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Héctor Bonilla: «me voy a morir, sí; miedo a eso, no»

Hace ocho años, mientras se preparaba para entrar a escena, hizo un repaso por lo que fue su vida y reveló cómo surgió su epitafio: “Se acabó la función, no estén chingando”

Falta una hora para entrar a escena. El actor, el maestro, como todos se dirigen a él, está en ese lugar que el público jamás conocerá. Esa habitación donde cambiará sus zapatos cómodos, pantalón de mezclilla y camisa sport por un semitraje beige muy gastado, zapatos despintados y camisa sucia.

El ritual comienza. De un locker saca cualquier clase de utensilios que lo ayudarán para “entrar en carácter”. Se sienta frente al muro de espejos que lo rodean y mientras recrea a “Su Señoría”, piensa en lo que ha sido de Héctor Bonilla (1939-2022).

Primera llamada, primera

Soy un chilango, sin chiste, último de seis hijos. Mi padre, un hombre de hierro, uno de los dos hijos de una zapatero remendón en Tetela de Ocampo, Puebla, que se escapó, llegó descalzo al DF, hizo tres carreras, fundó la Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero, luego de ahí se fue Actopan a trabajar con los Otomíes y luego al mercado de Santa Julia, donde ejerció su profesión de médico homeópata.

En realidad esto último fue lo que me tocó a mí, ver que daba consultas gratis de 7 a 10 de la mañana, incluido el domingo. Mi madre, inminente pedagoga, especialista en paidología y técnica de la enseñanza.

Tuve una niñez sola, pues aunque fuimos tres hombres y tres mujeres, la mayor me lleva tres años, así que en realidad fui un niño solo, pero me sirvió para desarrollar mi imaginación.

Todos mis hermanos, esplendidos estudiantes y profesionistas y yo la oveja negra, pues mi karma eran las ciencias exactas, pero a los 15 años, en la secundaria Albert Einstein, la maestra de literatura, Serratos se apellidaba, me subió a un escenario a hacer un paso de Lope de Rueda y me di cuenta que la gente se reía o se callaba cuando yo quería y eso me dio una enorme seguridad.hector bonilla

Al entrar a la prepa empecé a hacer teatro universitario y ya en la Facultad de Derecho me inscribí para ir por las tardes a Bellas Artes… ¡y heme aquí!

Dejé la carrera de Derecho en el tercer semestre, porque me empezó a chocar, pero a la fecha sigo estudiando, me recreo en lo maravilloso que es el derecho romano y las filosofías del derecho, pero el lado procesal es realmente patético, lo mío es la actuación.

Recuerdo que en Bellas Artes se fueron dando pequeñas cosas. Luego estudié con Xavier Rojas en el Instituto Nacional de la Juventud Mexicana, hicimos una gira maravillosa por la costa chica de Guerrero, no había carreteras, sino brechas.

Se trabajaba sin luz, en la plaza del pueblo y era impresionante entrar en contacto con gente que nunca había visto teatro y hacer entremeses de Cervantes o Lope de Rueda, y que la gente captara todo lo que se le decía, fue muy vivificante y aleccionador, pues para mi asombro, lo que estudiábamos en la escuela no servía para lo que pasaba en la mecánica de lo comercial o profesional.

Hasta escribí en el periódico escolar un artículo en el que si dos gemelos emprendieran este camino y uno se dedicara a estudiar y el otro se fuera a cafetear al entonces Televicentro, el que tenía visos de ser millonario y estrella era el güey que se fue a hacer relaciones, porque 99 por ciento de la gente que hacía televisión no actuaba, hablaba mal y así hacían una carrera y estudiando se prejuiciaba con una serie de cosas éticas y políticas, el qué debe ser, qué método tomar. Esa sensación de tener la obra completa, de comparar la diferencia de entre una y otra, esa es la escuela.

Afortunadamente ahora han aparecido una serie de microteatros, otro tipo de experiencia que hacía mucha falta, pero la preparación teatral, es decir, no hay una escuela de actuación de cine, el teatro es algo fundamental.

