Por nuestras hermanas sin voz, aquí la levantamos, gritamos si es necesario, para que sean escuchadas y se haga justicia, esa de la que tanto carecemos en nuestro país y desde hace ya mucho tiempo. Actualmente no hay noticiario que no nos presente casos de violencia, generalmente homicida, contra mujeres. Hemos escuchado cientos de veces que en México las estadísticas señalan que a diario mueren 11 mujeres por motivos de género, ante los ojos de la sociedad, incluidas las autoridades que deben velar por nuestra seguridad, y es un hecho que no lo están haciendo, a pesar de que el feminicidio está regulado en la ley penal mexicana desde 2012.
Aunque se atribuye el término “feminicidio” a la antropóloga Marcela Lagarde (2006), éste tiene largo historial en la literatura criminológica. Podemos ubicar su uso —aunque la denominación utilizada fue “femicidio”, no propiamente “feminicidio” — en 1976 por la escritora feminista Diane E. H. Russell (fallecida el 28 de julio de 2020) durante el primer Tribunal Internacional sobre Crímenes contra Mujeres que tuvo lugar en Bruselas, Bélgica.
Por otra parte, no nos habíamos familiarizado con él puesto que en la mayoría de las legislaciones, la muerte de una mujer suele manejarse como “homicidio” u “homicidio femenino”, sin hacer distinción en la dinámica del hecho y mucho menos sin considerar la posibilidad de que éste podría haberse llevado a cabo precisamente por razones de género (Protocolo Modelo de las Naciones Unidas, 2014). Cabe mencionar, sin embargo, que no toda muerte de una mujer es clasificable como “feminicidio”.
El término fue acuñado precisamente con el objetivo de identificar, reconocer y visibilizar la discriminación, la opresión, la inequidad y la violencia sistemática contra las mujeres, cuya forma más extrema es la muerte. De acuerdo con la definición de Russell, “femicidio” aplica a toda forma sexista de dar muerte a una mujer, que esté motivada por un sentido de derecho sobre ella, de superioridad, para obtener gratificación sádica, estimulación sexual o por un erróneo sentido de propiedad: “esta mujer me pertenece” (Turvey y Coronado, 2022). Femicidio incluye todo tipo de violencia doméstica que termine en la muerte de la mujer que la padece, violación que culmine en muerte, homicidios de mujeres “por honor” y cualquier tipo de homicidio femenino donde el género sea un factor determinante, considerando también a las personas transgénero que se identifican como mujeres.
Como hemos mencionado, es importante señalar que no toda muerte de una mujer será considerada femicidio/feminicidio, pero clasificar un caso como tal permite realizar a la parte investigadora los ajustes necesarios para buscar evidencia específica que de otra manera no se tomaría en cuenta, como lo son, por ejemplo, las dimensiones de la violencia que rodearon el hecho.
Lagarde propuso en 2006 que el término debía considerar también omisiones o negligencia cometidas por el Estado, sean éstas las llevadas a cabo directamente por personal de las autoridades competentes para la investigación, o las cometidas por el Estado mismo, como impunidad e indiferencia, es decir, la falta de respuesta. Desde esta perspectiva, Lagarde sugiere una diferenciación importante: prefiere utilizar “femicidio” para englobar todas aquellas acciones que incluyan crímenes, secuestro y desapariciones de niñas, adolescentes y mujeres dentro del contexto del colapso institucional, y plantea entonces el término “feminicidio”, definiéndolo como el acto de dar muerte a una mujer sólo por el hecho de serlo, e incluye la creación de narrativas erróneas donde se culpa a la víctima de su propia muerte, así como la falta de respuesta e indiferencia del Estado en la procuración y administración de justicia para combatir y erradicarlo (Turvey y Coronado, 2022).
