reconocimiento por su deuda con aquella obra. ¿Cómo entender Diablo guardián sin tener en cuenta De perfil, por ejemplo?
Manjarrez y Blanco, de su generación, así como otros autores más jóvenes como Naief Yehya y Juan Pablo Villalobos, han presentado sus respetos a José Agustín quien, como él lo presupuestaba en público, sabía que había logrado una aportación esencial a la historia de la literatura mexicana, que le valió premios como el Colima 1983, el Ruiz de Alarcón 1993, el de Biarritz 1995, el Mazatlán 2005, la Medalla al Mérito en Artes 2010 y el Nacional de Literatura 2011.
Cuando se conmemoró el medio siglo de De perfil, en Bellas Artes, Serna expuso: “José Agustín supo responder con sus historias a un periodo álgido, el de los años sesenta, con un espíritu de rebeldía, libertad y juventud, personificado en escenas propias de la época. La clase media mexicana y su modo de hablar característico aparecen renovados en sus relatos, como vistos por primera vez”.
El autor radicaba en Cuernavaca, donde es velado, y la Secretaría de Cultura federal anunció una ceremonia de despedida y agradecimiento en el Palacio de Bellas Artes. Estudió Letras Clásicas en la UNAM, cine en el CUEC y composición dramática en el INBA. Entre sus obras más representativas figuran De perfil, La tumba, Se está haciendo tarde, El rock de la cárcel, Ciudades desiertas, Cerca del fuego y Dos horas de sol. Gran conocedor de rock, condujo al lado de Jordi Soler la versión para México de aquel documental monstruoso de la BBC sobre el particular, en la que ambos exhibieron su afición y documentación, a finales de los ochenta.
Como cineasta dirigió Ya sé quién eres y actuó en De veras me atrapaste. Adaptó El apando, de José Revueltas, dirigida por Felipe Cazals, e hizo traducciones de Furst, Walker, Castaneda y Hemingway.
El gran José Agustín ha escapado una vez más por la ventana. Por última vez.
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