Los carteles elaborados para promocionar el Cine de Oro Mexicano muestran lo que los mexicanos de esa época deseaban ser, coincidieron Juan Manuel Aurrecoechea y Armando Bartra, durante la presentación de Sueños de papel. El cartel cinematográfico mexicano de la época de oro.
“El México imaginario es el México verdadero, y no porque uno sea más verdadero que el otro, sino que en uno están las claves del otro. El tipo de imágenes que construimos para representarnos a nosotros mismos nos da la clave de lo que queremos ser y, en el fondo, lo que somos.
“Los mexicanos somos lo que la cultura popular, el imaginario, lo que el cine, el radio, las historietas han reproducido de nosotros. Y lo hemos visto, consumido y repetido. ¿Y es falso? ¡Claro! En nuestras falsedades esta la muestra de lo que somos”.
Edición de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Sueños de papel. El cartel cinematográfico mexicano de la época de oro de Armando Bartra es un recorrido –en cuatro capítulos– por los trabajos de los artistas que crearon afiches y, principalmente, por quienes hicieron el diseño gráfico para ilustrar y difundir las filmaciones mexicanas realizadas en ese periodo.
Además, se muestran a color 60 carteles producidos entre 1923 y 1957 por 20 cartelistas identificados y seis que no se pudieron encontrar autoría.
Al respecto, Juan Manuel Aurrecoechea comentó: “Los anuncios se han transformado en otra cosa, rejuvenecen en cada lectura; ya que cumplieron su función; parecían destinados a la basura y ocurrió lo contrario, adquirieron vida propia y cada vez son más cotizados y valorados. Son testimonios de una época y de un querer ser. Del muro callejero pasaron a las mamparas de los museos”.
La presentación de la reimpresión del libro (editado originalmente en 2010) permitió recordar que la llamada Época de Oro del Cine Mexicano tuvo como contexto global la Segunda Guerra Mundial y la postguerra, momentos en que Hollywood no producía y, para llenar el vacío, proporcionó a México insumos para crear grandes producciones.
“Leyendo Sueños de papel uno concluye que en el cine mexicano, los directores y guionistas son lo de menos. Es un cine de imágenes, fotógrafos, escenógrafos, coreografías; de fragmentos, de escenas inolvidables en medio de argumentos débiles, donde la estructura dramática es secundaria. Esto por supuesto es una generalización, pero pienso que es interesante”, dijo Aurrecoechea.
Y Bartra apuntó: “El valor de los carteles no tiene que ver con el de las películas; hay carteles espléndidos de películas infames y viceversa”.
Esto, dijo, porque era común que el diseño ocurriera a la par que la producción, por lo que no había forma de que los creadores hubieran visto la película y, tal vez, nunca la vieron. Aprendieron a trabajar con aspectos que les proporcionaba el productor, como imágenes y rostros de los protagonistas y antagonistas, stills y algunas ideas “es de vaqueros, debe haber gente a caballo; hay un conflicto, debe haber pistolas”, para cumplir con su función de servir a la publicidad.
“El cine es un arte y hay una serie a estudiar, pero el trabajo de los cartelistas es al margen; obviamente coadyuva en un contexto determinado para hacer publicidad de la mercancía que son las películas”.
Y agregó “son arte utilitario, es decir, aquello que tiene una función social y, aunque no surge de las musas, como el arte que está en los museos, sí es la creación artística de un trabajador”.
La escuela del cartel de cine mexicano, según Bartra
Al hablar de la trascendencia de los afiches del cine mexicano, los especialistas coincidieron en que es difícil hablar de una tendencia que se separe las creaciones mexicanas de las de otros países.
Hicieron un recuento de algunos de los autores icónicos en territorio nacional, entre los que se encuentran los españoles Joseph y Juanino Renau, así como José Espert, artistas que llegaron a nuestro país durante el exilio y encontraron en el cartelismo una forma de subsistencia, y de México como Juan Antonio Vargas Briones, Antonio Caballero y Ernesto García Cabral, entre otros.
El sello inconfundible del mejor cartelismo cinematográfico nacional está en la técnica, apunta el libro, el trazo mediante fotografías proyectadas y el uso del aerógrafo y las plantillas. En tanto que la maestría se encuentra en entrecruzar planos y volúmenes, lo que viene del cubismo que trajeron los Renau, y que también se ve en el muralismo de Alfaro Siqueiros.
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Basada en la vida real de Stella Goldschlag, esta biopic explora la complejidad de su protagonista y desafía al espectador a reflexionar sobre el dilema moral en el que está atrapada.
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