En Suiza, universitario trabaja en la máquina más grande del mundo

El estudiante, quien estudia en la Politécnica Federal de Lausana, en Suiza, trabaja en el artefacto, que medirá 100 kilómetros de diámetro
Cristóbal García estudia en la escuela Politécnica Federal de Lausana, en Suiza.
Cristóbal García estudia en la escuela Politécnica Federal de Lausana, en Suiza.

El alumno de la Facultad de Ciencias de la UNAM, Cristóbal Miguel García Jaimes, oriundo de San Miguel Totolapan, Guerrero, forma parte de los científicos que fabrican el Colisionador Circular Lepton, que medirá 100 kilómetros de diámetro, convirtiéndose en “la máquina más grande que la humanidad haya construido jamás” en la escuela Politécnica Federal de Lausana, en Suiza.

El universitario, quien recientemente realizó su examen profesional vía remota para obtener su título como licenciado en física, narró que durante el confinamiento fue aceptado para realizar un posgrado en dicha institución, cuyo financiamiento para su estancia proviene de la Fundación Marie Curie.

García Jaimes participa en la construcción del acelerador de partículas Future Circular Collider, un colisionador circular de 100 kilómetros de diámetro que, hasta el momento, mide 91 mil 174 metros con 11 centímetros, dijo.

“Vengo aquí a hacer el doctorado y estoy haciendo física de aceleradores de partículas, máquinas que incrementan y apremian la energía y su velocidad. El más grande del mundo está en el CERN, (The European Organization for Nuclear Research), que es de 27 kilómetros de circunferencia, como una gran dona. Yo trabajo en el Future Circular Collider”.

Explicó que su labor se centra en el diseño de la parte óptica: “Soy un granito de arena (…) Estoy en el Olimpo de lo que son los aceleradores de partículas del mundo”.

De acuerdo con el estudiante, su trabajo recepcional para titularse fue pospuesto en su momento debido a la emergencia sanitaria, asegurando que la pandemia le “pegó en muchos sentidos”.

“Me gané una beca a nivel internacional, fuimos muy pocos los electos entre cientos de miles de aplicantes, pero el problema era cómo llegar y tener una vacuna aceptada. A punta de coperacha lo hicimos: vendí macetas, tierra para jardín, hice desayunos, rifas, mucha gente confió y me ayudó”.

Asimismo, el también ganador del Premio Nacional de la Juventud 2014 aseguró que en su camino “no hay nada extraordinario, más que el esfuerzo y la perseverancia. Ser guerrerense me ha ayudado mucho porque ahí nos la rifamos día a día”, finalizó.

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