Susana Iglesias

A él también le gustaba James Dean

La foto de Marilyn Monroe nos mira desde su muerte, horas más tarde vas a herirme y abandonarme, puedo sentirlo en sus ojos, en tus promesas, en tus amorosas palabras

La foto de Marilyn Monroe en la pared de tu cuarto nos está mirando desde la muerte, estamos desnudos, con la ropa puesta, el corazón abierto por el bisturí del amor real, ese que es locura, como la de tus ojos, incendiados en la fantasía de esta habitación que construiste para aislarte de la puta realidad, hacia donde mires hay máscaras, disfraces, juguetes, espejos rotos, secretos, polvo, discos de colección y fotografías de músicos e ídolos del rock and roll muertos.

Nos abrazamos en la oscuridad, nos tragamos, nos escupimos un puñado asqueroso de mentiras preciosas, tú serás el asesino de nuestro amor, lo niegas diciéndome: “te amo” mientras te abrazo y acaricio tu cabello diciéndote que eres todo para mí. No lo eres, James Dean es todo para mí, amo que tengas su fotografía arriba de tu clóset.

La tornamesa se la compraste a una mujer vieja que nunca la usó, fue su regalo de XV años, está impecable, suena un disco de The Cramps arroja esa canción de I was a teenage werewolf, bebemos una cerveza Miller de litro en lata, como aquella primera cerveza que bebimos juntos en la banqueta de Avenida Cuauhtémoc. Tú la pagaste.

Nos habíamos acabado mi pequeña licorera de metal llena de vodka & gin. La cerveza se acabó. Abres otra, sólo compramos tres. La dejas a la mitad porque decides besarme, abrazarte a mi cuerpo, somos como dos gatitos, abrimos demasiado los ojos, ronroneamos, sonreímos, volvemos a ser niños, volvemos a ser puros, saltamos en la cama, volvemos a ser alguien que nadie fuera de nosotros y el mundo que compartimos conoce.

El amor es un lenguaje secreto. Te levantas, enciendes un cigarro, acomodas tu cabello, tienes un tupé hermoso, adoro esos ojos salvajes e incendiados que vi la primera vez que me hablaste en aquella fiesta. Y con tu cigarro matas mis frágiles pulmones, soy asmática, nunca te lo he dicho, también soy fotosensible, amo tu cuarto, es oscuro y lleno de tesoros y polvo, podría morir aquí.

—Todavía me duele.

—¿Qué?

—Que te despidieras de ese tipo en el bar, era un desconocido. Lo abrazaste, a lo mejor hasta lo besaste cuando yo no estaba.

—Sólo me despedí.

—Ya no vamos a poder ir a Veracruz nunca.

—¿Estás enojado?

—No, ese roedor lo voy a matar con mi 45, bang—bang, le dispararé en la PUTA cabeza.

—Mejor en el corazón…

—¿Sabes qué me duele más y me encanta cómo me duele?

—¿Qué?

—Esto…

Te subes la playera mostrándome los rasguños en tu pecho, parecen navajazos. Te los hice con mis stilettos. Te ríes, apagas el cigarro contra el vidrio de uno de los cuadros, es James Dean, eso me enciende, porque pienso en él y Marlon Brando. Te acercas a mí, me acaricias el cabello mirándome, al oído me dices “ahora nos pertenecemos como esa canción de Ritchie Valens”. Te quitas la playera, sacas del clóset un antifaz, bailas para mí la canción de The Cramps que repetimos una y otra vez.

Ahora somos Poison Ivy y Lux Interior, ¿qué son los celos? Son roedores en las relaciones y conexiones. La madrugada nos golpea con su cansancio. Duermes profundamente mientras el animal nocturno que soy no puede cerrar los ojos. Lloras dormido, hablas dormido como tantas noches contándome sobre el muñeco playmobil que perdiste en Chapultepec, me dices que hay una foto tuya de ese día, que la quemaste. Nos recorren fantasmas de ex amantes y ex amores jodidos y envenenados.

En la habitación de al lado duerme tu padre, caminamos en medio de la noche hace unas horas con él, tomó su pastilla para dormir, es insomne como yo, el trastorno que tiene está destruyendo su memoria. Mientras lloras dormido en mis brazos también lloro, porque me da miedo que me olvides, que nos abandones, que algo destruya esta memoria que somos. Me preguntas si te amo, sonámbulo una vez más, te levantas, besas el cuadro de James Dean, digo en voz alta: “soy una puta enferma de mierda”.

—No digas eso.

—Lo soy, siento celos de James Dean, no quiero que lo beses, me dan celos.

—A mí me dan celos que abraces a otros.

—Nunca lo haré.

—Nunca lo hagas.

—Ya no lo beses.

—Tus celos no son reales, te encienden, a veces te erotizan, no son reales.

—Cuéntame del muñeco que perdiste, cuéntamelo otra vez, olvidé cómo se llamaba….

Vuelves a la cama. Lloras en mis brazos, eres un niño, dices que se llamaba como tú, que alguien lo mató, que alguien se lo llevó contra su voluntad, que lo rompieron, que nunca volvió a casa, que quisieras ser niño de nuevo para salvarlo y no haberlo llevado a Chapultepec. No he amado de esta forma a ninguna persona. Nuestro amor me conmueve. El amor es una especie de pacto en el que dos se diluyen.

Sonámbulo vas a ver a tu padre. Vuelves, te metes a la cama. Tomo un libro de esos viejos de pulp que coleccionas, me pongo a leer en la oscuridad. Horas después despiertas, vas a ver a tu padre, vuelves, me sonríes, me besas en la frente.

—Hace poco más de un año que no dormía aquí en mi cuarto, papá sigue dormido, creo que no se despertó en toda la noche, ¿dormiste bien?

—No.

—¿Otra vez hablé dormido?

—No.

—¿Por qué no dormiste?

—Porque Marilyn Monroe me miraba y yo a ella. Creo que a veces la odio.

—La voy a quitar. Te amo, somos para siempre. La próxima semana te voy a sorprender, te voy a llevar a comer a un lugar que ni te imaginas…quiero sorprenderte, ser romántico, nunca lo he sido con nadie, quiero hacerlo todo el tiempo, déjame hacerlo siempre.

La foto de Marilyn Monroe nos mira desde su muerte, horas más tarde vas a herirme y abandonarme, puedo verlo, puedo sentirlo en sus ojos, en los tuyos, en tus promesas, en tus amorosas palabras. Tu amante suicidada por pastillas y alcohol no deja de mirarnos.

Tu padre grita tu nombre, te llama desde la oscuridad de su terror, de su mente. Vas a verlo. Me levanto, tiendo la cama. Acomodo tus muñecos de fieltro playmobil que pusimos en el buró. Lloro acostada en tu cama, me abrazo a tu muñeco, ese que encontraste en un tianguis sepultado entre cosas inservibles, ese al que le falta el brazo, me siento como él, por eso lloro.james dean

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