Luis Bugarini Fosse

Una familia excepcional: los ‘Shtisel’

Esta serie resalta por ser la historia de una familia que podría ser cualquier otra, salvo por la práctica de la religión judía a partir de una interpretación a rajatabla

La historia de una familia es suficiente para generar un ambicioso cuadro narrativo, que viva por sí mismo y avance con paso firme hacia cualquier sitio. En medio del permanente tsunami de producciones televisivas destaca Shtisel (2013-2021), drama familiar sobre la singularidad de una familia, los Shtisel ―todos ellos judíos ultraortodoxos de Jerusalén―, creado por Ori Elon (Israel, 1981).

Es previsible que Shtisel no podría ser una serie convencional. Las comunidades judías ultraortodoxas se mantienen en secreto incluso para los propios judíos practicantes o laicos, y el propio Estado de Israel, que les permite aplicar ciertas leyes sólo a los miembros de su comunidad. El personaje del judío ultraortodoxo vive cierta popularidad, es fácil verificar este fenómeno en las plataformas de streaming. Ya son varias las series o documentales que abordan los rigores de su educación o experiencia comunitaria, por lo común incomprensible para las democracias occidentales que privilegian la libertad del individuo por encima de valores tradicionales.

Shtisel resalta por ser la historia de una familia que podría ser cualquier otra, salvo por la práctica de la religión judía a partir de una interpretación a rajatabla. Y es que a diferencia de Unorthodox (2020), otra serie de temática semejante, el argumento de Shtisel es creíble y capítulo a capítulo se trenzan las fuerzas interiores para detonar una de las fuerzas motoras de la serie: el joven rabino Akiva Shtisel (Michael Mark Aloni) anhela ser un pintor. El choque de fuerzas no podría ser más cristalino.

Y es que a decir de su padre y principal protagonista de la serie, el rabino Shulem Shtisel (Dov Glickman), el arte fue inventado por los “gentiles” (los no judíos) porque no les fue concedido por Dios el libro Santo. En consecuencia, inventaron los museos porque no tienen yeshivot (centros de estudios de la Torá y del Talmud). La tensión interior avanza sobre dos ejes: el primero: casar a Akiva Shtisel; luego, impedir que “desvíe” su camino como rabino en actividades irrelevantes, en este caso, las artes plásticas.

Es una serie de pocos personajes, presupuesto limitado y grabada en Jerusalén. Se halla lejos de pirotecnias, apariciones de actores “famosos” y efectos retorcidos increíbles hasta para el más crédulo. Quizá es uno de sus méritos. De manera excepcional, Shtisel rescata la narración televisiva del mejor modo posible: crea situaciones opresivas para los personajes que cada uno de ellos debe enfrentar con los recursos disponibles. Y eso no siempre sale bien para efectos de tensión narrativa y gozo de los espectadores. No tardará en reconocerse como una de las mejores series de la actualidad, pese a que ya no habrá una nueva temporada. Lo hecho, ya quedó.Shtisel 

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Shtisel 

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