Esplendoroso y luminoso como es habitual en un día de primavera, pasado el mediodía por más de 220 segundos se pudo observar el eclipse solar, tiempo en el que no le permitió mostrarse supremo y poderoso, espectáculo astronómico presenciado por alrededor de 65 mil “investigadores”, quienes abarrotaron Las Islas, las explanadas de Rectoría y de la Facultad de Medicina, en Ciudad Universitaria.
Convocados desde el 11 de julio de 1991 —cuando ocurrió un fenómeno similar en México— la multitud fue llegando desde temprano en esos espacios universitarios y de todos, donde primero se escuchó una conferencia magistral, luego se dio tiempo para meditar y oír a los grupos musicales que amenizaron la cita en la UNAM.
Esa larga espera de casi 33 años, propició que desde avenida Insurgentes, pasando por la explanada de la Torre de Rectoría, siguiendo por la Biblioteca Central y recorrer los caminos de pasto y senderos frente a las facultades de Filosofía, Derecho, Economía, Odontología y Medicina, entre otros edificios que circundan a Las Islas, decenas de miles de personas encontraran un “hueco” para estar cerca del festejo central.
A las 12:14 horas, puntual, y después de varias horas de espera, el momento del eclipse al 79 por ciento fue mágico: de repente la temperatura descendió y la luz solar disminuyó para dar paso al fenómeno, fue en ese instante cuando los observadores aprovecharon sus lentes, vidrios especiales, hojas de papel, cajas de cartón e incluso en la zona de los árboles pudieron disfrutar esa imagen que mostró el Gran Eclipse Mexicano 2024 visto y admirado en CU.
Aunque se vio de forma parcial, fue emocionante y espectacular. El evento dejó aflorar lo mejor de los valores universitarios: amistad, empatía, solidaridad y compañerismo.
Aunque el clímax duró apenas unos minutos, los preparativos fueron muchos: desde temprano miles de personas, familias, parejas, niñas y niños, además de turistas, permanecieron en el jardín universitario a donde llevaron alimentos y bebidas frescas.
Hubo quienes pusieron hasta floreros, frutas y canastas clásicas de un día de campo, así como cojines y muñecos de peluche. Lo importante era compartir: no importa si en una casa de campaña, recostados en el piso o caminando por el campus central, en un lunes con sabor a domingo.
Otros miles llegaron de diferentes localidades, mostrando una vez más que la UNAM es la casa de todos y está lista para compartir momentos especiales como este. Acudieron de la Ciudad de México y su zona conurbada, preparados con lentes especiales y gorras para cubrirse de los extenuantes rayos del Sol.
Entre la comunidad universitaria también hubo inquietud por compartir el momento, así que alumnos y profesores salieron de la Biblioteca Central y de la Facultad de Arquitectura para vivir el eclipse. Por un rato dejaron los salones de clase y acudieron, algunos con sus cajas de cartón para verlo de forma indirecta.
Islas Marías se suman a eclipse solar
El eclipse solar pudo avistarse desde el Centro Ecoturístico y Reserva de la Biosfera “Islas Marías”, lugar donde el fenómeno celeste se apreció minutos antes que en el resto del continente.
Trabajadores del Centro del INAH en Nayarit se sumaron a una serie de actividades realizadas en el conjunto insular, e impartieron talleres de cerámica referentes al eclipse que fue visible de manera parcial en el centro del país y, de forma total en ciudades como Mazatlán, Durango y Torreón.
Llevados a cabo en colaboración con el personal de la Secretaría de Marina, los talleres tuvieron el objetivo de subrayar la importancia que dichos fenómenos tenían para las civilizaciones mesoamericanas.
Se compartió con los más de 250 asistentes información sobre los vastos conocimientos astronómicos y matemáticos, plasmados en códices, edificaciones y calendarios, entre otras expresiones culturales, que nos fueron legados por distintas civilizaciones prehispánicas y que, aún hoy, permiten a los especialistas estudiar esos testigos de sabiduría ancestral.
Los talleristas Edgar Hernández y Porfirio Chávez, adscritos al Centro INAH Nayarit, desarrollaron actividades de modelado en cerámica con la interpretación de piezas emblemáticas de distintas culturas ancestrales relacionadas con los astros, como el icónico Disco de la Muerte de Teotihuacan, así como representaciones modernas de eclipses.
Durante el avistamiento del astro, especialistas en física, astronomía y otras ciencias, orientaron a los visitantes sobre las fases del fenómeno en tres puntos de la isla María Madre, donde fueron colocados telescopios electrónicos y cajas de luz.
Además de ello, los grupos de visitantes participaron en rituales de limpias energéticas, danzas al sol y otras actividades relacionadas con la comunión del ser humano, la naturaleza y el universo.
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