Entre acusaciones de monopolio y revires de populismo, Ticketmaster y el gobierno de Estados Unidos.
El Departamento de Justicia de Estados Unidos, junto con 30 estados, ha presentado una demanda contra Live Nation y su filial Ticketmaster, que el gigante del entretenimiento en directo adquirió en 2010, con el objetivo de “romper” el presunto monopolio que la compañía ejerce actualmente en la distribución de música en vivo en Estados Unidos.
En la demanda se hace mención que Live Nation gestiona directamente más de 400 artistas musicales y, en total, controla alrededor de 60 por ciento de las promociones de conciertos en las principales salas del país, además de controlar más de 265 salas de conciertos en América del Norte.
Ticketmaster contestó: “Está claro que somos otra víctima de la decisión de esta administración de entregar la aplicación de las leyes antimonopolio a un impulso populista que simplemente rechaza cómo funcionan las leyes antimonopolio”.
It is time to restore competition and innovation in the live entertainment industry.
It is time to break up Live Nation-Ticketmaster.
The American people are ready for it. pic.twitter.com/Pwtj2f9eFg
— U.S. Department of Justice (@TheJusticeDept) May 23, 2024
La empresa considera que lo que algunos actualmente llaman “antimonopolio” en realidad es simplemente una postura “antiempresarial”.
No obstante, la queja no es exclusiva del gobierno estadunidense. En México existen desde hace unos años innumerables quejas de los sobreprecios, imposibilidad para conseguir boletos a menos que tengas una determinada tarjeta de crédito que permita entrar a las preventas, y como si eso fuera poco, el caos de llegar y encontrar entradas duplicadas y clonadas.
En parte, Taylor Swift algo tuvo (también) que ver en esto. Legisladores, fanáticos y competidores han acusado a la compañía de participar en prácticas que perjudican a sus rivales y aumentan los precios y tarifas de las entradas.
En una audiencia en el Congreso a principios del año pasado, impulsada por una preventa de la gira de Swift en Ticketmaster que dejó a millones de personas sin poder comprar entradas, senadores demócratas y republicanos llamaron a Live Nation un monopolio.
“Es hora de que los fanáticos y artistas dejen de pagar el precio del monopolio de Live Nation”, dijo el jueves Merrick B. Garland, fiscal general. “Es hora de disolver Live Nation-Ticketmaster. El pueblo estadunidense está preparado para ello” (AP).
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El espectáculo popular, la midcult, el elemento de contacto del arte con el pueblo de a pie, ha quedado restringido para las élites con acceso a pagar cantidades estratosféricas y poseedoras de ciertas tarjetas de crédito. Lejana ha quedado la era de los artistas de carpas de antaño, donde el pueblo podía disfrutar de tiempos de ocio humanizador, desplazados ahora por una experiencia estética monetizada.
Y si bien queda claro que existe el factor económico y que el artista vive de ello, ni siquiera las ganancias disparatadas que a últimas fechas dejan las giras significan un progreso económico para aquellos que se encuentran en la brecha oculta (producción, tramoya, etcétera). Mientras artistas y empresas como Ticketmaster conviertan en una secta privilegiada el acceso a los boletos, ¿dónde quedan los relegados?