MUAC: violencia disfrazada de arte

Ana Gallardo decidió no sólo exponer el video sino que, a través del texto, llenar de insultos misóginos a la mujer ya muerta y denostar las condiciones y cuidados de la Casa Xochiquetzal
Sarai AguilarMUAC: violencia disfrazada de arte

En nombre de la libertad de expresión se amparan grandes aberraciones y en nombre del arte moderno se han validado los mayores bodrios. Ahora imagínense cuando toca que se hace un llamado a ambos… Estamos frente a la instalación que a Ana Gallardo le dio por llamar arte político y al MUAC de la UNAM por exhibir.

La historia ya es conocida. A la argentina hace un par de años le pareció buena idea tomar Casa Xochiquetzal como escenario para eso que ella llama arte. Para lo cual acudió a la casa años atrás y se le pidió colaborar con la atención a una mujer refugiada enferma, lo cual no cumplió pero sí aprovechó para videograbarla sin consentimiento.

MUAC: violencia disfrazada de arte
Parte de la pieza de Ana Gallardo. Foto: Especial

La Casa Xochiquetzal es reconocida a escala internacional por ser un refugio, ya sea temporal o permanente, para mujeres que se hayan desempeñado como sexoservidoras y que por su edad (mayores a 55) y su condición (no tener familiares que se responsabilicen por ellas) estén en condiciones de calle.

Hoy, años más tarde, a  través de las piezas “Extracto para un fracasado proyecto” —un texto tallado en la pared de gran tamaño (15 x 5 metros) y una videoinstalación— decidió no sólo exponer el video sino que, a través del texto, llenar de insultos misóginos a la mujer ya muerta y denostar las condiciones de la casa y cuidados.

MUAC y la tibia respuesta

El resto es historia. Protestas en redes y manifestantes en el museo que realizaron pintas. Ante lo cual el museo no tuvo más remedio que dejar de defender lo indefendible y quitar la obra.

MUAC: violencia disfrazada de arte
MUAC cerró el acceso a la obra. Foto: Especial

Llama la atención la tibia respuesta de la UNAM y que sea precisamente en una universidad pública que se privilegie el discurso de salvadora de una persona más que la dignidad de personas vulnerables. Pues si bien el arte puede tener un carácter de denuncia o protesta, en este caso no visibilizaba una problemática social sino que mimetizaba los mismos procesos de violencia en contra de las personas en trabajo sexual y versaba la denuncia en ella sin contribuir o aportar nada a la población utilizada.

Y hay medios que han comprado la narrativa a la perfección, señalando que Ana Gallardo ha sido víctima de la cancelación y de la sensibilidad de los tiempos. No pueden estar más equivocados. En esta ocasión se está impidiendo que hable una vez más la voz de Esthela, la mujer que fue grabada en sus últimos días sin consentimiento. No se está cancelando a Ana Gallardo, es Esthela gritando contra una sociedad que la violenta aun en su muerte. El arte no debe reproducir etiquetas moralinas. La universidad pública debe romper la hegemonía.

 

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