Pierre Charles L’Enfant, “Peter”, como prefería que le llamaran, fue una de las primeras figuras de las relaciones franco-estadunidenses, que comenzaron incluso antes de que Estados Unidos fuera un país.
Se alistó como voluntario para luchar en la Guerra de Independencia de Estados Unidos. Diseñó la capital del país. Y tras su muerte, fue enterrado en el Cementerio Nacional de Arlington, en una colina con vistas a las grandes avenidas, las caprichosas rotondas y las plazas públicas de la ciudad capital por cuya creación luchó.
Era francés.
Sorprendentemente, la visión de Pierre Charles para el paisaje urbano de Washington, inspirada en su formación artística parisina, permanece intacta. L’Enfant “simplemente transformó [su visión] de francesa a estadunidense. La tradujo a un nuevo lenguaje”, afirma Judy Scott Feldman, presidenta de la organización National Mall Coalition, que trabaja para preservar el rectángulo de césped que se extiende entre el monumento a Lincoln y el Capitolio de Estados Unidos.
«Es increíble que sigamos viviendo dentro del cerebro de una sola persona, 235 años después», afirma Scott W. Berg, autor de L’Enfant’s Washington. “Es como vivir dentro de un cuadro o una canción”, añade Berg, autor de Grand Avenues: The Story of Pierre Charles L’Enfant, the French Visionary Who Designed Washington, DC. (Grandes avenidas: La historia de Pierre Charles L’Enfant, el visionario francés que diseñó Washington).
El propio trazado de la capital del país es una muestra de poder. “Las vistas te llevan de un monumento a otro, de un símbolo a otro. Y todo eso estaba en el plan original de 1791, que, en mi opinión, es genial”, afirma Feldman.
“Es una representación visual de nuestra historia… nuestras ramas políticas y nuestro presidente. Está diseñado para inspirar”, afirma el educador Glen Worthington, que escribió sobre L’Enfant para el Centro Jurídico (la facultad de Derecho) de la Universidad de Georgetown. La Casa Blanca, el Capitolio y el Tribunal Supremo recuerdan a sus ocupantes la separación de poderes tan importante para la democracia estadunidense, afirma. Además, cada lugar ofrece vistas de monumentos dedicados a presidentes anteriores.
Sin embargo, Pierre Charles diseñó una ciudad que no solo da cabida al gobierno, sino también a las personas, ya sean excursionistas en el Paseo Nacional (National Mall), turistas que contemplan los monumentos o lugareños que se detienen en una de las numerosas rotondas de la ciudad.
Charles L’Enfant: la visión de un artista y soldado
No fue fácil para Pierre Charles . Hijo de un artista, sin distinción ni riqueza, estudió en la Real Academia de Pintura y Escultura de París antes de cruzar el océano para unirse a la Guerra de Independencia de los colonos estadunidenses como voluntario de bajo rango. La guerra lo dejó herido y, durante un tiempo, encarcelado. Sin embargo, en 1791, el presidente George Washington encargó a L’Enfant el diseño de la capital de la joven nación.
El plan de Pierre Charles era ambicioso e incluía grandes edificios gubernamentales conectados ingeniosamente por avenidas, así como parques y espacios abiertos. Las avenidas, que desde entonces han recibido el nombre de estados de Estados Unidos, se extienden desde el Capitolio como una explosión estelar. Las rotondas y las plazas con bancos y zonas verdes en su interior ofrecen lugares de reunión.
Aunque los bulevares de París no se construyeron hasta después de la época de L’Enfant, las calles de Washington han tenido un aspecto europeo desde sus inicios. Pierre Charles creó un trazado urbano que se distinguía del trazado en cuadrícula de otras ciudades americanas tempranas tales como Nueva York.
A L’Enfant le ayudó el hecho de que Washington era una de las pocas ciudades estadunidenses diseñadas completamente desde cero (en lugar de construirse orgánicamente a partir de un fuerte o un asentamiento). “El plan de Washington es el plan urbanístico más ambicioso y mejor conservado de la época colonial en Estados Unidos”, afirma Charles A. Birnbaum, fundador de la organización Cultural Landscape Foundation.
A pesar de su afortunada oportunidad, L’Enfant se encontró con resistencia a sus ideas: a Thomas Jefferson, que había imaginado un país de pequeñas ciudades, no le gustaba la idea de una gran ciudad para albergar el gobierno federal. Y en 1792, después de que L’Enfant se enfrentara a los comisionados de la ciudad y demoliera la casa de un terrateniente local porque se interponía en el trazado de una avenida, el presidente Washington despidió a L’Enfant a regañadientes.
Cuando L’Enfant murió sin un centavo en 1825, no había recibido ningún pago por su diseño de la capital. Pero su visión perduró: cuando la Comisión McMillan, creada por el Senado de los Estados Unidos muchas décadas después, en 1901, se propuso actualizar el plan de L’Enfant, conservó gran parte del mismo y se centró principalmente en añadir monumentos conmemorativos a Thomas Jefferson y Abraham Lincoln, ambos fallecidos después que L’Enfant.
La contribución de L’Enfant a Washington y a Estados Unidos obtuvo un amplio reconocimiento en 1909, cuando sus restos fueron trasladados al Cementerio Nacional de Arlington. El entonces presidente William Howard Taft dedicó un monumento a la tumba de L’Enfant en un acto al que asistieron miembros del Congreso, jueces del Tribunal Supremo y el embajador francés en Estados Unidos, Jean Jules Jusserand.
Aunque hoy en día Washington alberga cosas que Pierre Charles no podría haber imaginado, como autos, estaciones de tren y similares, “sigue siendo la ciudad mundial que L’Enfant imaginó”, afirma Berg.
Pierre Charles L’Enfant (1754-1825), a French-born engineer, is buried in a prominent location in front of Arlington House, overlooking the District of Columbia. He came to the United States early in the Revolutionary War. 1/ pic.twitter.com/wts46dDT3v
— Arlington National Cemetery (@ArlingtonNatl) July 4, 2020



