Tatuajes conmemorativos y el sentido contemporáneo de finitud

Es guarida de lo que apreciamos en el difuso y entrañable siempre, a lo que le damos un valor sin márgenes y lo liberamos de la finitud…
Ivette Estrada una de las raíces de la felicidad: gracias.

El tatuaje conmemorativo es el que elige una de cada cinco personas como el primer signo sobre su piel. A través de simbolismos varios, como figuras sacras, cruces, flores o frases tratan de rememorar a los seres amados que perdieron. Vuelven la tinta tributo y recuerdo. Exterminan la finitud en el paradójico lienzo material del cuerpo.

La corporeidad se percibe como vida y a través de él es que se aprehenden sentimientos como amor y pérdida

En el imaginario popular el tatuaje genera la percepción de inmortalidad sobre el cuerpo no permanente. La paradoja es entendible desde la óptica de la cultura consumista contemporánea; el cuerpo es fundamental. Es el ícono de la materialidad o lo que asumimos como real y abrazamos como verdad.

El cuerpo tatuado se percibe como íntimo, entrelazado y controlable. Por eso cumple la función de exterminar las sombras de finitud. Es guarida de lo que apreciamos en el difuso y entrañable siempre, a lo que le damos un valor sin márgenes y lo liberamos de la finitud. Es la apreciación inconfesada del cuerpo como mercancía, pero en este caso se adjudica a otro cuerpo para que no perezca.

Tatuaje lluvia
Aparecerán entonces nuevas formas de honra y recuerdo. Será la vida toda, los logros y credos…

En ese momento surge el vínculo o entrelazamiento: vida eterna porque te ofrezco mi propia piel para que el ser amado perpetúe su estadía en esta realidad tridimensional. A través de la propia materialidad, sobre la que ejercemos un control, emerge la fantástica metamorfosis de piel/materia a tributo. El tatuado ofrece al ser perdido la mercancía más preciada que posee: se da a sí mismo.

Se percibe como íntimo, entrelazado y controlable. Por eso cumple la función de exterminar las sombras de finitud. Es guarida de lo que apreciamos en el difuso y entrañable siempre

Es a través del cuerpo que se integran todas las vivencias y realizaciones del ser. La corporeidad se percibe como vida y a través de él es que se aprehenden sentimientos como amor y pérdida. Es asumir, a través de una manifestación tangible, palpable y perceptible que se honra una vida, que esta se preservará en la propia existencia.

La corporeidad se asume como morada del ser, de lo que es, siente, percibe y cree. Fuera de él no hay nada. De ahí el interés de llevar sobre el cuerpo nombre, memoria y amor del que se fue.

Por supuesto, el ser tatuado es muy consciente del cuerpo físico, pero aún no se concientiza de los otros tres cuerpos que poseemos; el emocional, energético y espiritual. Su concepción, entonces, resulta reduccionista y asume al ser acotado a la materialidad y a un mundo tridimensional.

Y no obstante, asume que el amor no termina cuando lo hace la carne. Trata entonces de exterminar la dolorosa finitud con el propio cuerpo que vuelve lienzo y “rev

Shakira Austin
La estadunidense Shakira Austin. Xinhua

ive” al ser que perdió. El mensaje que ancla a la tinta, lo perciba o no, es que vence a la muerte, que no existe para él.

A medida que nos volvemos más conscientes de las otras dimensiones del ser, de que la corporeidad no es todo, de que se posee una mente y una conexión con el Principio de todo, es más fácil sustraerse de la necesidad de dejar en el cuerpo una huella, de materializar sobre una persona extinta.

Y no obstante, asume que el amor no termina cuando lo hace la carne. Trata entonces de exterminar la dolorosa finitud con el propio cuerpo que vuelve lienzo y “revive” al ser que perdió

Aparecerán entonces nuevas formas de honra y recuerdo. Será la vida toda, los logros y credos, la mayor humanización y hasta el soliloquio el que convirtamos en ofrenda para nuestros seres amados que trascendieron.

Será a través del arte, de la creación y el propio desarrollo el que genere el sentido de vida eterna para quienes se fueron. En ese sentido, las religiones tienen un papel trascendental que cumplir: la promesa de una vida después de la vida.

Y hablo de religión y no espiritualidad porque es más fácil, desde una concepción materialista, acercarse a las otras dimensiones de vida a través de rituales y procesos antes de hablar directamente con Dios, como debe ser.

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