Jim Morrison

Rey Lagarto: ¿poeta o gran letrista?

Jordi Soler, Élmer Mendoza y Guillermo Arriaga privilegian al cantante de rock, pero Juan Villoro, Ligia Urroz y Ruy Sánchez sí ven a un poeta en la tradición beat… the ceremony is about to begin.

El Rey Lagarto cruzó al otro lado hace medio siglo. Dejó a su paso rolas como saltos de tigre, letras de ceremonias hipnóticas, coléricos desafíos a la autoridad, tres libros de versos con destellos simbolistas. A su muerte motivó algunos cóvers indignos, dos o tres imitadores y generó decenas de discos remasterizados. Pero, sobre todo, una mitología alrededor de su figura: chamán, rockstar, delincuente, escritor, yonqui, busto grafiteado e inquilino consentido del cementerio Père Lachaise de París, cuya tumba es la única con señales en un recinto exclusivo para los más grandes. Más aún: una afortunada película de Oliver Stone con Val Kilmer en el protagónico.

Con motivo de los 50 años de la desaparición de Jimbo, Fusilerías quiso conocer la opinión de grandes amigos de este portal que, a la manera vasca, no saben de lo que hablan, sino que hablan de lo que saben, a propósito de la polémica sobre si Jim Morrison era un poeta o solo un cantante de rock, si las letras del Rey Lagarto son literatura o solo frases para piezas musicales elaboradas con el fin de que el personaje oficiara sus alucinantes ceremonias chamánicas, oculto en la identidad de Mojo Risin, en medio de fogatas a la voz de “nadie sale vivo de aquí”.

En estricto orden de llegada, abramos las puertas de la percepción a los invitados:

Jordi Soler, escritor: No creo que las canciones, ni las de Morrison ni las de otros, puedan considerarse literatura, porque son textos escritos en función de otro arte, que es la música; la literatura se basta a sí misma, le sobran los añadidos. Hay, desde luego, diversas calidades de letras de canción, las de Morrison eran bastante buenas. Aprovecho para decir, porque viene al caso, que darle el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan me parece una aberración.

Alberto Ruy Sánchez, escritor: Por los azares de mi temprana pasión por la literatura beat y muy pronto por la irrupción de la escritura de los hippies iluminados, como Jerry Rubin y Leary, mi primera noticia de Jim Morrison fue como poeta influido por la poesía francesa y aspirante a director del “nuevo cine norteamericano”. Entre los más inteligentes y cultos de ellos, como Paul Schrader, Bogdanovich y Coppola, Morrison era el más literario.

Sus Notes on Vision y The New Creatures tenían una línea directa de Rimbaud, de Baudelaire y de Thomas de Quincey: en ellos una reivindicación del uso de drogas, tan común en la época en otros frentes creativos. La idea de la importancia de Las Puertas de la Percepción, de Huxley, era inmediatamente identificable en el nombre mismo de la banda, The Doors, el más literario de los grupos de rock de aquella época.

Nunca dejé de ver en Morrison a un poeta: comenzó dedicado a la poesía y buscando musicalizarla, impregnó a la canción de su tiempo de una exploración a la vez luminosa y oscura, y murió practicando la palabra poética. Se retiró a escribir, y entre sus últimos poemas, incluidos en el libro póstumo As I look Back, una despedida y una mirada retrospectiva, se pregunta si podrá escribir, como Milton, su Paraíso perdido. Entre otras cosas afirma que “el placer de actuar / ha terminado. / Mi placer del cine / es el placer de escribir”.

Juan Villoro, escritor: 1. Como Bob Dylan, Jim Morrison escribió poemas destinados a ser leídos y letras de canciones para ser escuchadas, donde lo poético opera en función de la melodía (no es lo mismo pedirle a una chica por escrito que “encienda tu fuego” que pedírselo cantando). Morrison fue brillante en los dos registros. Su libro Una plegaria americana continúa y actualiza la línea de la poesía beat, y canciones como “The End” o “Riders on the Storm” son indiscutibles clásicos del rock. Pero a diferencia de Dylan, Morrison no alcanzó una prolífica madurez. Perteneció al famoso club de los 27, la edad crítica del rock. Esa muerte temprana hizo que su vocación poética se asociara con la de Rimbaud, que no murió joven, pero se apartó de la literatura y quedó, para siempre, como un talento precoz. En el caso de Morrison, la voz, el carisma y su destino trágico acabaron por cimentar su fama.

