Zaire Eliette

La poesía, ejercicio de resistencia: Sara Uribe

La escritora compartió que ‘Antígona González’ fue un proyecto con la idea de reescribir una adaptación de ‘Antígona’ de Sófocles al contexto de violencia en Tamaulipas

La última vez que vi a Sara Uribe fue virtual hace unas semanas, en una emotiva e interesante sesión del club de lectura “El vicio compartido: las mujeres cuentan el México de hoy”, por la UNAM, dirigida Sandra Lorenzano. La obra por comentar era Antígona González (2012) y quienes estuvimos presentes vía Zoom, las casi ochenta personas, entendimos algo vigente y muy significativo sobre el compromiso con la escritura: ¿nos toca contar historias sobre el dolor ajeno?

Sara Uribe nos compartió que Antígona González fue un proyecto que se inició con la idea de reescribir, por encargo de la dramaturga Sandra Muñoz, una adaptación de Antígona de Sófocles al contexto del periodo de violencia en Tamaulipas y a la vez, encontrar la manera de describir esa relación entre los cuerpos de los desaparecidos y los familiares. La relación presencia-ausencia.

A raíz de que los familiares siempre nombran en sus testimonios el cuerpo del desaparecido, Sara Uribe cita a la crítica teatral cubana Ileana Diéguez cuando afirma que “el nombrar es una forma de que a través del lenguaje se construye un cuerpo”.

“Tenía miedo de contar una historia que no me correspondiera contar, sobre un dolor que no era el mío”, dijo Sara Uribe. Sin embargo, luego de haberse preocupado por el cuidado de cómo usar el lenguaje para visibilizar tantas ausencias en Antígona González, Uribe retoma algunos años después otro compromiso: visibilizar las condiciones de la escritura en las mujeres, un tema que conoce y aborda sin temor en Un montón de escritura para nada (Dharma Books, 2019).

Sara Uribe
La escritora Sara Uribe

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Era diciembre de 2019. No es extraño ver personas a las prisas entre pasillos de la FIL Guadalajara. Yo era una de esas personas, corría al encuentro para hacer una entrevista al espacio de Dharma Books. Una conversación que, al extraviarse en infinidad de audios de ese año, tuvo a bien macerarse para compartir oportunamente ahora su esencia.

Sara Uribe me esperaba paciente, con una sonrisa amable y relajada. Un montón de escritura para nada fulguraba con su portada amarilla, letras negras y rojas en la estantería de novedades.

“Me parece importantísimo que las editoriales puedan impulsar la representatividad de las mujeres en la industria editorial”, comentó Sara Uribe en los primeros minutos de nuestra conversación.

Su libro es un llamado a la permanencia de una reflexión muy reciente: el rol de las escritoras en el mundo de las publicaciones, los libros, los procesos creativos. Sus poemas se convierten en renuncias y denuncias al silencio que permea en el ámbito literario para ellas.

Ya no se trata solo de un ejercicio para visibilizar una problemática que conoce de primera mano, sino también cómo enlazar la poesía con estos temas álgidos: “La vinculo como un ejercicio de resistencia. Me parece, como dijo la narradora chilena ganadora del Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz en la FIL Guadalajara, Nona Fernández, que “¡es el deber de la poesía dinamitar con el poema!”.

A la poesía le ha tocado históricamente, por sus propias características, “cuestionar el estado de cosas, cuestionar la propia literatura y cuestionarse a sí misma en las formas de escribir poesía”, expresó Sara Uribe.

Sara Uribe
La escritora Sara Uribe y Zaira Eliette Espinosa

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Estamos sentadas en una esquina del stand, aparentemente tranquila, pero el ruido de las arterias de la feria nos distrae en momentos. Un desfile de personas en ambos sentidos forma parte de lo que vemos de reojo y me parece oportuno preguntarle cuál fue el tema más inquietante a tocar en Un montón de escritura para nada.

“Casi todos los temas en este libro me incomodaron, fue un libro incómodo de escribir, espero que sea un libro incómodo para los lectores también por los temas que trato, que tienen que ver con las autorías, del copyright y sobre todo de las condiciones de producción de escritura para las mujeres en el siglo XXI, en un sistema que la mayoría tiene mucho de patriarcal”.

Sara Uribe recalcó: “Una de las partes que más me incomodó es un poema en el que hablo de todas las microagresiones por el machismo y por el sistema patriarcal en el medio literario. Pensemos en los clubes de Toby, en esas mesas donde solo hay caballeros o donde solo hay una mujer como una especie de token para decir que hubo una mujer”.

