La melancolía creativa (Debate, 2022) no es un libro de psicología al uso. Sólo un vistazo a algunas de las partes que lo componen da una pista del porqué: “El carnaval de todas las filosofías, El precio a pagar por tener lenguaje, Una mujer sin sentimientos, El autodesconocimiento, La emergencia creativa”. Y es que Jesús Ramírez-Bermúdez, su autor, no quiso convertirse en un escritor académico. El responsable de escribir cuatro libros y más de medio centenar de artículos científicos publicó en 2020 Depresión: la noche más oscura y confiesa que, desde aquel momento, tuvo “la voluntad de acercarse a la labor de difusión científica, tratando de establecer una comunicación simple —lo más sencilla posible— aun cuando el tema fuera tan complejo”. Lo que le interesa de verdad, afirma, es “poner a dialogar los saberes científicos con los saberes literarios o aquellos que provienen de las humanidades”, todas las herramientas de las que puede disponer para plantearse preguntas interesantes que puedan llevarlo a obtener sorprendentes respuestas.
La melancolía creativa nace, en realidad, de esa necesidad y se está convirtiendo en un éxito editorial. Publicado en mayo de este año, a través de sus cinco capítulos ofrece un recorrido arqueológico sobre las investigaciones que se han realizado en el campo de la psiquiatría y la neurociencia en torno a la relación que podría existir entre la creatividad y la psicopatología. El autor se pregunta cómo son las operaciones cognitivas y afectivas cerebrales que están detrás de los mecanismos de la creatividad y hasta qué punto están influenciados por otros procesos que son relevantes a la hora de entender los trastornos mentales y las enfermedades neurosiquiatricas, “se trata de una reconstrucción, en el mejor de los casos histórica, contada con la ayuda de los elementos que un escritor utiliza para contar una historia”.
Un ensayo sencillo
El éxito de La melancolía creativa es fácil de entender. Es un ensayo sencillo —se lee fácilmente— pero que plantea dudas complejas y las resuelve brindando respuestas, conduce al lector —que no necesariamente debe estar avanzado en los temas— de la mano para descubrir historias interesantes. El libro abre, por ejemplo, planteando una pregunta de investigación: no se sabe si la melancolía en los textos de Hipócrates se refiere a una palabra para hablar acerca de padecimientos que hoy designamos como psicosis, manía, depresión o trastorno bipolar, o si era una palabra para referirse a la enfermedad de la bilis negra, término usado para nombrar a la malaria.
La trama, de aparente sencillez, sirve para iluminar ciertos recovecos en la historia de la clínica, y es que todo el libro pivota entorno a la intención de reflexionar sobre el ejercicio médico y el conocimiento que de él se obtiene por medio de la literatura. “Trato de establecer puentes entre la experiencia clínica, la experiencia literaria y el trabajo cientifico”, afirma Jesús. También trata de abrir ventanas a una ética del debate donde escuchemos realmente al otro, “eso es realmente necesario en la medicina, la psicoterapia y en la psicología, se necesita realmente una escucha auténtica”, sentencia convencido el autor que cree, de hecho, que en la literatura existen “rastros en formas de palabras y mensajes que nos dejan los escritores y a través de los cuales podríamos tratar de reconstruir parte de sus experiencias de vida, no en un sentido autoritario como muchas veces sucede en el campo de la medicina, sino con una actitud más abierta a la experiencia del sufrimiento humano”. Por eso repasa en su ensayo las historias de casos como los de Sándor Márai, Virginia Woolf o Walter Benjamin, todos ellos víctimas de un profundo sufrimiento que los orilló a un desenlace trágico.
No están todos los que son
Estudiar las relaciones que yacen en lo menos evidente es el desafío general de La melancolía creativa, unas veces a través de las historias que repasa y otras gracias a los túneles comunicantes que se pueden tender hacia casos que no se mencionan en el libro. Hernest Hemingway, por ejemplo, fue un hombre que construyó una sobreactuada identidad a base de poner su vida en constante riesgo —praticó el boxeo, la caza y las corridas de toros, participó en tres guerras distintas, exploró el continente africano y cuando su avión sufrió un accidente en África, las comisiones de rescate lo encontraron alegre y medio borracho—. Cuando le pregunto a Jesús si el escritor y periodista estadunidense quiso trasmitir algún mensaje con su actitud pública, se acomoda en su silla y se queda en silencio como asegurándose de que todo —la compostura, los pensamientos— permanezcan en orden y dice: “Hemingway no es un caso que yo aborde en este libro, pero se relaciona totalmente con el caso de Heracles —que es uno que sí menciona en el ensayo— en el sentido de qua ambos desarrollaron una masculinidad extremista, casi de caricatura, comportamientos que revelaban pasiones autodestructivas, tendencias autodestructivas, que en el caso del héroe de la mitología griega, y muy probablemente también en el del premio Nobel, manifestaban un nivel de sufrimiento muy interesante”.
No debe leerse este libro esperando encontrar una nueva teoría sobre la melancolía, discusiones clínicas o razonamientos sobre la forma en que la psiquiatría o las neurociencias abordan problemas como la locura y el sufrimiento humano. Tampoco es un libro de autoayuda, así que no hay encarecidos debates sobre grandes cuestiones vitales. Lo que sí es posible, sin embargo, es que el lector termine haciendo “un mapa de coordenadas que nos permite orientarnos para saber dónde estamos parados en el tema de la melancolía” y eso es más importante y díficil de conseguir que al leer sobre teorías.
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Todo mi agradecimiento a @RPerezGay por su muy gentil apoyo a mi libro #MelancolíaCreativa y a @LibreriasGandhi por su hospitalidad 🙏🏼 pic.twitter.com/iIRtVfoaTB
— Jesus Ramirez-Bermudez (@JRBneuropsiq) July 14, 2022