Un hombre con las carnes de la entrepierna estalladas y sanguinolentas fue fotografiado en las calles de Líbano. Sentado, conmocionado, con el bolsillo del pantalón quemado por la explosión que provocó la herida. Ahí, pegado a su ingle iba uno de los cinco mil bíperes detonados el 17 de septiembre pasado por la inteligencia israelí. Su objetivo: la red de Hizbulá. Ayer, de nuevo hubo una oleada de detonaciones, ahora de walkie talkies. Se estima, al menos 15 muertos.
La escena es perturbadora, el cuadro inundó las redes y provocó, seguramente, algunos millones de escalofríos. Entre ellos el que recorrió mi espalda. Sin embargo, hay otra razón por la que abrí la boca como si me hubieran espantado.
Hace unos ocho años, me senté a escribir una historia llena de whisky, tabaco, ficheras y una asesina. Valeria, protagonista de la novela y uno de mis grandes amores, consiguió la tecnología para hacer estallar celulares y así castigar a los malandros que no se unieran a su pequeña cruzada.
En el tercer capítulo, “Eso que a ella le gusta”, escribo:
Los ataques a rateritos no sólo se estaban dando en el Metro, la cosa se puso pank en un par de calles de la Agrícola Oriental y el Centro, brazos hechos garras, güeyes sin ojo, hasta a un cabrón se le deshizo el pito porque se guardó un celular robado en el pantalón.
La novela la publiqué el año pasado bajo el título de Los amores impresentables y nunca pensé ver una escena tan similar a lo que imaginé, sobre todo por las trágicas posibilidades que se abren con este tipo de ataques que parecen quirúrgicos pero son crueles y mediáticos. Un mensaje enviado a bíperes escrito en dolor y sangre.
Bíperes mortales, escenas y tecnología
Quien haya sido y como lo haya hecho, encontró la manera de colocar una anónima bomba personal en el bolsillo de presuntos miembros del grupo chiita libanés apoyado por Irán.
Comenzaron a correr los videos en las redes. Los pantalones estallaban y los hombres caían, en la calle, en el súper, en los mercados…
Ya hay quien especula acerca de un hackeo para sobrecalentar las baterías de litio en los bíperes. Se dice que los bíperes fueron manipulados de origen para hacerlos explotar y también que un mecanismo fue activado por una señal intervenida.
Desde luego, se va a alegar la lucha contra el terrorismo y un golpe al sistema de comunicación de Hizbulá. Pero, si es cierto que había manera de enviar la señal a todos los bíperes del sistema de comunicación y eran localizables, ¿por qué cercenarlos y provocar víctimas colaterales, como la estela de más de 450 heridos en las calles?
En Los amores impresentables describo un mecanismo. En esta parte, Roberto Portugal, el cínico detective adicto a los picaderos de Tijuana y Ciudad de México, explica cómo se acciona un pequeño explosivo con ácido para, además, quemar a la víctima.
Esto es la más alta tecnología antiterrorismo, un conocido que me debe aún un par de favores lo consiguió para nosotros. Lo único que me pidió es llenar un reporte sobre su funcionamiento… Hay dos formas: en la primera, luego de colocarlo en cualquier aparato, hay que activarlo vía celular o radio. La segunda es un poco más laboriosa, pero con unos ligeros ajustes se activará cuando, por ejemplo, en un teléfono celular, se oprima determinada tecla que cerrará el circuito.
¿Y cuando lo tenga el narco?
Además de la amenaza que parece decir: ahora podemos hacerlos estallar, la efectividad de esta nueva herramienta de guerra llamará la atención de todos los que huelen la sangre y buscan su rastro.
Ciertamente, habrá ejércitos interesados en la presunta nueva tecnología, todo tipo de ejércitos. Y si el narcotráfico mexicano se vale hoy de artillería antiaérea, además de drones, para atacar poblaciones y defender sus cotos, ¿por qué no utilizaría ciudadanos comunes y corrientes como desgracias a control remoto para arrojar su crueldad en cualquier lado?
Los amores impresentables cuenta la historia de una niña reclutada a la fuerza como asesina, bailarina exótica, espía, escolta del narco. Valeria no vacila en encontrar lo que ella considera justicia y usa celulares explosivos para conseguirlo, entre otras terribles artes. Sin embargo, es ficción.
Pero sucede que hay gente con más que una pluma y una hoja en blanco. Gente con poder.
Siempre hay alguien capaz de hacer realidad las pesadillas.