Esto por una simple razón, en francés ensayar se dice “repeté” y es eso, ensayas dos o tres meses, mínimo uno y medio y llegas al cine y tiene en una superproducción 15 tomas y todo fragmentado.hector bonilla

Sin padrinazgo ni nexo con alguien

A mis 19 años decidí picar piedra con un monólogo de Antón Chéjov, que se llama Sobre el daño que hace el tabaco, porque me dije que no iba a morir de hambre, así que llevaba un portatrajes y una maleta y donde me contrataran lo haría, aunque sabía que iba a tener una tensa relación con las empresas.

Tengo dos características que a la vez son defectos y cualidad, cuando es cualidad soy de una constancia impresionante y cuando es defecto soy terco como una pinche mula.

Hay que atorarle a lo que sea, el ejemplo de esa capacidad de trabajo es de mi padre. Yo no sé lo que son vacaciones, de pronto me arrastra mi mujer, pero vacaciones no tomo nunca.

Tuve una pasión por el futbol americano, lo jugué, me dieron un santo madrazo que me dejó nueve fracturas, una especialmente en la nariz y prácticamente me relegaron a hacer otros deportes que yo despreciaba como el soccer y basquetbol.

Todo lo de pelota grande lo jugué bien, yo corría en promedio 5 kilómetros diarios, me cargué las dos caderas, tengo dos prótesis de titanio, ahora nado, pero no dejo el ejercicio y ahí la llevo.

Con la época del cine de oro viene Dolores del Río, que era tan importante como Charles Chaplin; viene la piedra de toque en el cine Ainsestain y hace a El Indio Fernández, se conjugan una serie de cuestiones y se junta la crema y nata de la intelectualidad española, que viene para gloria de nuestra Universidad, el Colegio de México y el Cine, como fue Alcoriza y Buñuel.

Y se crea este boom, pero perdemos este mercado a lo pendejo. El refrito del refrito del refrito, mismo proceso de la patética televisión que hacemos y nos cargamos el mercado.

En este contexto se hablaba mucho de que los actores de teatro éramos muy exagerados e Ignacio López Tarso le dio esa diferencia, patentemente, es decir, es perceptible a nivel mental, pero yo lo viví con él en el escenario de dar la dimensión de que uno tiene la obligación de que escuchen todos los espectadores a la sutileza del medio tono.

Qué me gusta hacer, todo lo que esté bien hecho. Evidentemente quisiera hacer mejor televisión, he propuesto muchas cosas que no me pelan, porque hay una sujeción tremenda a los procesos comerciales y a este fenómeno tan lamentable del refrito del refrito.

Evidentemente lo que se necesita es la competencia que va a forzar a la gente, a sofisticar el guion, la dirección, la actuación, movimiento de cámaras, la iluminación, tiene que surgir la competencia, que están tapando y dando en la madre nuevamente como pueden, desgraciadamente lo están conteniendo los más que pueden.hector bonilla

Club de fans en Brasil por un solo capítulo del Chavo del 8

Le dije a Chespirito que me dejara entrar a su programa porque ya estaba cansado de las telenovelas y me dijo que no había chance de meter otro personaje, pero que me escribiría uno para mí y salió el capítulo y ahora está el club de fans. El único que tengo y está en Brasil.

Rojo Amanecer: Evidentemente he votado por la izquierda desde los 18 años. Hay una anécdota curiosa, hice una película malísima, que patéticamente es la misma que catapultó a Diego Luna y a Gael García Bernal: Y tu Mamá También.

La cinta está basada en el mismo cuento que Narda o El Verano, es la misma película. La nuestra la gasmuñería de la época, elementalmente hecha pero me salvó la vida. El 2 de octubre yo estaba filmando en Acapulco y no fui a Tlatelolco y es muy significativa para mí esa película.

