El otro libro

La industria editorial, tal como la conocimos, no volverá; ya de por sí era complicado vender libros de papel
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Hablar de libros o de sus contornos es cosa fácil para quien ha sido tocado por la gracia del adictivo mundo literario. Quizá por eso haya tanta gente en redes sociales comentando novelas, cuentos y poesía. Me incluyo entre ellas. Presumo descaradamente mis lecturas en un noticiario de televisión abierta y doy biblioterapia los miércoles a mediodía en la radio, en mis cuentas de Twitter e Instagram. La literatura es cautivadora, pero no hay que perder de vista que hablamos también de su contenedor, el libro, un producto cultural y comercial cuyo desplazamiento va más allá de las historias que guarda en su interior. Su elaboración genera empleos, desde quien lo escribe hasta el que lo transporta, acomoda en anaqueles o lo vende. En conclusión, hay un universo paralelo afuera del libro, donde es él, como objeto, el protagonista.

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Mi nombre es Paola Tinoco y me declaro bookaholic. Aunque empecé a tener contacto con los libros desde los seis años, fue hasta el temblor de 1985, a los 11, que la lectura se volvió un asunto serio. Estaba observando el horror: la escuela primaria donde aprendí el himno de Suecia, destruida. Los autobuses de la Ruta 100 convertidos en albergues. Militares repartiendo alimentos y cobijas a quienes esperábamos con ansia que los peritos nos dieran permiso de volver a nuestras casas. Me refugié en los libros y desde entonces son el hogar, pero también mi fuente de trabajo, a veces un instrumento y, por momentos, pura diversión.

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Hice mis prácticas profesionales investigando y haciendo entrevistas para la elaboración de un libro publicado por Grijalbo y Proceso: México, su apuesta por la cultura en el siglo XX. Ahí conocí la figura del editor. También a una buena parte de los escritores con quienes trabajaría durante casi dos décadas. Fui bibliotecaria, gerente de relaciones públicas para un grupo de editoriales extranjeras, jefa de prensa, lectora, correctora, editora, gestora, coordinadora de ferias y vendedora de libros. Por si fuera poco, me atreví a escribir cuentos.

Por eso me atrevo a decir que la industria editorial, tal como la conocimos, no volverá. ¿Qué o quién podría ser el mismo después de todo lo que nos ha heredado el covid? Ya de por sí era complicado vender libros de papel, los costos de producción, distribución y almacenamiento aumentaban gradualmente, a diferencia de las ventas. Ahora, con el periplo quebrado ante la falta de algunos eslabones (librerías, empleos, dinero para invertir en algo más que comida y servicios básicos), el panorama es sombrío… o no.libro

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El sector cultural en general y el editorial en particular han vivido en crisis desde hace tantos años que ya no es novedad. Han ensayado soluciones a sus principales problemas, algunas veces con más éxito que otras (como el intento de aplicar la estrategia del Precio Único, donde las circunstancias no permitían que se beneficiara al lector tanto como al editor y al librero) y puedo asegurar que habrá más intentos. Por eso mantengo la esperanza de que la situación sanitaria global sea un reto más por superar. Ya hemos visto de qué están hechas las editoriales independientes y las estrategias de que se valieron durante 2020 para mantenerse a flote. Los determinantes movimientos de los grandes grupos editoriales, los viejos lectores ante la falta de librerías, los nuevos lectores frente al auge de formatos diseñados para seguirles el paso, nuevas formas de distribuir, vender, rendir culto al objeto, ese hatillo de papeles entintados que contiene un mundo de posibilidades y da material para conversar y debatir porque el libro es más que una historia impresa en papel y acá daremos cuenta de ello.

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