Carlos Cuarón

«Los políticos están hechos para causar dolor al ser humano, no para aliviarlo»

En su nueva cinta ‘Amalgama’, el director y guionista Carlos Cuarón quiso explorar la humanidad y la condición humana a través de los dentistas

Carlos Cuarón (Ciudad de México, 1966) se alejó de los ambientes rural y urbano de sus dos primeros largometrajes y buscó explorar el dolor en el paraíso, con un grupo de dentistas, aunque para él más bien los políticos son quienes están más hechos para provocarle dolor a los humanos, no para aliviarlo.

El director y guionista estrenó el 9 de diciembre Amalgama (2020) de manera comercial —antes lo hizo en el Festival Internacional de Cine de Morelia—, una alegoría sobre el dolor y el paraíso, filmada en la reserva de la biosfera de Sian Ka’an, Quintana Roo, y en República Dominicana, con Manolo Cardona (Chema), Miguel Rodarte (Hugo), Tony Dalton (Saúl) y Stephanie Cayo (Elena), que interpretan a un grupo de dentistas de telenovela que asisten a un congreso y aprovechan para destrozarse en una isla.

Carlos Cuarón quiso explorar la humanidad y la condición humana a través de los dentistas, señala sobre su filme.

Ganador del León de Plata en el Festival de Venecia por el guion de Y tu mamá también (2001), por el que también fue nominado al Oscar y al Bafta, además de llevarse un Ariel en 1991 por Sólo con tu pareja (1991) en igual categoría, Cuarón plantea un microcosmos, entre el dolor y el humor, de relaciones envenenadas, una vez más mirando desde un paraíso pasajero, en su búsqueda de “construir personajes que sean humanos, con luz en la sombra y sombra en la luz, no necesariamente cinematográficos”.

Pasaron muchos años desde su debut como director con Rudo y cursi (2008) y aun desde Besos de azúcar (2013) para que Carlos Cuarón, que dice con sorna en entrevista que hubiera querido ser más productivo, como Woody Allen, volviera a rodar otro guion escrito en colaboración con Luis Usabiaga.Carlos Cuarón

—¿Por qué eligió el mundo de los dentistas para su nuevo largomentraje?
—Muy temprano, en la escritura del guion, Luis Usabiaga y yo nos dimos cuenta que el tema central es el dolor y que era muy orgánico que los personajes fueran dentistas porque es una profesión que asociamos, para bien o para mal, con el dolor; a pesar de que nos curan y nos quitan el dolor de muelas, es una cuestión inevitable. Y, a partir de esa certeza, empezamos a construir los personajes y la trama.

Rudo y Cursi es un mundo masculino, de hermanos, de futbol; entre los dentistas de Amalgama, hay alguien que rompe ese mundo de machos: Elena. ¿Cómo decidió insertar ese personaje?
—Teniendo la conciencia que iban a ser tres hombres y una mujer, Luis y yo decidimos que debía ser una mujer fuerte, del siglo XXI, no la mujer abnegada típica del siglo XX, producida en la era de la posguerra y del consumo. Que fuera fuerte, que no simbolizara los arquetipos del pasado, sino que fuera independiente, autónoma, dueña y responsable de sus propias decisiones. Tiene la mala fortuna de involucrarse en una relación tóxica que debe superar, y al mismo tiempo posee la enorme fortaleza de utilizar su lado femenino, su feminidad, para manipular a los tres hombres, que acaban comiendo de su mano. Era eso: aprovechar la fortaleza de la mujer actual versus cualquier arquetipo anterior.

—No obstante, el personaje de Chema le reprocha a Elena ser “un imán que solo atrae pendejos”. Eso me parece contradictorio con lo que usted dice sobre ese personaje femenino.
—Pues no. ¿Quién dice que no son pendejos estos personajes?

—Me refiero a que Elena sólo se relaciona con hombres conservadores, machos.
—Sí. Pero son dos cosas distintas. Ella no es una persona pendeja, atrae a puros pendejos, según el punto de vista de Chema. ¿Ok? Y posiblemente del tuyo también y de mucha otra gente. No es contradictorio, es perfectamente humano. O sea, nosotros podemos querer una cosa y la vida nos entrega otra. En ese sentido, ella tiene un patrón neurótico, porque eso es lo que es, en el que eso sucede. Y eso pregúntaselo a las mujeres; ellas no quieren, pero no se dan cuenta, porque es a un nivel inconsciente, de que lo que están atrayendo es a machos alfa o derivaciones de machos alfa, porque hay tantas masculinidades como hombres en el planeta. Y, justamente, de esto sirve esta historia, a que gracias a lo que le sucede y a su amigo Chema, ella se vuelve consciente de su patrón neurótico, y entonces, probablemente en el futuro no se volverá a ligar a una derivación de macho alfa o macho alfa per se.Carlos Cuarón