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Ahora bien, la pregunta necesaria es por qué los hombres mexicanos están tan enojados con las mujeres si fuimos nosotras quienes los parimos y les llevamos nueve meses en nuestro vientre. La respuesta, aunque no es tan sencilla, puede ser sin duda un simple “nos matan porque pueden”, pues la impunidad que prevalece en el Estado mexicano juega un papel fundamental, al igual que la corrupción, en la incompetencia para evitar los feminicidios, combatirlos y erradicarlos. Y sí, los hombres están enojados, muy enojados, pero eso no les da derecho a violentarnos y mucho menos a matarnos. La trillada frase de “son el sexo fuerte” quedó reducida meramente a la fisionomía y está ya en desuso. Entonces ¿por qué nos matan? ¿Qué les enoja tanto para llegar a ese extremo? Les enoja que ya no les necesitemos, les enoja nuestra independencia física, emocional y económica, les enoja que nos sentemos a discutir en una sala de juntas al mismo nivel que ellos asuntos laborales, les enoja que ocupemos cargos que siempre han ocupado ellos. “¿Qué vamos a hacer después nosotros? ¿Dónde vamos a acabar?”, me preguntaba uno de ellos. Les enoja sentirse vulnerados por la presencia femenina o el sentir que por alguna razón podríamos ser superiores a ellos, cuando de hecho, en cierta manera podríamos serlo si consideramos, insisto, que los llevamos nueve meses en el vientre y les parimos.
Gracias a la lucha histórica de colectivos de mujeres que han alzado la voz para pelear por la equidad de género y el reconocimiento de diversos derechos es que se ha logrado también visibilizar la “violencia de género” que se ejerce en nuestra contra y fomentar, ante todo, la cultura de la denuncia.
Vivimos en un sistema político, social y cultural absolutamente patriarcal que, con su narrativa, erróneamente ha hecho creer al varón que es “superior” a la mujer; por tanto, la trata de manera inferior, y eso es parte de lo que ha estado cambiando en las últimas décadas. Ya el varón no tiene ni excusa ni armas con las cuales luchar ante la equidad de género que hemos logrado las mujeres con el paso del tiempo, y eso, debe tenerlos muy enojados.
Hablar de la posibilidad de un perfil criminológico general acerca de los feminicidas, además de que considero que es irresponsable profesionalmente, es complicado, ya que cada caso es único. No obstante, el común denominador que comparten o donde convergen los casos es la impunidad que generalmente les acompaña: las autoridades municipales, estatales y federales de seguridad encuentran más cuerpos femeninos inertes que responsables de los hechos y el número de personas desaparecidas aumenta también día con día. Por tanto, es preciso ver cada caso de manera particular.
El feminicidio es el término utilizado para referirse a la violencia extrema contra la mujer que toma forma de homicidio, por razón de su género. Los feminicidios pueden ser cometidos tanto por mujeres como por varones, pero hablaremos de estos últimos. Las motivaciones de un hombre para violentar a una mujer y matarle, por el simple hecho de serlo, son variadas y cada caso es diferente.
Desde siempre la mujer ha sido objeto de violencia por parte del varón; sin embargo, es a partir del fenómeno de las muertas de Juárez, en el estado de Chihuahua (década de los noventa), que el término cobró fuerza y comenzó a ser utilizado y conocido por los mexicanos: “Las razones por las cuales se habla de violencia de género en estos asesinatos se reflejan en las relaciones que según los expedientes había entre víctimas y victimarios, las agresiones que fueron inferidas contra las mujeres antes de privarlas de la vida, así como el hecho de abandonar los cuerpos en lugares públicos y dejarlos en posiciones que denigran el género femenino” (Salazar, 2020).
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Es de esta manera que poco a poco homicidios de mujeres encuentran cobijo en la clasificación de “feminicidio” y la investigación de los hechos da un giro importante, incluso, la pena privativa de libertad se endurece cuando se emite la sentencia por ese delito. Pero para indagar sobre los motivos de los feminicidas, quién mejor que ellos para hablarnos al respecto. A lo largo de mi carrera profesional, aunque me he inclinado más hacia los feminicidas seriales que a los de un solo acto, las razones con las que me he topado son diversas. Van desde un acto de violencia reactiva contra la mujer que culmina en muerte, hasta venganza, celos, razones de culto, la necesidad de cometer actos necrófilos (estimulación y gratificación sexual con muertos), canibalismo, necesidad de “demostrar su hombría”, por “ver si podían salirse con la suya», “ver qué se siente”, “dar a la mujer una lección”, “limpiar a la sociedad de basura” (me aseguraba un feminicida serial que mataba prostitutas), sentimientos de vacío e inseguridad, miedo al abandono, “hacerlo antes de los dieciocho años porque luego toca la grande” (refiriéndose a la cárcel para adultos), como método de desplazamiento de la ira y rabia contra “una madre que ha sido toda la vida cruel y despiadada”, “porque debía respetarme”, por infidelidad, “porque ya no me servía”, porque las utilizan como negocio y material desechable (trata en su modalidad de explotación sexual), “por mis altos niveles de testosterona y esteroides”, en fin. Podría seguir con la lista de excusas y justificaciones que he recopilado a lo largo de los años, porque eso son, excusas, puesto que no todas aquellas personas que han experimentado alguna de las frases mencionadas, acaban violentando y matando a una mujer.