Ambas entendemos de qué se trata, sabemos el contexto, pero Sara Uribe va más allá: “La cantidad actual en la mayoría de los estudios maneja que las mujeres si bien nos va estamos en un 30 por ciento de publicaciones. Esta representación me incomodó porque es un tema bien difícil a la hora que quise expresarlo en el poema. Es un tema que genera opiniones encontradas y la postura que yo tengo sí es muy clara: creo que es un momento en el que tiene que hacerse un trabajo y hacerse preguntas a los lectores, a los escritores. Por eso lanzo preguntas como: ¿cuántas mujeres autoras has leído en este año? Porque luego las personas dicen que no importa el género, que lo que importa es que la literatura sea buena… Estoy de acuerdo, pero entonces, ¿por qué no se lee a mujeres? Si de verdad no importa el género, ¿por qué no cambiamos los contenidos a 50 y 50 en los programas de estudio universitarios”.Sara Uribe

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Durante la conversación, Sara Uribe sostiene su libro. Pienso en la manera de distinguir desde afuera un ejemplar que se clasifica como poesía y a la vez, al abrir sus páginas, notamos que tiene apartados más parecidos a la narrativa. Le pregunté acerca de los límites de género que se perciben en sus páginas y su respuesta fue determinante: “Todos los géneros (literarios) tienen sus límites, pero creo que justo en el presente, muchas de las apuestas escriturales más interesantes están jugando y experimentando con expandir los límites. Con hibridar, desdoblar, desplazar. La poesía tiene esa virtud, de permitirnos meter en ella o trabajar en ella o hacer mixturas con lo narrativo, con lo ensayístico. Y un poco ese fue y ha sido el intento en este libro, por expandir esos límites sobre todo a cuestionamientos”.

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“Who needs poetry?” es una pregunta que se repite en uno de los textos y cuestiona de manera expansiva el rol de los grupos literarios, la experiencia del taller, pero más allá de eso, abre camino a una estructura de poema para empezar a parafrasear y citar a escritoras en esa atmósfera en que se busca o no a interlocutores de la palabra escrita.

“Diálogo con otras escritoras de la tradición, pero también escritoras del presente, me interesaba mucho que mis escrituras sostuvieran esta conversación con escritoras actuales, ahí están Pita Amor, Juana Bignozzi, Rosario Castellanos, pero también están Elena Medel, María Negroni, el libro se desdobla en una invitación a leer a otras escritoras, es referencial”, comentó.

En Un montón de escritura para nada retumban preguntas abiertas sobre la escritura que se cuestionaba Clarice Lispector, por ejemplo. Y así continúa. Uribe presenta como si fuese un convivio entre mujeres las palabras de Idea Vilariño, Rebecca Solnit, Gloria Gervitz y Cristina Rivera Garza entre otras más.

Sara Uribe
La escritora Sara Uribe

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Estamos por finalizar la charla. Sara Uribe en ningún momento ha dejado de demostrar entusiasmo mezclado con la seriedad que su obra merece. Hablar de escritoras, de libros de escritoras, nos dirige a cuestionarnos, a romper y a resistir, es un ejercicio de reconstrucción. Regresamos al tema de la incomodidad y enfatiza: “La incomodidad es una virtud de la literatura, es parte de la resistencia, hay que provocarla en nosotros mismos y en los demás”.

Hay una apuesta que a mí me interesa mucho más allá de la incomodidad, la “discomodidad”, es un manifiesto para las escrituras discómodas de un colectivo que se llama Antena Houston (un colectivo de intérpretes y de organizadores para la justicia del lenguaje) y justamente apuestan a la discomodidad de escribir desde lo discómodo, porque lo que dicen es que la literatura que sostiene el status quo es el status quo, y entonces hay que salirnos de ahí”.

Pienso en algo que escuché recientemente acerca del término “microobsesiones”, rescatar a través de la poesía, a manera de resistencia, las microobsesiones que gobiernan nuestros procesos creativos. Surge la idea de que a Sara le obsesiona sacarse esos textos que, como piedrita en el zapato, le van molestando e incomodando con los años, hasta que sucede.

Así como en Antígona González, que en el acto de nombrar reconstruye el cuerpo de los desaparecidos, en Un montón de escritura para nada, nombrando reconstruye Uribe el escenario creativo de las escritoras, como un cuerpo entero, una casa –página– piel. Vuelve a Nona Fernández cuando versa y combina: “¿Qué costos hemos o habremos de pagar por todas las ausencias domésticas y familiares que cometemos cuando escribimos?  Sara Uribe ya hizo un minucioso desglose.

sara uribe
Antígona González, de Sara Uribe
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