sin razón, Circularidad de mi desgano

Levantar la copa sin nostalgia

Ya no intento asociar un mes con un encuentro, sino que procuro crear esos momentos que anhelo sin importar si es junio o febrero

El año siempre se dividió en momentos. Solía imprimir a cada mes un evento relevante, recordar sin remedio las efemérides personales, como una suerte de ancla a lo cotidiano y repetitivo, a esa seguridad que nos da saber qué es lo que viene, pero dejando hueco a lo inesperado.

Enero, febrero, marzo, abril… y en agosto con una sonrisa de esperanza giraba sobre mí misma para dejar saber que es el mes de mi cumpleaños.

Hubo un tiempo en el que el año comenzaba de vacaciones. Buenos Aires en enero se vaciaba de mis urgencias, las calles desiertas y sofocantes eran un espectáculo para la contemplación. Febrero, un poco gris y caluroso hasta el hartazgo, con menos días en el calendario me traspasaba sin concesión. Marzo era el punto de partida práctico a la vida y dejaba atrás los meses de reposo y reparación.

Con este énfasis me podría pasear por cada mes de mis recuerdos. Sentir los cambios de temperatura, de humor… de amor. Abrigarme y desabrigarme según pasen los días. Prender el fuego, apagar el aire. Cortar jazmines y ponerme guantes.

Así, sucesivos los años, los meses, los cumpleaños, las fiestas, los lutos y los abrazos. Sucesivos los llantos, los cantos, los despojos y los enojos.

Sucesivos vos, yo y nosotros.

Sucesivos el amor y el desencanto.

Así pasan los años.

Pero, en el lado opuesto a mi punto cardinal, mis costumbres se pusieron de patitas al cielo y sólo la práctica me otorgó la habilidad de caminar de manos y sin los pelos parados.

Ahora son ficticios, aunque verosímiles, mis eneros de verano y mis agostos felices. Ya no veo caer las hojas en mayo ni florecer los jacarandas en noviembre. Espero con ansias el invierno y se termina el año en el medio.

Así que ya no intento asociar un mes con un encuentro, sino que procuro crear esos momentos que anhelo sin importar si es junio o febrero.

Sin embargo, diciembre es diciembre. Con suéter o sin suéter. Y aquí no hay cambio. Sigo celebrando la dicha de haber transitado el calendario y en el mejor de los casos recoger algún fruto de lo sembrado. Y me enorgullece si hemos aprendido algo.

Ya sin nostalgia, puedo levantar la copa pensando en los presentes y en los ausentes. Sentir las ganas renovadas de ir, de volver y recorrer descalza este plan extravagante al que llamamos destino.

¡Feliz Navidad y Año Nuevo!nostalgia

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