Sumado a lo anterior, debemos ser claros al responsabilizar a las autoridades por la impunidad que impera en nuestro país, y debemos también estar alerta ante mujeres que se aprovechan de la atención que se da a casos de violencia, incluidos hostigamiento y acoso, para culpar injustamente a varones inocentes. Pero lo más importante es quizá la necesidad de que por ningún motivo normalicemos actos de violencia que van desde el chantaje hasta el más extremo, que es la muerte.
Ciertamente buscar en los feminicidas las raíces de su comportamiento nos brinda un panorama que nos permite trabajar en prevención y mi trabajo se debe a ello; sin embargo, es imprescindible ver cada caso de forma particular porque de no hacerlo, podemos caer en estigmatización y criminalización de conductas y problemas psicológicos, estos últimos presentes en algunos casos de feminicidas, y no podemos ir por la vida diagnosticando de manera irresponsable al vecino o al amigo de nuestro hijo como una persona con tendencias homicidas hacia las mujeres sólo porque identificamos en él un rasgo.
Debemos identificar y poder corregir desde casa, desde los muros de las instituciones educativas, desde los sitios que marcan tendencia y donde se reúnen nuestros hijos; conductas inapropiadas hacia la mujer no sólo por parte del hombre, sino también de la mujer, pues es de ellas de quienes solemos escuchar “es que se lo buscó”, “claro, con esa minifalda qué esperaba”, “eso le pasa por andar de fiesta”, etcétera. Recordemos al final de esta reflexión algo de suma importancia: el machismo, aunque lo vive el varón, lo fomenta la mujer, y para muestra y tristemente basta sólo con charlar un poco con la madre de un feminicida sentenciado por el crimen que ha cometido.
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Enhorabuena para todas aquellas adolescentes y mujeres que han alzado la voz. Qué valentía, qué ejemplo. Altamente recomendable👇🏻 pic.twitter.com/UGjTGYH5Gz
— Mónica Ramírez Cano (@MonRamirezCano) November 13, 2022
- Bibliografía:
- Garrido Vicente (2020). “Asesinos Múltiples y Otros Depredadores Sociales”. Ed. Ariel. México.
- Keppel, Robert y William J. Birnes (2009). “Serial Violence: analysis of modus operandi and signature characteristics of killers”. Ed. CRC Press. Estados Unidos de América.
- López Salazar Alba Victoria (2020). “Feminicidio”. Ed. Porrúa. México
- “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” (DSM-5). 5ª ed. Ed. Médica Panamericana (2014). American Psychiatric Association. España.
- Pincus, J. (2001). “Base Instincts: What Makes Killers Kill?”. Ed. W.W. Norton & Company, Inc., New York, NY. Estados Unidos de América.
- Rodríguez Testal, Juan Francisco & Pedro J. Mesa Cid (2011). “Manual de Psicopatología Clínica”. 2ª ed. Ed. PIRÁMIDE. España.
- Turvey, Brent y Aurelio Coronado (2022). “Criminal Psychology: Forensic Examination Protocols”. Ed. Academic Press. Estados Unidos de América y Reino Unido.
- United Nations (2014). “Latin American Model Protocol for the Investigation of Gender-Related Killings of Women (Feminicide)”. United Nations High Commissioner for Human Rights, United Nations Entity for Gender Equality, and the Empowerment of Women (UN Women).