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Manifiesto gerofeminista

Si la estética aparece como un criterio de exclusión, la edad se muestra en muchas culturas como marca de obsolescencia

«A medida que pasa el tiempo, me borro de la conversación, de la familia, de mi comunidad. La edad es desvanecimiento»

Mujer anónima.

Manifiesto gerofeminista

Los adagios populares encierran sabiduría ancestral, pero también sesgos que se perpetúan a través del tiempo y justifican asimetrías. Uno de los más perniciosos, por su superficialidad, es “como te ven te tratan”.

¿Por qué todo nuestro valor queda restringido al cuerpo físico? ¿Qué hay de la mente, de las emociones e incluso de la parte espiritual que nos forma? Esta práctica devela un patrón cultural profundamente arraigado: violencia simbólica ejercida a través del juicio estético.

El refrán opera como un dispositivo de control social. Reduce la complejidad humana a una superficie: cuerpo, ropa, edad, peso, piel, voz… a lo asible desde el reducto cinco sensorial.

Establece jerarquías de valor donde lo bello (según cánones dominantes) se asocia con lo bueno, competente o digno de respeto. Al unísono justifica la exclusión con razonamientos pueriles: “no es presentable”, “no da buena imagen”, “no inspira confianza”.

Este juicio estético no es inocente: es una forma de violencia simbólica que legitima otras formas de exclusión como la laboral, política, afectiva. Afecta especialmente a mujeres, personas racializadas, con discapacidad o cuerpos no normativos.

Manifiesto gerofeminista feminismo juventud belleza
Foto Xinhua

Pero si la estética aparece como un criterio de exclusión, la edad se muestra en muchas culturas como marca de obsolescencia. Ambas se entrelazan en una cultura que idolatra la juventud, eficiencia y apariencia, mientras arrincona o desdeña experiencia, reflexión y corporeidad que ya no se ajustan al molde de lo “idóneo”.

En nuestra era, lo viejo no solo se considera “pasado”, sino “fallido”. Esta lógica se manifiesta en el lenguaje: “ya no está para eso”, “se le va el avión”, “no entiende nada”. También en la representación: los adultos mayores son ausentes en campañas, series, liderazgos y se patentiza, asimismo, en la infraestructura: interfaces digitales sin accesibilidad, cajeros sin asistencia, apps sin guía.

Tal exclusión por lo “viejo” es una visión utilitaria del ser humano: si no produce, si no consume digitalmente, si no se adapta, se descarta. Olvidamos que cada arruga es una línea de historia, cada gesto pausado una forma de resistencia ante la velocidad que nos fragmenta.

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Y en medio de esto emerge una discriminación dual: mujeres de la tercera edad. Un género desdeñado que se valora en gran parte por su apariencia física y una edad que en la sociedad actual equivale a la invisibilidad y desvaloración.

Pero frente a ello existen acciones contundentes para enfrentar el menoscabo. Estas son algunas de ellas:

Visibilización narrativa: que las mujeres mayores cuenten sus historias, no como testimonio de sufrimiento, sino como legado, como resistencia, como arte. Columnas, podcasts, ceremonias, libros, performances.

Participación en espacios públicos: exigir representación en consejos, foros, medios, universidades. No como “invitadas honorarias”, sino como voces críticas y creativas.

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Scarlett Johansson y la actriz June Squibb
Foto Xinhua

Alfabetización digital ritualizada: Convertir el acceso a la tecnología en un acto de dignificación, no de adaptación forzada.

Creación de redes gerofeministas: espacios donde las mujeres mayores se reconozcan entre sí, se acompañen, se fortalezcan.

Intervenciones simbólicas: ceremonias públicas, actos poéticos, rituales de presencia que desafíen el borramiento. Que el cuerpo mayor sea visto como altar, no como resto.

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