Cuento: Patadas de ahogado

En el barrio no hablaban de otra cosa y en casa vestían camiseta verde; México lo había conseguido, estar en la gran final
mujer noche

Sólo había dos cosas en la vida que no toleraba: la televisión a todo volumen y el futbol. La televisión le había quitado a su madre y el futbol a su padre, y esa tarde, la primera a todo volumen transmitiendo el segundo, le quitaba a su esposa. Todo estaba listo para celebrar los últimos goles de la selección. En el barrio no hablaban de otra cosa y en la casa hombres y mujeres vestían camiseta verde y traían los cachetes pintados de tres colores. México lo había conseguido, estar en la gran final.

Se habían terminado ya las palomitas y aún no comenzaba el partido. La tía Lala advirtió que sólo haría un tazón más. Miles de cervezas se destaparon al unísono en todas las casas y el juego inició. Armando se levantó varias veces del sillón para ver si lograba llamar la atención de Dana, su mujer, pero ella sólo lo miró una vez para pedirle servilletas. La selección metió un gol fuera de lugar y él le preguntó si quería otra cubita. La concurrencia lo calló en seco y Armando se levantó para servírsela.

También te puede interesar: El K. Dick de Carrère

Desde la cocina podía ver a su cuñado y a Dana mirando el televisor. Sintió pena por ellos. Un tumulto de voces llenó la cuadra en señal de reclamo; en la casa, el Tío Fer y la prima Samanta insultaron a la Comisión de Arbitraje haciendo referencia a la madre de ellos; instintivamente Armando corrió a ver la pantalla. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho, sintió asco.

—¿Qué pasó? —se escuchó preguntando.

—¡Expulsaron a Cuauhtémoc! —respondió su cuñado.

Y de pronto quedó todo claro, ese juego era realmente importante. A partir de ese día, su esposa volvería a ser la misma o no. Si México perdía ella y él regresarían a ser los recién casados de antes y todo sería como al principio. Pero, por el contrario, si ganaba, no podría tolerarlo, la habría perdido para siempre; porque ¿qué mexicano podría soportar, sobre todo si es aficionado al futbol, que México ganara el Mundial?

El partido se mantuvo estable y el árbitro silbó para indicar que había terminado el primer tiempo. El marcador daba cero goles para México y cero goles para su adversario. Todos comentaban el partido. Armando se acercó a Dana y ella lo tomó de la mano.

—Tengo miedo —le dijo ella.

—Yo también —Dana lo miró a los ojos y se recostó sobre su pecho.

El segundo tiempo comenzó. Dana se levantó y Armando deseó furioso, con todas sus fuerzas, que perdiera la selección.

Patadas
Diego Armando Maradona, uno de los más grandes en el juego de las patadas

Como si la petición de Armando hubiera sido escuchada por algo divino, la portería de México dejó entrar dos veces el balón. México consiguió anotar una vez, para alivio de los aficionados, pero se acercaba el final y aún no lograba emparejar el marcador.

Justo cuando parecía que todo estaba acabado, cuando faltaba sólo un minuto para el final, un jugador mexicano fue agredido cerca de la portería contraria. El árbitro expulsó al atacante y le otorgó una nueva posibilidad a México: empatar mediante un penal.

Armando se levantó para comprobar que lo que estaba viendo era real. Todos en la casa guardaron silencio. Dana tomó su crucifijo con ambas manos y levantó la cara. Armando miró fijamente la pantalla.

En un segundo su vida pasó delante de él. Las borracheras de su padre y la evasión de su madre. La vez que quiso quedarse a ver la puesta de sol y su papá lo obligó a regresar a ver el partido. El día que conoció a Dana y el día que le pidió se casara con él. La noche en que falleció su madre y la puesta de sol en la que, para él, murió su padre. A Armando le hubiera gustado llamarse como su abuelo, pero se tuvo que conformar con el nombre de un futbolista por decisión de su padre. Armando no podía apostarle más al juego, ya lo había apostado todo.

El silbato sonó y el jugador pateó la pelota. Armando cerró los ojos. Su cuñado se quitó la gorra y la arrojó al suelo. Lentamente, Armando abrió los ojos: México no le había fallado en el último momento.

Total
0
Shares
Previous Article
IPN

¡Misión cumplida! IPN lleva a cabo segunda misión a la estratósfera

Next Article
Sorbonne Université

UNAM y la Sorbonne Université presentan su primera obra literaria

Related Posts
Michael Sledge
Leer más

La indagación

La curiosidad del escritor era inagotable: ¿Cuántos sombreros hacen en un día? ¿Los intercambian o los venden?, también un cabrero fue sometido al interrogatorio
Total
0
Share