Los esfuerzos por hacer otro cine nos llevó a la primera película experimental, se trató de El Cambio, de Jozcovich, luego hicimos Meridiano 100, yo colaboré en el guion, el tema sumamente delicado, la guerrilla, incluso tuve diferencias, porque yo quería ser más riguroso y que la sutileza se vaya a chingar a su madre, en política más vale ser obvio que confuso.

Estábamos cuestionando la guerrilla del Che Guevara, que es un ícono, pero que se equivocó en Colombia, es decir, la muestra la dio Vietnam, es la guerrilla popular, vencieron al país más importante del mundo, y esto era el planteamiento de la cinta, fue una película fallida.

Rojo Amanecer salió de mi desesperación por no vulnerar el sistema con un proyecto que yo pergeñé que se llamó La gloria y el infierno y que fue la primera telenovela que se hizo en escenarios naturales, sin pisar un foro.

Llamé a Gonzalo Martínez para tener un punto de vista detrás de cámara y puros actores provenientes del cine, teatro o de una academia, pero se defendió Televisa y ahí se quedó.

Todavía intenté hacer otra cosa que se llamó La Casa al final de la Calle, llamé a Jorge Fons para que aprendiera a dirigir televisión, porque mi proyecto era La Casa de los Espíritus, que me había dado Isabel Allende y que estuve a punto de hacer cuando transitoriamente estuvo de presidente de Televisa Miguel Alemán, que sí lee libros, y Carme Valses, que era representante de Isabel, estaba gestando este maravilloso proyecto, el más importante que he tenido en mi vida y se fue a la chingada en cuanto regresó Azcárraga de EU.

Por eso mi carrera cinematográfica es un desastre, nunca tuve la oportunidad, aunque hice todo lo anterior, el cine no me gusta, me encanta, pero si comparas las 38 películas que tengo con las 130 puestas en escena, pues evidentemente soy un actor doméstico teatral.

Rojo Amanecer significó involucrarme en una cuestión creativa que dependía de mí, básicamente eso fue lo que quise, frustrado por lo que pasaba en Televisa y que las decisiones creativas no dependan de quien pone el dinero y fue tan loco y tan pendejo pensar que me alcanzaba para hacer una película, pero no me alcanzó, no tuve para pagar la última nómina y me asocié con Valentín Trujillo, pero bueno cumplió con creces sus objetivos.

También fue una película que ayudó mucho a abatir la censura, pues dijeron, “mira este pendejo, si él puede yo también”, se encaminaron a hacer cosas más ambiciosas.

Leo por placer, es un vicio, he leído por más de 50 años, cuando no tengo teléfono, mujer ni hijo, a la 1 o 2 de la mañana, ya hasta me cargué los ojos, tengo glaucoma de leer con una lamparita, pero pertenezco al placer de la lectura.hector bonilla

Debut en las redes sociales

Uno de mis hijos me insistió para que me metiera a Facebook y de pronto cuando veo que una amiga de esa red, pinche vieja que no conozco pone: “Primero Dios mañana se me va a quitar la diarrea”, le dije a mi hijo, no sácame de aquí, a la chingada, no chinguen, enterándome de qué. Si estoy en Facebook, pero exclusivamente para comunicarme con mis nietos, hasta ahí.

Escritores, ¡uf!, regreso a los grandes, por mi posición tenía un enorme prejuicio contra Jorge Luis Borges, y bueno, es un gigante, me doy cuenta ahora que se fue José Emilio Pacheco, con el que tengo cuatro meses de diferencia de edad y que me dolió a muchos niveles, tengo sus libros, atesoro sus inventarios, los tengo coleccionados, y ver la influencia que tenía Borges en José Emilio era evidentemente.

Me pasa algo que quizá no crean cuando leo a Borges y me quedó dormido empiezo a soñar con colores muy vivos, es una especie de droga que me da Borges.

Al Quijote regreso permanentemente, a pesar de que no creo que el manco de Lepanto haya sido como William Shakespeare, que se adelantó. Haces un análisis de la sicología de Otelo y no encuentras ninguna contradicción, los personajes están perfectamente sustentados.

