Xavier Robles (Teziutlán, Puebla, 1949), escritor de cine y teatro, falleció el viernes pasado a los 73 años y entre el gran legado que hereda a las nuevas generaciones, para que observen cómo desarrollar un tema y dejar que los personajes fluyan, están sus libros cinematográficos de Las Poquianchis, Los motivos de Luz y Rojo amanecer.
También actor, Robles estuvo gran parte de su vida ligado a la información. Fue redactor, reportero, laboró en la mesa de redacción como corrector de estilo y llegó a jefe de redacción en algunos periódicos y revistas de circulación nacional. A principio de los años setenta del siglo pasado, decidió retomar el camino de la reporteada para hacer un libro que hace 46 años vio la luz, pero como parte de un guion cinematográfico donde mostraba a cuatro hermanas y la esclavitud en que tenían a docenas de mujeres.
Fue en 2016 que don Xavier me obsequió media hora para platicar de su vida, charla que se inició con ese texto que redactó que se llamaba Las Poquianchis.
“Yo era un chavo de 26 años y desde que el caso se dio a conocer en 1964 me llamó la atención, así que me fui a reportear, a hacer una investigación para saber cómo era posible que tantas mujeres estuvieran cautivas, las explotaran sexualmente, no les dieran de comer, las obligaran a defecar en sus celdas y… ¡matarse entre sí!”.
Para saber de esas “¡grandes atrocidades!” se fue a Guanajuato y Jalisco, donde las hermanas Delfina, María de Jesús, María del Carmen y María Luisa “Eva” González Valenzuela tenían sus casas, que convertían en centros de prostitución y cárceles, y ahí se encontró con una brutalidad pocas veces vista en aquella época.
Después se dedicó a redactar el libro, pero coincidió con que Felipe Cazals quería dirigir una película sobre el tema y a Tomás Pérez Turrent, a quien el cineasta le había encargado el guion, le faltaba información, que sí tenía don Xavier.
“Nos pusimos en contacto, platicamos y comenzamos a reescribir Las Poquianchis. Pedí poco de dinero por ello, claro, que me dejaran participar en la adaptación y así fue como aprendí a escribir cine, con el mismo Tomás.”
En ese entonces, el maestro Robles recordó que se encerraron en la casa de Cuautla de El Mapache, como le decían al actor Jorge Martínez de Hoyos, para estructurar la obra y llegaron a la conclusión de dividirla en tres partes.
“El relato testimonial periodístico lo escribí yo, el juicio de la autoría de Tomás y la tercera, las escenas de contenido político, que es de ambos, sobre todo la parte del campesino, papel que interpretó el propio Mapache.”
Por supuesto que la investigación fue muy larga, de hecho la película se filmó originalmente con esa investigación, la primera versión duraba tres horas 40 minutos, pero en aquella época no permitían películas de más de dos horas y se recortó a una hora 58 minutos.
“Sufrió muchos cambios. Te puedo decir que de haber quedado la historia como yo la tenía nos hubiera dado una serie de 20 capítulos, no sólo una película, pero todas las escenas de los golpes son parte de mi investigación.”
Don Xavier estuvo en un buen número de locaciones y le gustó tanto que se enamoró del cine con la escena de la muerte de El Tepo (Gonzalo Vega).
“La cinta se estrenó en 1976. Cazals hizo un gran trabajo en la dirección y la selección de los actores, una excelente película que ya es un clásico del cine mexicano; sin embargo, el público esnob la recibió con abucheos. De hecho, el día de su estreno me fui a uno de los cines en donde se exhibió y toda la gente gritaba tonterías de Felipe, pero él hizo un estupendo trabajo.”
El filme estuvo nominado al Ariel como Mejor Película, pero no lo obtuvo, pues decían que como había escenas donde literalmente aparecía la mierda y otras más crudas, la gente la rechazaba, pero no por ser una película mala, “fue algo muy hipócrita”, refirió.
Esa historia le dio a don Xavier, además del amor al cine, un estupendo prestigio que se he consolidó con el tiempo. Después participó en un concurso de guiones y ganó el primer premio con la obra Destino Manifiesto y pese a que el galardón era que se filmara, no se hizo con el supuesto de que no era el momento de rodar una historia respecto a la invasión estadunidense en México.
“Pero continué en el cine. Escribí ¡Qué viva Tepito! (Mario Hernández, 1981), que participó en el Festival Internacional de Cine de Panamá y se le otorgaron los premios al Guion y el Especial. En México fue de las más taquilleras y comentadas de la época. Ese mismo año escribí también para Mario la cinta Noche de carnaval. Se estrenó hasta 1984 y con ella Ninón Sevilla ¡ganó su primer Ariel! Más de 30 actores que han trabajado en las obras que he escrito han ganado premios, he tenido muy buena suerte con eso.”
