El año pasado, la noticia del hallazgo de un gas asociado a la vida en Venus cimbró a una comunidad científica volcada en el estudio de Marte; casi un año después y tras diversas investigaciones que han tambaleado la validez del asombroso descubrimiento, todo apunta a que la existencia de fosfano en las nubes venusinas no es una confirmación inequívoca de vida en este planeta.
“La detección de este gas no es evidencia de vida. Hay muchos problemas conceptuales con la idea de esta posibilidad en el planeta”, aseguró la doctora Lizette Guzmán-Ramírez del Observatorio de Leiden, en Holanda.
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Durante la conferencia “¿Vida en Venus?” del ciclo Noticias del Cosmos, organizada por el Colegio Nacional, la experta en estrellas evolucionadas y manejo de datos recapituló los orígenes de este estudio revolucionario que obligó a desviar la mirada hacia el planeta olvidado.
Pero, ¿Qué avivó las esperanzas de encontrar vida en un planeta que arde a 465 grados centígrados y está cubierto por nubes corrosivas que contienen ácido sulfúrico?
Más de medio siglo después de que el famoso astrónomo y divulgador científico Carl Sagan advirtiera sobre la posibilidad que ofrecían la atmósfera de Venus para la existencia, el 14 de septiembre de 2020 los terrícolas nos despertamos con el anuncio de que un grupo de científicos, liderado por la astrónoma Jane Graeves de la Universidad de Cardiff, detectó fosfano en las nubes altas de Venus, donde la temperatura oscila entre los 20 grados centígrados.
El fosfano o fosfina, explicó Guzmán-Ramírez, es un gas incoloro que explota a temperatura ambiente y huele a ajo, sin embargo no fueron estás características las que atizaron el debate de la posibilidad de vida extraterrestre, sino la fuente que lo produce.
Aunque este gas se ha detectado también en Júpiter y Saturno, derivado de procesos ajenos a la presencia de vida, en la Tierra es producido principalmente por la degración de microbios, como aquellos que viven en el intestino de animales y en aguas fecales.
De acuerdo con el artículo publicado en Nature Asatronomy, la cantidad de fosfina hallada en Venus era 10 mil veces más alta que la que podría producirse por métodos no biológicos, como la caída de meteoritos, por ejemplo.
La supuesta detección de este compuesto, formado por el átomo de fósforo y tres de hidrógeno, se observó utilizando el telescopio James Clerk Maxell, en Hawái y, más tarde, el radiotelescopio ALMA ubicado en el desierto de Atacama, en Chile.
El artículo desató toda clase de especulaciones sobre la vida en el gemelo infernal de nuestro planeta y fue el detonante de otras investigaciones que tambalearon el estudio original.
Uno de ellos, del Observatorio de Leiden, en el que participó la especialista oriunda de Coahuila, analizó nuevamente los datos originales y refutó el hallazgo de la fosfina advirtiendo que era imposible mantener los resultados del estudio original.
Más de 40 naves espaciales han explorado Venus. Sus temperaturas son extremas y hacen que la vida como la conocemos sea poco probable. Sabemos que la mayoría de las naves que se mandaron se derritieron por las altas temperaturas: Lizette Guzmán-Ramírez.
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— El Colegio Nacional (@ColegioNal_mx) May 3, 2021
El golpe a la investigación de Graeves lo asestó el anuncio, una semana después, de que el radioscopio ALMA tenía un error en la calibración de sus herramientas de análisis y que en la nueva calibración no encontraban la línea de fosfano.
En medio de esta polémica, el equipo de Greaves nuevamente analizó y procesó los datos determinando que seguían observando fosfano, pero mucho menos del que habían anunciado al prinicipio.
El caso sigue abierto con nuevos estudios que aportan al debate de la probable existencia de vida extraterrestre, ahora con Venus en la mira. Para la especialista, “es necesario mejorar modelos y experimentos, tomar mediciones in situ o que un satélite tome muestras de aerosoles”, algo que se antoja complicado luego de la mayoría de las más de 40 naves espaciales han explorado Venus se han derretido por las altas temperaturas.