López Velarde, en riesgo de convertirse en estatua de bronce: Juan Villoro

Como cualquier autor celebrado, corre el albur de convertirse más en una figura de bronce que en un poeta verdaderamente leído
López Velarde

Marco Antonio Campos “ha ido de la A a la Z, a buscar palabras y sorprenderse a sí mismo sobre la forma en que renueva su interpretación sobre Ramón López Velarde”, aseguró el escritor Juan Villoro, integrante de El Colegio Nacional, durante la presentación del libro Diccionario lopezvelardeano, de Marco Antonio Campos.

El también colegiado Vicente Quirarte, coordinador de la presentación, apuntó que este volumen es la evocación de una figura literaria, en especial es el esfuerzo de ubicarla en el contexto que le pertenece, en el mundo físico y sensorial que recorrió, y “lo que me parece particularmente singular es la forma con la que ahora decide regresar al poeta, cómo renueva su mirada”.

“Como nos dice al principio de su Diccionario, Marco Antonio Campos recordó el Alfabeto pirandelliano que hizo Leonardo Sciascia. Le sirvió de modelo, buscó asidero en el abecedario, en el que regresó a partir de ciertas palabras clave y creó un método para volver al poeta zacatecano con una novedad que, incluso, a él lo sorprendiera. Esto es lo más interesante: cómo se puso unas reglas que le iban a dar libertad de pensamiento.”

Juan VilloroSi bien en el pasado, Marco Antonio Campos había escrito libros como Las ciudades de los desdichados, en donde se ocupa de situar a poetas en el espacio que los hizo posibles. Así también una colección de ensayos, El tigre incendiado, donde retoma sus crónicas de Jerez, pero también se ocupa, no solamente de lo que él piensa de López Velarde, sino de lo que han pensado otros escritores, como José Emilio Pacheco, o lo que el propio poeta pensó de otros escritores, como Manuel J. Othón: “un diálogo entre lo que han pensado distintos escritores, pero siempre teniendo como eje a López Velarde”, en palabras de Juan Villoro.

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Una de las entradas del Diccionario tiene que ver con la condición de poeta nacional, un hecho ambivalente, porque en cierta forma ha sido apropiado como un poeta nacional, pero claramente no es un poeta oficial y conviene recordar esto ahora, en su centenario, destacó el narrador, “porque López Velarde, como cualquier autor celebrado corre el albur de convertirse más en una figura de bronce que en un poeta verdaderamente leído”.

“Creo que el Diccionario es un manual de primeros auxilios para revivir al poeta y para que no se convierta en esa estatua de bronce, que ensucian las palomas y nadie sabe a quién representa. Algunos lo han considerado poeta nacional y no necesariamente lo es, ni quiso serlo. Estaría lejos de Pablo Neruda o de Víctor Hugo, quienes aceptaron de buena gana ser poetas nacionales.”

La etiqueta de poeta nacional se colocó a López Velarde por los tres días de luto nacional, ordenados por el presidente Álvaro Obregón, o la publicación de los 60 mil ejemplares de la revista El maestro con el poema “La Suave Patria”, si bien lo que establece Marco Antonio Campos muy bien es la condición de “un poeta muy querido, el más leído y más discutido de México, apropiado por muchos como poeta nacional, pero que apela a una patria íntima, a una patria suave”.

La presencia de López Velarde

Otro de los aspectos abordados por Marco Antonio Campos en Diccionario lopezvelardeano es la presencia del padre, quien que nunca quiso que su hijo fuera escritor y, probablemente, cuando murió, en 1908 –en cierta forma lo sugiere sutilmente Marco Antonio Campos– liberó al poeta de la obligación de no ser escritor, de dedicarse a la abogacía o a profesiones más provechosas.

“Tenía 20 años recién cumplidos, se tuvo que hacer cargo del resto de sus hermanos: fue abogado, fue maestro, trabajó en oficinas de gobierno, pero en lo fundamental se dedicó a la poesía”, resaltó Villoro.

Diccionario LopezvelardeanoEn ese sentido, durante la presentación, mucho de lo que se sabe de López Velarde o de lo que creemos saber proviene de sus propios poemas y, al mismo tiempo, se pregunta ¿qué tan seguros podemos estar de eso?, y Marco Antonio Campos nos invita a leer los poemas en clave biográfica o historiográfica, pero también a desconfiar levemente de lo que leemos.

“También nos lleva a las deliciosas fabulaciones que han surgido en torno a López Velarde, como la invención que hizo Pablo Neruda de una supuesta casa en Coyoacán, donde había una piscina enorme… una casa maravillosa que se merecía el poeta, pero nos recuerda Marco Antonio que el poeta nunca tuvo una casa, tampoco conoció el mar, no tenía reloj, porque se lo habían robado en la avenida Madero. Era un hombre pobre, pero Neruda le inventó esa mansión suntuosa.”