  1. Hasta la fecha, la tumba más visitada del cementerio Père Lachaise, en París, es la de Jim Morrison. Ni Oscar Wilde, que es su vecino, goza de tal popularidad. El culto a una persona no necesariamente habla de su vigencia artística, pero no hay duda de que la música de los Doors y la lírica de Morrison siguen cautivando a los escuchas. Internet trajo una extraña paradoja: de pronto, todas las voces se integraron en un acervo contemporáneo. El rock, concebido como arte efímero para transformar el momento, encontró su posteridad en la realidad virtual. En esa cripta de las voces, Morrison sigue sorprendiendo. Lo he atestiguado con mi hija y sus amigos, que pertenecen a la generación Z, y lo descubrieron por su cuenta, sin la molesta interferencia de quien hace este comentario.

Élmer Mendoza, escritor: Es uno de mis ídolos, pero no en el sentido del poeta. Jim Morrison era la voz, porque el tipo era entonado, pero no tenía esa voz apabullante, ni muy dulce. Estaba entre Elvis Presley y todo lo demás, pero el aspecto libre que él tenía es lo que más me gusta: nunca tuvo miedo de ser hijo de militares y cuando abandonó la prepa se fue de la casa y sólo una vez vio a su mamá y a su hermano en un concierto, ellos estaban en primera fila, y no les habló. Rompió con la familia, porque él representaba otra cosa y no le dio miedo tomar esa decisión.

Sobre la letra de sus canciones, puedo decir que quienes lo seguíamos no éramos lectores de poesía, pero siempre encontrábamos cosas raras en lo que él cantaba, porque era una mezcla entre el mundo alucinante de las drogas y la realidad. Morrison era como ese puente entre lo prohibido y la belleza de la música. Mis canciones favoritas de él son “Light my Fire” y “Gloria”, pero esta es una canción de Van Morrison, aunque la versión de Doors se me hace increíble. El éxito de la banda se debe a esa voz, a esa actitud, a esa manera de comunicarse con la gente que estaba en sus conciertos, pero también quienes escuchábamos sus discos y ayudamos a crear el mito de Jim Morrison.

Ligia Urroz, escritora y guitarrista: ¿Era literatura lo de Jim? Vaya que sí lo era. A Jim lo percibo como abrir una matrioshka y otear el infinito de la obra de Aldous Huxley y de William Blake. Recitar poesía mientras cantaba es un ejemplo perfecto para abrir la puerta de la oralidad de la literatura, volver a las raíces de las letras y sembrar en la memoria. Morrison cultiva brillantes y coloridas estampas mentales que podemos repetir mientras lo invocamos cantando. La música y las letras lloran cuando uno de sus hijos parte tan temprano.

“Did you have a good world when you died?

Enough to base a movie on?

I’m getting out of here”.

Guillermo Arriaga, cineasta y escritor: Cuando era niño surgieron los Doors. Junto a ellos, Led Zeppelin y el músico más importante del siglo, Jimi Hendrix. Su música definió en gran parte el que soy y en definitiva influyó mi forma de escribir. Nunca puse atención a las letras, para mí la voz era un instrumento más, como la batería o la guitarra. Por mí, bien podían cantar la lista del supermercado. Su música era lo que me importaba, la capacidad que tenían de expandir las notas a otra dimensión, desde la voz grave de Jim Morrison a los agudos de Robert Plant. Me importaba su creación, y si esto es o no literatura, me rebasa y podrán afirmarlo aquellos que sí saben qué dicen las letras del buen Rey Lagarto.

Manjarrez, pintor e ilustrador: Jim escribió tres libros de poemas, pero sus canciones también revelan frases como imágenes que vibran a otra frecuencia, más misteriosa, sensorial, rimbaudiana y báquica, con un libertinaje en el que las impresiones se dilatan como un Mojo Risin. Su poesía es de una alquimia del verbo que de tan subjetiva te desnuda y donde el subconsciente toma las riendas, creando visiones no tan románticas ni tan beats.

Leerlo o escucharlo es más bien como ir a un ritual chamánico, donde puedes ver la intensidad que se oculta tras las sombras de la existencia humana, de las que hablaba Artaud. Leer a Morrison es mirar a través de otras puertas, más depuradas, más inmaculadas, donde se está en la mente universal recorriendo los caminos del exceso, a lo William Blake.

Fernando Aceves, fotógrafo de figuras musicales: A través del arte de Morrison muchos nos pudimos transportar a nuestros propios mundos de oscuridad. Mirando hacia el pasado he concluido que su música y su poesía se volvieron parte de la banda sonora de mi vida. Morrison es un literato para todo aquel que se le acerque.

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Ilustración: Rapé

 

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Photo by Gloria Stavers.
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