Cuba, Cubita la bella. Ínsula imaginaria atrapada en una red de consignas arcaicas, y en el bloqueo mental de quienes celebran el alzamiento juvenil y ciudadano en, pongamos Chile por ejemplo, y condenan la reacción violenta del gobierno de Sebastián Piñera, pero que se niegan a ver la legitimidad de las protestas dentro de Cuba y la cruenta represión del seudopresidente cubano Miguel Díaz-Canel.
Y perdón, pero a mí Cuba no me la cuentan. He estado en Cuba, he visto la angustia de la pobreza en los ojos de su gente. Como los limpiavidrios o payasitos de los cruceros mexicanos, he sido asaltado en cada esquina o plaza de La Habana por hombres, mujeres y niños que te imploran un dólar, un pantalón o un caramelo.
Y perdón nuevamente, pero también he leído a Cuba. Desde Martí y Carpentier, hasta Padura o Wendy Guerra.
Por lo que quisiera detenerme en tres casos que me distanciaron desde hace tiempo de la utopía cubana: Guillermo Cabrera Infante, José Lezama Lima y Reynaldo Arenas.
Al margen de la calidad literaria de cada persona (eso debería determinarlo solo el lector), nadie debería ser condenado al ostracismo físico o moral, por lo que escribe o por lo que opina. El ninguneo, la humillación, cuando no el franco acoso por parte del régimen, que enfrentó este trío, se palpa en algunas, o en muchas, o en todas sus páginas. Y sus biografías se vuelven inevitablemente parte de la lectura paralela de sus poemas, novelas o ensayos.
Perdón, finalmente, pero Cuba vista desde el pellejo de GCI, Lezamalima o Arenas, es una afrenta a la dignidad humana. Como los garrotazos que le asestan ahora mismo a quienes salieron a las calles el 11 de julio.
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Más imágenes de las protestas del 11 de julio de 2020. Hace una semana Santiago de Cuba también se tiró a la calle. Esta es Aguilera, una de las calles más populosas de la ciudad. Los manifestantes gritaron “oye policía pinga” y “Libertad”.#SOSCuba #11JCuba #Cuba pic.twitter.com/yyo6Fx3rMQ
— Norges Rodríguez (@norges14) July 19, 2021