Ligia Urroz

Queen en Madrid: éxtasis de gozo y lágrimas

“Ma, te quiero regalar algo que sé que te va a enloquecer”, dijo mi hijo, y sí, me volví loca porque era algo que había esperado por décadas: ver a Queen en concierto

I’m floating around in ecstasy!

 

Madrid. Alberto, mi hijo, un melómano de hueso colorado, levantó la vista de su teléfono y me dijo “ma, te quiero regalar algo que sé que te va a enloquecer”, y sí, me volví loca, porque ese algo lo había estado esperado por varias décadas: ver a Queen en concierto. Unas semanas antes habíamos visto a The Rolling Stones en el Wanda Metropolitano y fue una de las experiencias más soberbias jamás vividas, y ahora vendría otra: escuchar en vivo la guitarra de mi ídolo, Brian May. Estoy en el lado B de la vida —ya tengo 53 años— y como apenas llego al metro sesenta, he decidido no comprar lugares donde tenga que estar parada (y sólo ver la cabeza del de adelante) y hacerme de asientos lo más cercanos posibles, donde no me dé claustrofobia y pueda mirar sin que me tapen todo el tiempo, así que tenía unos lugarzasos bastante cerca a la derecha del stage. Me temblaban las piernas de saber que vería muy de cerca de Brian.

Queen. The Rapsody Tour.

Me vestí con un par de tintos y quedé con mi amiga la escritora Laura Martínez Belli, en la puerta 38 del Wizink Center, en el acceso F. Berro. Llevaba las manos temblorosas y una taquicardia que no era de haber corrido dos kilómetros a 38 grados centígrados para llegar al lugar del concierto. Mientras esperaba a Lau vi con ojos de aflicción a una pareja a la cual le rechazaron sus boletos en la entrada diciéndoles que eran falsos y tenían que reclamar su dinero. Ya me había pasado con mi Virgilio Alberto cuando fuimos a ver a Dua Lipa en el mismo Wizink. Supe que los rechazados en la entrada se dolían más allá de la razón. Había fans que compraron las entradas hacía más de dos años (prepandemia) y que al fin verían a Queen. Laura entró por otro lado y no nos encontramos hasta llegar a nuestras butacas, nos abrazamos emocionadas y de ahí —como diría Freddy— I’m a rocket ship on my way to Mars on a collision course: nos pusimos el cinturón de des-seguridad y viajamos por el universo Queen.

Fueron bastante puntuales, al filo de las 21:30 se apagaron las luces y una inmensa pantalla en forma de corona subió hasta el techo, aparecieron mis ídolos y yo no podía más que gritar y llorar como Magdalena.

“Now I’m Here”, cantaba el inmenso Adam Lambert con su voz de tenor, su presencia creció nota a nota y cada paso que daba por el escenario aseguraba que calzaba bien los zapatos de Freddie. Vestía con una casaca dorada, sería el primero de sus múltiples looks de divo. El grandísimo May, con su cascada de blanco pelo murruco emocionaba a cada nota de su Red Special. Taylor, con gafas oscuras, brillaba a través de la batería. Los acompañaban en el teclado Spike Edney, el bajista Neil Fairclough y el percusionista Rufus Tiger Taylor.

Adam Lambert dijo que es un admirador de Mercury, que le rendía homenaje al igual que todos los que estábamos viviendo la magia de esa noche. Siguieron con “Tear It Up” y llegaron a “Hammer to Fall”, canción que hizo que dejara mis cuerdas vocales cantando y gritándole a Brian que lo amaba. Prosiguieron con “Somebody to Love” y el público se levantó a cantar a todo pulmón, recordé a mi adorado George Michael que parecía que esa canción era un traje hecho a su medida.

Sonaron los acordes del piano de “Killer Queen” y la increíble voz de Lambert hizo eco en mis adentros:

 

She keeps her Möet et Chandon

In her pretty cabinet

“Let them eat cake”, she says

Just like Marie Antoinette

A built-in remedy

 

Aún no me reponía cuando Lambert se soltó con “Don’t Stop Me Now”, canción que toco con mi banda de covers Octubre XX y al escucharla podría darle once vueltas al Wizink bailando y saltando. De nuevo las lágrimas y no creer que mis oídos estuvieran en vivo comiendo eso de lo que me alimento a diario. Yo era Lady Godiva, un satélite fuera de control a punto de estallar de dicha.

Luego Roger cantó “I’m in Love With My Car” y recordé la escena de la película Bohemian Rapsody en la que todos se burlaron de él cuando la compuso.