De Bajo la metralla (Felipe Cazals, 1983) relató una anécdota: “Me llaman del antiguo Conacine para decirme que los gringos habían terminado de filmar una cinta (Desaparecido, Costa Gavras, 1982) en México y dejaron un set en los Estudios Churubusco, era una casa, que si quería verla y era mía durante 15 días para comenzar a trabajar en algún guion. Acepté y en 12 días escribí esta cinta de terror psicológico y político”.
Para ello, refirió, adaptó en versión muy libre la obra Los justos, de Albert Camus (1913-1960), aseguró que tiene que ver muy poco con la del francés pero tenía sentido y le servía de guía, de columna vertebral para Bajo la metralla, película que ganó la Diosa de Plata.
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Después siguió otro tema muy crudo, la muerte de unos pequeños a manos de su mamá: Los motivos de Luz (Felipe Cazals, 1985): “Tengo buenas obras no filmadas y esta es una de mis mejores filmadas. Fue una colaboración exitosa la que tuvimos Felipe y yo. La estructura fue un poco más compleja, pues era un texto que tenía muy poco que ver con las estructuras tradicionales en el cine y quizá por eso es una de las que más me gustan. Estuvo nominada al Ariel como Mejor Película y cuando no se lo dieron, la gente chifló tanto que se escuchó hasta la calle, y mejor se quedó con La Concha de Plata en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, España”.
Luego llegó Rojo amanecer (Jorge Fons, 1989), que ideó junto con su compañera Guadalupe Ortega: “Anduvimos con ello un tiempo hasta que el Banco de Guiones Cinematográficos, que era algo nuevo de aquella época, estimulaba los proyectos fílmicos y nos aprobaron por unanimidad. Estuvimos un año con la obra bajo el brazo hasta que se la di a María Rojo, ella se la envió a Héctor Bonilla y decidió filmar el genocidio de 1968 en Tlatelolco, terminó por hacerse con la colaboración en la producción de Valentín Trujillo (1951-2006)”.
Subrayó que los cambios a su texto fueron muy ligeros, seis cortes que duraban dos minutos y veinte segundos, o una palabra o el caso del final donde en la versión censurada por el Ejército, el niño salía del edificio y un barrendero recogía los papeles y limpiaba la sangre mientras que un soldado se cruza. Posteriormente se dejó, pues la censura dejó de tener efecto sobre la película, “sobre todo ahora que el dueño de la cinta es Carlos Slim”.
En la historia aparece la niña Graciela, que tenía 14 años en esa entonces, y se trataba de Paloma, la hija del maestro Robles, por lo que con frecuencia iba a verla al set. “Rojo amanecer me dejó mucho prestigio, el cariño de estudiantes y de quienes vivieron en carne propia aquellos aberrantes hechos, conferencias, pláticas, además de que se hizo acreedora al Premio Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián en 1990, del Premio Coral en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Cuba 1990, del Ariel a la Mejor Película, Argumento Original y Guion Cinematográfico (1991), así como el Heraldo a Película y Guión.”
Para 2006 trabajó de nueva cuenta con Mario Hernández en la cinta Cementerio de papel, pero, dijo, fue muy saboteada, censurada por los distribuidores y exhibidores de cine porque tenía tintes políticos, y eso lo decidió a seguir como independiente.
En esa etapa se estrenó con Ayotzinapa, crónica de un crimen de estado, un documental de 2015, y siguió por ese camino porque las cadenas, “además de ser monopolios, limitan mucho el desarrollo del cine mexicano”.
De hecho, advertía que descubrió una forma novedosa de distribuir a través de los propios grupos, de organizaciones políticas internacionales que quieren exhibir un cine mexicano que sea político y que justamente tenga esas características cinematográficas.
“Puedo decir que el documental más visto en el extranjero en toda la historia del cine mexicano es el de Ayotzinapa, ha estado en 150 ciudades de 26 países en tres continentes. Ha llegado a Nueva Zelanda y Australia, lo que no ocurre con nada cinematográfico mexicano; en nuestro país tuvo más de 400 proyecciones… y eso es muy satisfactorio.”