—¿Por qué le resultó fundamental que el dolor fuera el leit motiv de Amalgama?
—Es algo que experimentamos todos, lo que lo hace absolutamente universal, y lo evitamos. El humano evita el dolor, sea físico o emocional, y lo tratamos de evitar de distintas maneras. El emocional, a través de las adicciones, que irónicamente nos regresan un dolor más fuerte. Nos dio la oportunidad de explorar un tema, que podía ser peliagudo, desagradable, pero también iluminarlo con la sabiduría del sentido del humor. Y la contraposición y el contraste entre ambos nos genera una película ácida o de humor negro y la exploración de algo distinto, a lo que Luis y yo hubiéramos visto antes.

—Los cuatro personajes literalmente quedan aislados, en una isla, para enfrentar los problemas que traen, el dolor. Pero son típicos de una clase social económica alta, a quienes uno no suele vincular con ese tipo de traumas. ¿Por qué enfocó en Amalgama a esa gente bonita, de telenovela?
—Porque son seres humanos; no importa si somos pudientes o no, blancos, amarillos, rojos… el ser humano es el ser humano, y el dolor nos atañe a todos. Y, en ese sentido, es el retrato de esa clase social en específico, porque es una clase educada, son dentistas, son médicos. En este sentido la película es también una amalgama de personajes, de temas y de historias, pero también, por los personajes mismos, de clase social. Lo que no está retratado en Amalgama es lo que sí retraté en mi película anterior, cada película es distinta, y sucede en una isla, en una casa espectacular de un amigo del dentista rico, que se establece como que pertenece a una familia de políticos potencialmente corruptos.

—¿Qué similitudes ve con sus dos anteriores largometrajes, Rudo y Cursi y Besos de azúcar?
—Hay continuidades temáticas. En este caso, no pude meter, porque no cabía más que tangencialmente, el tema de la corrupción; tanto en Rudo y Cursi como en Besos de azúcar es un tema central. Acá no podía serlo porque es una película más intimista, y ninguno de los personajes es corrupto, caen en la casa inolvidable e increíble de una familia de políticos corruptos, que es lo que literalmente se dice, pero no hay un espacio para elaborar y desarrollar ese tema. Hay, por supuesto otros temas: las relaciones humanas, la rivalidad, que confluyen en mis otras dos películas. Cada proyecto es distinto y seguramente va a haber muchas coincidencias y muchas divergencias, pero es un acto muy consciente.

—Es quizás irónico que, a pesar del estatus socioeconómico de sus personajes, todos tienen detrás una relación tóxica. ¿Así ve usted las relaciones humanas en la actualidad?
—Me gusta construir personajes que sean seres humanos, no necesariamente cinematográficos. Y, en ese sentido, me gustan los personajes multidimensionados, que en ellos encuentres luz en la sombra, sombra en la luz, y todos los matices que hay en medio. Porque así somos, como seres humanos. Y a eso responde la situación en que están metidos ellos. En algún momento Luis Usabiaga y yo nos reíamos porque el subtítulo podría haber sido “Los dentistas también lloran”. Y es nada más porque no estamos acostumbrados a ver eso. Como seres humanos estamos expuestos a todas las emociones. Y, en este caso, era explorar algo que no habíamos visto, una película donde todos los personajes son dentistas, y a través de eso explorar la humanidad y el asunto de la condición humana.

“Toma en cuenta que los dentistas, cada vez que son retratados para en el cine, aparecen como torturadores, que es el caso de sir Lawrence Olivier en Maratón de la muerte (1976), que tortura a Dustin Hoffman abriéndole hoyos en los dientes con la fresa dental. O como unos locos, Steve Martin en La tiendita de los horrores (1960), o como una ninfómana Jennifer Aniston en Jefes horribles (2011). Pero nunca son retratados como seres humanos, como tú o como yo; seres humanos que simplemente están expuestos a un estrés adicional porque están en contacto directo con el dolor ajeno en una zona muy vulnerable, en una postura muy vulnerable del paciente, en una zona muy íntima, que es la boca, con la que comemos, hablamos, besamos. Y eso genera también este estrés en los congresos; ahí cumplen sus obligaciones académicas y luego revientan con singular alegría para tratar de aliviar ese estrés, que es un escape, como cualquier ser humano. Entonces, de ahí viene toda la idea”.