En cambio, lo que le pasa a Cervantes es que hacía muy malas novelas, pero escribe un libro demoledor, es decir, que nos comprende, porque todos somos un poco Sancho y un poco Quijote, le dio en medio de la flecha que le dio en medio de la manzana, es El Libro.

Soy un señor que vive desde hace un chingo de años. Voy a cumplir 75 el 14 de marzo, que ha conseguido algo que busca mucha gente: ser un hombre muy feliz. Vivo intensamente, tengo un dicho: hay veces que se te pasan las cosas importantes por las narices y de pronto dices ‘me apendejé’.

Quisiera hacer muchísimas cosas, pero enojado o amargado, ¡ni madres!, me pagan por jugar, por esa catarsis maravillosa de hacer lo que yo quiero. La inmortalidad no me preocupa en lo más mínimo.

Héctor Bonilla
En noviembre de 2021 recibió un homenaje por su trayectoria

He citado muchas veces una carta que les escribí a mis tres hijos, cuando me di cuenta que ya se iban los cabrones en 2004, me los llevé a Nueva York,  tenía un chingo que no iba, porque no tengo dinero, en ese entonces tenía sólo dos nietos, Emiliana y Mateo, y algo de la carta decía:

“No quise ser el nombre de una esquina, ni escusado de pájaros, estatua o la inmortalidad de marquesina cada vez más estéril o más fatua, yo me siento inmortal cada mañana, como Santo Tomás, porque me veo en las largas pestañas de Emiliana y el fruncido entrecejo de Mateo.

“Una caja de pino muy barata y algo será de mí la hierba fresca que nutrirá mi pudrición sensata en vez de pervivir, momia grotesca, y el epitafio qué, estarán pensando, por favor no una frase almibarada, Se acabó la función, no estén chingando, el que me vio, me vio, no queda nada”.

El dinero, soy maniroto, tengo la fortuna de que me encontré a Sofía hace 32 años y ella administra, porque me encanta invitar a mis cuates, que se vaya el dinero, nunca he tenido, no me gusta la ropa o la moda, me caga que de pronto alguien diga que las bolsas en la camisas son horrorosas, hijos de puta, yo uso esa bolsa para mi pluma.

Soy muy elemental, soy muy tragón; a la droga no le entro, porque desprecio profundamente el proceso. El que consume cocaína o yo que bebo tequila, es un proceso químico como echarle limón a una almeja, lo que me caga es el mundo de esos hijos de puta, que roben la juventud, esa que sólo dura 10 minutos y si en esos 10 minutos no quieres transformar al mundo, sino fugarte de él, ya la cagaste.

La coca no le he probado. La mota, de casualidad, porque había una señorita que estaba buenísima y si no fumabas no te daba las nalgas, pues no me hizo ninguna gracias, nomás sentía las patas muy acojinadas y que cuando yo hablaba parecía que ya había hablado, pero era todo, ni sentí más delicioso ni la chingada.

Me encanta la fiesta y la catarsis, beber los aguardientes mexicanos maravillosos, el sotol, el bacanura, mezcal, tesguigui y el tequila, aunque ya se puso de moda a lo pendejo, ya es otra cosa.

He escuchado hablar patéticamente a muchos compañeros que quieren morir en el escenario, evidentemente yo no, quiero morirme en un hospital, sedado y hacer la transición civilizadamente.

La impudicia de estar tirado ahí, se te sale todo, no muchas gracias. Me voy a morir, sí, miedo a eso, no. Ningún miedo a la muerte, no me quiero morir mientras tenga calidad de vida, amo la vida, la disfruto mucho, pero evidentemente llegará, me preparo para un momento que la calidad de vida se va al carajo, porque se descompone como a los coches; alguna cosa y te vas, pero que sea de la manera más civilizada y cerrando el ciclo.

Héctor Bonilla
En noviembre de 2021 Héctor Bonilla recibió un homenaje por su trayectoria
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