Las voces disidentes se han estrellado frente al muro de los poderosos. Son apagadas por la fuerza. Ese museo de la violencia alberga todo un catálogo de ejecuciones: guillotina, garrotazos, fusilamientos, corazones ofrendados a dioses injustos.
En uno de los libros que recopiló el encuentro La experiencia de la libertad, organizado por la revista Vuelta, se contaba la historia de un preso de La Bastilla que incomodaba a la aristocracia. ¿Cuál era su arma? El canto. ¿Cómo podía ser feliz en las mazmorras?
escribió en su ensayo “Poder y sobrevivencia” (texto incluido en el libro La conciencia de las palabras) que el sultán de Delhi recibió cartas que lo criticaban. No podía permitirlo. Ordenó desaparecer la ciudad. Miles de personas convertidas en polvo. Una vez consumado su deseo, dijo: “Ahora mi corazón está sereno y mi cólera se ha apaciguado”.
¿Quién no recuerda el mensaje del pasquín que pegan en la puerta de la morada del déspota, de Yo el supremo, de Augusto Roa Bastos?: “Yo, el Supremo Dictador de la República: ordeno que al acaecer mi muerte mi cadáver sea decapitado; la cabeza puesta en una pica por tres días en la Plaza de la República donde se convocará al pueblo al son de las campanas echadas al vuelo. Todos mis servidores civiles y militares sufrirán pena de horca. Sus cadáveres serán enterrados en potreros de extramuros sin cruz ni marca que memore sus nombres”.
El museo de la violencia alberga todo un catálogo de ejecuciones
En su libro Miedo: una historia alternativa del mundo, Robert Peckham escribe: “Aislados de su esplendor, los gobernantes comenzaban a ver peligros y sombras donde quiera que dirigiesen la mirada”.
La paranoia del poder. El miedo podía envenenar la mente de un gobernante. Peckham cita a Francis Bacon: “Nada es terrible excepto el miedo mismo…Es un miserable estado de ánimo tener pocas cosas que desear y muchas que temer, y sin embargo ese suele ser el caso de los reyes”.
Peckham centra su atención en los momentos clave de la historia, en los que el miedo fue el mensaje (es y será). Sembrar el temor para controlar, generarlo para dictar sentencias y gobernar sin revueltas.
A propósito del control, Azorín nos comparte una magistral lección del poder en su libro El político: “Ha dicho un filósofo que los humanos, no pudiendo hacer que lo justo sea fuerte, han hecho que lo fuerte sea justo”.
#UnDíaComoHoy de 1994 murió el escritor y pensador Elias Canetti, quien recibió el Premio Nobel de Literatura en 1981. También obtuvo por parte de la Universidad de Viena el doctorado en Química en 1929. pic.twitter.com/IGD1DxZXKg
— UNAM (@UNAM_MX) August 14, 2019