Serie Serafo Emiliano Pérez Cruz

Desobligado es lo que eres

“Y yo no quiero echarme compromisos, porque como dijo Schopenhauer: mejor solito que mal acompañado, neta”

Sabrá Dios en qué momento al Tomate se le derraparon los frenos de la cordura, decía Serafo: desde entonces como que su cerebro se manda solo, hace ver su suerte a los familiares cercanos y cuando encuentra a los amigos inventa historias tan disparatadas que éstos lo escuchan, ríen y lo tiran de a loco.

Cuando adolescente, a cualquier tanguarniz le entraba, pero luego salió a la venta un ron habanero del cual su paladar quedó prendado, pero el costo no era compatible con el salario del Tomate y declinó dando tumbos hasta frenar en el puesto de los teporochos, adictos al alcohol de caña derecho.

De aprendiz en la carpintería de su padre, ascendió a medio oficial, luego a oficial y a maestro del oficio. Hablantín, fachendoso, bueno para el baile aprendido y ejercitado en los tibiri tábaras del barrio, Tomate ganó popularidad entre las ninfas del bosque suburbano, pero nunca se casó.

Poco a poco y sin que a nadie preocupara su inventiva verbal, escaló a dimensiones que lo balconearon entre los amigos, hasta que consideraron que más bien se le había aflojado algún tornillo y cada vez inventaba más y más situaciones: que había ido al concierto de Rolling Stones y Beatles en ciudad universitaria; que la noche anterior vio una parvada de brujas montadas en sus escobas y haciendo cabriolas alrededor de la cúpula de la iglesia del barrio; que Bingo, su perro dálmata, además de excelente exterminador de ratas prófugas de las alcantarillas, tenía el don de volar y surtirle cannabis que traía ve tú a saber de dónde:

–Yo ni quería, pero ni cómo hacerle el feo al noble animalito, que conociendo mis debilidades se esfuerza por allegarme lo suficiente sin llegar al abuso.

–Pues a ver si le dices al animalito ése que te lleve a las juntas de Alcohólicos Unánimes,

Porque ya ni trabajas, ni te bañas, ni te arreglas: andas todo jediondo, dado al cuaz –lo encaraba Margarita, su hermana, único familiar que inútilmente lo procuraba y trataba de meterlo en cintura.

 

Imagen de Gaz en Pixabay
Imagen de Gaz en Pixabay

 

–Me juzgas mal, carnala: en mis clases de filosofía soy el más adelantado y hasta quieren coronarme Alumnos Sobresaliente en la Facultad de Filosofía y Letras: ¿cómo ves?

–Que ya dejes dejar de beber esa agüita que ataranta, es de la más corriente y te va a pudrir el hígado. Báñate y te vienes a echar un taco, porque así ni te quiero ver.

–Pero es que luego las morras se ponen bien locas por mí, carnala. Y yo no quiero echarme compromisos, porque como dijo Schopenhauer: mejor solito que mal acompañado, neta. Si nacimos en libertad, pa’ qué caminar solito rumbo al matadero que es el trabajo.

–Un desobligado es lo que eres, carnal. Y peor todavía, briago: por eso ninguna muchacha te dio el jalón para hacerte su pareja.

–Más bien como dicen que dijo el que dijo: el pie camina hacia donde el corazón se inclina, y el mío sigue bien puesto en el centro, todavía no nace quién me merezca, carnala. Mejor deja de meterte en las vidas ajenas, para que vivas sin penas.

–Eres un mal agradecido, Tomate, pero ésto y más me gano por andar viendo por ti. Algún día tendrás que arreglar cuentas y mientras: si no te bañas ya no te dejaré entrar a la casa, ahí tú sabes –dijo y cerró con llave y pasador.

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