Diccionario lopezvelardeano 1Además de esas historias, Marco Antonio Campo se detiene en la reflexión sobre el poeta y la manera en que jugó con el lenguaje, como pocos, siendo uno de los mejores ejemplos el uso de la letra “o” en el poema “La prima Águeda”, en donde habla de la “o” por lo redondo y utiliza palabras que tienen cada una de ellas tres veces esa letra: contradictorio, ceremonioso, pavoroso, sonoro, “palabras que le dan una carga especial al poema. Estas minucias son parte de los muchos atractivos que tiene este diccionario”.

“López Velarde sigue siendo un poeta que nos llega emocionalmente. Los prueban los muchos lectores, de distintas edades, que tiene, especialmente en Aguascalientes, San Luis, Zacatecas y la Ciudad de México, y en muchas otras partes del país, pero se necesita mantener viva su flama. El Diccionario lopezvelardeano nos demuestra que el poeta sigue vivo entre nosotros.”

Miradas sobre el poeta zacatecano

En su participación, Marco Antonio Campos ofreció un recorrido por algunas de las funciones que desarrolló Ramón López Velarde como abogado, la profesión que su padre había querido que, en verdad abrazara, para hacerse una pregunta: “¿Qué tan bueno fue como abogado? No lo sabemos. Se puede tener el gran talento, pero no la vocación: él tuvo el gran talento y se impuso la vocación, cumplió con el padre y cumplió con la vocación. Fue abogado y fue poeta.”

Asimismo, el autor de Diccionario lopezvelardeano se refirió al verdadero nombre de Ramón López Velarde, quien debió llamarse Ramón Modesto López Berumen. El primero que se pone el Velarde es el abuelo, se llamaba Ramón López Díaz y no se sabe bien la razón, tal vez por algún prestigio se puso el López Velarde; el padre, que se llamaba Guadalupe, es Guadalupe López Velarde Morán, entonces el poeta acaba siendo Ramón Modesto López Velarde Berumen: “lo que me pregunto es cómo sonaría que el mejor poeta mexicano se llamara Ramón López.”

Su infancia transcurrió en Jerez, Zacatecas, y la presencia de la capital del estado, por lo menos en la obra, no tiene mayor importancia para el poeta, hay una enorme cantidad de páginas sobre Jerez, pero sobre otras ciudades de Zacatecas, prácticamente son inexistentes.

“Hay una prosa y un poema que escribe 13 años después de haber salido del Seminario de Zacatecas, donde vive de 1900 a 1902, La bizarra capital de mi estado: la bizarra, la extraña, la extravagante, y empieza con ‘He de encomiar en verso sincerista / la capital bizarra / de mi Estado, que es un / cielo cruel y una tierra colorada’.”

Una oportunidad también para evocar a los amores del poeta, lo mismo Fuensanta, Margarita Quijano o Fe Hermosillo, Margarita González; en especial, para hablar de Josefa de los Ríos, Fuensanta, un amor que cristaliza cuando iba de vacaciones de Aguascalientes a Jerez: él tenía 15 años y Josefa tenía 23, siempre le gustaron las mujeres mayores, y decía su hermano Leopoldo “le gustaban más bien feonas”.

“En Aguascalientes, aunque está en Jerez Fuensanta, cristaliza el amor y que trae eso: en 1905 publica su primer poema, ‘A un imposible’. En Aguascalientes se da el nacimiento del poeta. Por supuesto que la gran mayoría de los primeros poemas son muy malos, pero permiten ver la evolución.”

“Y en Aguascalientes también se da el aprendizaje en la amistad. Los amigos o cofrades de aquel tiempo son Pedro de Alba, Enrique Fernández Ledezma, y José Villalobos Francos, con quienes iba a las alacenas del Parián, a Plaza de Armas, al Teatro Morelos, y fundan una revista llamada Bohemio.”

En San Luis Potosí, contó Marco Antonio Campos, están momentos clave para la religión, para la política y para algunos poemas, como “No me condenes”. En política se vuelve maderista y furiosamente antiporfirista. “Zaid lo ha estudiado muy bien y fue el que acuñó lo que era políticamente: un liberal católico.”

“Formó parte del Centro Antirreelecionista Potosino. Siempre defenderá ferozmente a Madero. En la cuestión religiosa, empiezan los primeros titubeos. Era un liberal católico, sin ser muy consciente de eso”, resaltó el poeta.

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