Carlos Cuarón
El director Carlos Cuarón

—De hecho, el personaje de Saúl menciona que la silla eléctrica fue inventada por un dentista.
—Esto es como una leyenda urbana. Parece que, en realidad, quien la inventó fue un discípulo de Edison. Pero la leyenda urbana sí existe. Y ahí te va otro dato: en Estados Unidos, la profesión con más altos índices de suicidios es la del dentista.

—Me lo puedo imaginar. Debe de ser bastante duro vivir después de ver a diario dientes podridos como los de de la primera secuencia de Amalgama.
—Ja, ja, ja. Sí, bueno, perdón, pero si el tema principal de la película es el dolor, mi primera imagen tenía que ser dolorosa. Y si mi película está presentando una transformación personal, también tenía que ser la primera secuencia una transformación, de unos dientes podridos a unos nuevos e increíbles.

—Es una escena muy asquerosa, tuve que cerrar los ojos. Lo veía más como ironía: el mundo al que están expuestos todos los días los dentistas, confrontado con ese mundo paradisíaco, de gente bonita que va a una isla desierta a explotar su hedonismo y termina con ese pasado tóxico.
—Es justamente eso. Era todo el tiempo buscar el contraste entre el dolor y lo que asociamos con todo lo contrario. El paraíso, en teoría, es el lugar perfecto donde uno iría a sanar. Y como seres humanos estamos en busca del paraíso imaginario, ese paraíso bíblico del que supuestamente nos expulsó dios como especie, para regresar a eso, para regresar a la comodidad, al encuentro con uno mismo, y por supuesto a la deidad. Y eso, en contraposición, por supuesto, con el dolor que es la pérdida del paraíso.

—Otra vez se busca ese paraíso, como en Y tu mamá también —que dirigió su hermano Alfonso Cuarón— cuyo guion usted escribió. Parece una obsesión suya la búsqueda del paraíso.
—Pues sí, pero los personajes tienen motivaciones distintas. Acuérdate que en el caso de Y tu mamá también sí asociamos con paraíso este tipo de playas, pero lo que ellos quieren es ligarse a una mujer más grande, y para eso inventan una playa que creen que existe y que acaban por encontrar de manera muy fortuita. En Amalgama, el paraíso es el contexto de la casa del amigo rico de uno de ellos. En ambos casos, lo que hay en común, es que son personajes huyendo, de sí mismos, y al huir de sí mismos acaban por encontrarse.  En eso coinciden en ambas películas.

—Chema es un personaje homosexual, que al final resulta el ganón en esta pelea de machos.
—Sí, porque al final del día, la relación que tiene con Elena es la historia de amor más puro de todas las que se plantean en la película. Todas las demás relaciones son profundamente tóxicas y de repente tocamos un momento de honestidad y de pureza en términos del amor, en su más amplia expresión.

—Volviendo a Y tu mamá también, hay temáticas presentes en ambos filmes: la homosexualidad, incluso el famoso baile de Maribel Verdú se refleja en el baile de Stephanie Cayo en el paraíso.
—Sí, aunque los temas se exploran de manera muy distinta. Me parece mucho más tangencial el tema de la homosexualidad en Y tu mamá también, es mucho más franco en Amalgama. Y sí, está el elemento de baile, con la diferencia que son dos momentos dramáticos muy distintos en una película y en la otra, momentos importantes, sin embargo, en una (Maribel) baila al par de calientes que son Julio (Diego Luna) y Tenoch (Gael García Bernal). Y en este caso, Elena le baila al espectador; y de ahí se agarra el personaje de Hugo, de Rodarte, para intentar un ligue, que le da significado al título de la película.

—¿Qué es lo que a usted le causa más dolor, en el contexto del México actual?
—Como a todos los mexicanos, la desigualdad y la pobreza y  la corrupción y la política. Al final del día estas tres cosas son el marco teórico del actual gobierno, que me parece inobjetable. El problema es que los políticos mismos están hechos en el mundo para provocarle dolor al ser humano, no para solucionar sus dolores, no quiero individualizar que es el caso sólo de este gobierno, es absolutamente el de todos los gobiernos de este país y del mundo. Esas son las cosas que más me duelen principalmente.Carlos Cuarón

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Cartel oficial de la cinta Amalgama, de Carlos Cuarón
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