Para ese 2016 de esta charla, don Xavier acababa de terminar un guion para un productor privado sobre La Castañeda, conformado por siete cuentos que van desde la inauguración del manicomio por Porfirio Díaz hasta su demolición ordenada por Gustavo Díaz Ordaz. La idea era filmarla en 2017 y estrenarla en 2018.
De su etapa de escritor, hasta ese momento tenía 10 libros, entre ellos uno respecto de la teoría del cine: La oruga y la mariposa; otro titulado Géneros dramáticos en el cine, el cual le llevó ocho años; uno más de cuentos y otras cosas entre programas políticos, como alguno del desaparecido Partido Comunista, del cual fue militante y que escribió junto a Gonzalo Martré.
“No me gusta dar consejos, pues los que dé ahora no sirven para nada, ya a nadie le importan, sólo les digo que sean muy honestos consigo mismos, si van a entrar al sistema y escribir obra para el sistema, pues que lo asuman y lo hagan, aunque ya saben que harán mucha mierda, pero si se asume hacer un cine independiente, comprometido o más honesto consigo mismo y con la realidad del país, pues que dejen eso de que van a vivir en la pobreza, pero en cualquier caso que asuman con dignidad y honestidad lo que escriben y lo que hacen. En mi caso, pienso seguir hasta donde el cuerpo aguante.”
Gran narrador de nuestro cine, Xavier Robles escribió películas fundamentales como ‘Las poquianchis’ y ‘Los motivos de Luz’ de Felipe Cazals, o ‘Rojo amanecer’ de Jorge Fons.
¡Gracias por tus historias tan poderosas, Xavier! Siguen con nosotros, en nuestras pantallas. pic.twitter.com/pUtrBjDyaY
— IMCINE (@imcine) June 24, 2022
También en 2016 este reportero platicó con tres de los actores que laboraron en sus guiones.
PATRICIA REYES SPÍNDOLA
“Las Poquianchis se dio al inicio de mi carrera y aunque el personaje que interpreté muere muy pronto, es a la que matan de un golpe en la cabeza con la plancha, tuve la oportunidad de conocer a Felipe Cazals, a Xavier Robles y a unas grandes compañeras. ¡Imagínate qué inicio, un gran proyecto! Y Los motivos de Luz representó la gran oportunidad de mi carrera, lo que me dio la entrada al cine nacional de manera estelar, por un gran guion, un gran director y por unas compañeras estupendas. La verdad es que a esta cinta la considero como el inicio real de mi andar en esta profesión, pese a haber hecho antes otras películas. Xavier es uno de los guionistas más importantes de este país, con una sensibilidad y un conocimiento de México, y fue una suerte hacer esas dos películas, sobre todo que cuando me propusieron para Los motivos de Luz, él me aceptara.”
MANUEL OJEDA
“En Las Poquianchis hice un papel especial, era Tadeo, un soldado, amante de una de las mujeres que no sólo se llevaba a las jovencitas de los pueblos a los burdeles de esas mujeres, sino que además les daba mariguana. Fue un personaje breve, pero de gran importancia en la historia. Ya en ¡Qué viva Tepito! hice un papel importante como Toño, uno de los hijos de una familia humilde del barrio, que dependía de una señora que era la matrina y cuando muere se desencadena una serie de problemáticas. Mi personaje es encarcelado, se iba a hacer una segunda parte, pero ya no se realizó. La experiencia de hacerla en Tepito le dio un gran realismo a la cinta, la recuerdo con gran cariño, además de haber trabajado con actrices y actores que ya no están con nosotros: Delia Magaña, Alma Muriel y David Reynoso. Bajo la metralla fue una experiencia muy importante porque era un comando que se levantaba en armas y la hicimos en un set, una casa hecha en los Estudios Churubusco donde hacía poco tiempo habían rodado Desaparecido, de Costa Gavras. No tuvo éxito en la corrida comercial en México, pero ganó muchos premios.”
HÉCTOR BONILLA
“Rojo amanecer significó involucrarme en una cuestión creativa que dependía de mí y donde las decisiones creativas no dependieran de quien pone el dinero, ¡pero, carajo!, fui tan loco y tan pendejo, tal Quijote, de pensar que me alcanzaba para hacer una película. Decía: ‘Total, es meter a un departamentito a cinco cabrones’, pero no me alcanzó, no tuve para pagar la última nómina y me asocié con Valentín Trujillo. La cinta cumplió con creces: arrancaron las hojas en la hemeroteca de lo que se refería al 68, lo tapaban todo; también ayudó a abatir la autocensura, pues dijeron: ‘¡mira este pendejo!, si él puede, yo también’, y se encaminaron a hacer cosas más ambiciosas.”