Se hizo un momento de oscuridad y en el escenario central —ese que queda en medio del público— apareció Lambert subido en una Harley Davidson y, por supuesto, escuchamos la campanita de “Bicycle Race”.

 

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Al término de la rola se escuchó el coro Lambert-May-Rogers cantar:

 

Oh you gonna take me home tonight
Oh down beside that red fire light
Oh you gonna let it all hang out
Fat-bottomed girls you make the rocking world go round

 

Y de ahí la guitarra potente, distorsionada, saturada de punch de Brian, por supuesto volví a desgarrar mis cuerdas vocales gritándole que lo amo para siempre. No acababa la taquicardia de esa rola —que levanta muertos— cuando se escuchó el bajo de “Another One Bites the Dust” y Laura y yo ya éramos escritoras en modo fan hipergaláctico. Para coronar las pulsaciones por minuto, se siguieron con “I Want It All”.

Me impactó la pantalla central, que al principio era una corona y luego se fue deconstruyendo en todo el concierto, regalándonos imágenes de nuestros ídolos hasta acabar en la parte trasera del escenario. Había una coordinación perfecta entre luces, lásers, videos y música, todo un coctel para alucinar.

 

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Hubo un momento de calma, se apagaron las luces y apareció mi astrofísico con su guitarra acústica y, claro, se trataba de “Love Of My Life”. Se abrieron las compuertas en los ojos de los fans, sacamos nuestros teléfonos y prendimos las luces para acompañarlo. Fue un momento de iluminación perfecta, de lo más emotivo del concierto. Continuaron Roger y Brian en el escenario que estaba en medio del público con “These Are the Days of Our Lives” y la pantalla proyectó imágenes de Queen con Mercury: todos aplaudimos a rabiar. Luego aparecieron los primeros acordes de “Crazy Little Thing Called Love” y ya no quedó nadie sentado, el Wizink bailaba y coreaba, yo no podía dejar de pensar en el video de MTV en 1980 y de que lo había vivido justo en el momento en el que salió, hace solamente 42 años. De ahí se soltaron con “Under Pressure” y fue otro momento la mar de catártico —también la toco con mi banda Octubre XX— y no puedo dejar de pensar en el gran David Bowie. De nuevo lloraba a marejadas, Laura sólo me abrazaba y reía de emoción. Vinieron “A Kind of Magic” y “I Want to Break Free”, cosa que hizo que casi estallara el lugar. Nos dieron un momento de reposo con “Who Wants to Live Forever” y nos pusimos de nuevo melancólicos por nuestro gran Freddie.

 

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De pronto, en medio de la oscuridad, surgió Brian y se rodeó de planetas que giraban, subían y bajaban, su alma astrofísica penetraba todos los poros del Wizink. Tocó un solo de guitarra, una pieza de música clásica (la cual me sé y no recuerdo su nombre), fue un momento extático; él, parado en una plataforma en las alturas, rodeado de planetas y su música. Volví a llorar, la sola presencia de su sonido y el universo me inundó. Su guitarra sonaba sucia, distorsionada y totalmente seductora, me rendí ante él.

Apareció la banda y se lanzaron con “The Show Must Go On” y “Radio Gaga”, rola en la cual todos aplaudimos igualito que cuando estuvieron en el Wembley Stadium en 1985, fue un momento fundamental en el concierto, miles de voces y palmas al unísono, un alma. Nos prepararon la piel y el corazón para tocar “Bohemian Rapsody” y ahí entré en un estado catatónico de gozo, canto, lágrimas y éxtasis. Al momento del coro pusieron las imágenes del video de MTV donde salen los rostros de Freddie, Brian, Roger y Deacon en claroscuros. Los seis minutos de Bo Rap fueron trascendentales.

Se despidieron de Madrid, yo no podía creer lo vivido, estaba subida en un cohete de alegría, high de música y de haberlos visto. Regresaron al encore y tocaron “We Will Rock You” y “We Are The Champions”. Con solo mencionar esos títulos se nos pone la carne de gallina y nos entra eso que no se puede explicar con palabras. Adam sacó una bandera inmensa del Orgullo, rodaron nuestras lágrimas y cantamos en coro: we are the champions, my friends, and we’ll keep on fighting till the end

Queen. Adam Lambert. (Ligia Urroz)
Abracé a Laura, nos despedimos y caminé varios kilómetros, me encontraba desbordada, sabía que había sido una experiencia mística de esas que pocas veces se tienen en la vida.

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